Política, igual a juego
Armando Ríos Ruiz martes 2, Jun 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Desde antes del presente sexenio, tal vez atraídos por una serie de actitudes de las que se consideran anormales por disparatadas, como las del chamaco de mi pueblo que llevaba una carretilla vacía y cuando le preguntaban qué transportaba respondía que al muerto, psicólogos connotados comenzaron a realizar estudios a distancia y cayeron en la cuenta de que el aspirante a Presidente de México padecía delirio de persecución.
Una de tantos profesionales, Rosalba Bueno, experimentada en psicología clínica, aseguró luego de realizar observaciones y estudios, que el aspirante a Primer Mandatario tenía una distorsión muy grave de la realidad; estaba convencido de que era víctima de un complot persecutorio. Observó una conducta pública de desconfianza en instituciones y autoridades y de hecho, en todo.
Ya había notado su comportamiento como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, desde donde desafió a jueces y enfrentó un proceso de desafuero. En todo momento afirmó que se trataba de un complot para no permitirle contender por la Presidencia de la República.
Esta conducta ha estado presente, a pesar de haber arribado a la Primera Magistratura, tan perseguida y tan negada, al grado de que durante los comicios desconfiaba de obtenerla, inclusive cuando todo México, persas y atenienses, advertían que al fin le había hecho justicia la Revolución. Tal vez debió pellizcarse varias veces, para cerciorarse de que no se trataba de un sueño.
Antes de iniciar la nueva normalidad y de anunciar la reanudación de sus giras, pidió a sus “adversarios” portarse bien y consentir una tregua hasta que finalice el problema de contagios. Luego de eso estará en condiciones de reanudar los pleitos de manera pacífica. ¡Qué contradicción!
Anticipó en unas de sus acostumbradas conferencias, que los conservadores querrán hacerse notar y acudirán a sus actos públicos para demostrar que como Presidente, no actúa de acuerdo con los protocolos y ese proceder lo afectará, “nada más para que se sepa”.
En un lenguaje atropellado, no muy claro, pero que puede interpretarse, dijo que se trata de un plan de traición y que la nueva normalidad no se aplicará a la fuerza, sino por consenso y lejos de aconsejar ahora a la gente que se abrace y se bese, explicó que en los eventos por el sureste habría sana distancia, vallas, para evitar las aglomeraciones y con ello los posibles contagios.
Toda una explicación diferente a las primeras, cuando hizo aparición el virus mortal, cuando retrasó la aplicación de las normas que señalaba la Organización Mundial de la Salud, para obtener los mejores resultados que a estas alturas aún no están a la vista, sino al contrario, en momentos en que los vaticinios internacionales para México nada tienen de halagadores, pues apenas iniciará, aseveran, la parte más difícil y peligrosa.
Seguramente ve a los conservadores que sólo existen en su mente tratando de impedir su periplo. Pide a sus enemigos –así lo mencionó− aguantarse hasta su regreso, para luego reanudar la confrontación política mediante el debate y el diálogo. ¿Alguna vez ha habido debate y diálogo con los enemigos que sólo él ve? Los mexicanos sólo hemos escuchado diariamente denuestos para todos los sectores de la sociedad.
Cuando no habla pestes de la Prensa, la chayotera, la fifí, la que no es tan profesional como la que representa Lord Molécula y otros como él, lo hace en contra de los neoliberales que gobernaron este país, de los conservadores que aún se aparecen por doquier para entorpecer sus acciones, de los empresarios, del Ejército y de todo lo que se mueve en tierra azteca.
Dice que luego que pase el mal, podrá reanudar la confrontación, como el niño de mi pueblo que ya creció, que participa en política, que mienta la madre a sus adversarios y luego pretende que no ocurrió nada porque se trata de política, que es exactamente igual que un juego.