Sin vuelta atrás
¬ Edgar Gómez Flores martes 2, Jun 2020Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
La fracturación de la sociedad mexicana parece ser ya no tiene punto de regreso. O eres fanático de la Cuarta Transformación o formas parte de los que quieren la renuncia inmediata del presidente Andrés Manuel López Obrador. Es en este momento donde la democracia empieza a ver temblar sus cimientos. Y tenemos que preguntarnos, ¿qué sigue después de una democracia fracturada? ¿O qué sigue después de un país sin democracia?, la respuesta es confusa; pero vayamos al origen. Si democracia significa, el gobierno del pueblo, su debilidad o su no existencia significia que el pueblo ya no gobierna. Sin embargo, en México el pueblo nunca ha gobernado. El pueblo ha salido a votar y recibe lo que el gobierno en turno se le ocurre entregarle. Algunas veces un impuesto al valor agregado (de 10% a 15% hasta 16%), en otros casos una ocurrente lucha contra el crimen organizado, inflaciones desmesuradas, desempleo, un sistema de salud endeble e ineficiente, etc. Sin embargo, pensemos que hay una aspiración genuina de que el pueblo llegue a gobernar. Una asuencia o debilidad de la democracia nos orilla a un pérdida inminente de libertades; físicas, ideológicas y socio – económicas. El debate de cómo ser un mejor país ha quedado para un mejor momento. Ahora nos centramos en las discusiones de cómo hacer que el rival desaparezca de la escena política. En pocas palabras, la capacidad de la sociedad para establecer una mejor convivencia, se está desvaneciendo.
Pero, este fenómeno no solo es mexicano, también lo vive España con una lucha impensable años atrás: comunistas contra neofranquistas, Estados Unidos de América, donde las luchas interraciales parecen tomadas del siglo XX, Argentina quien no supera la lucha entre derechistas y peronistas y qué decir del pleito a muerte entre la izquierda brasileña y el neo derechismo del presidente Bolsonaro.
Parece que las heridas de los últimos siglos siguen abiertas en la humanidad y hoy tenemos que decidir entre los vencedores o los vencidos, entre los revolucionarios o los conservadores. No tenemos posibilidad de posicionarnos en un punto medio y desde ahí opinar. Sin embargo, solamente un grupo minúsculo de la sociedad se beneficia de este debate. Porque solo estos pequeños grupos ganarán o perderán algo. Por el contrario, el mayor grupo social que también opina y toma partido, será el gran perdedor porque con su guerra binominal presiona a la democracia a desconocer los puntos de vista intermedios.
Para qué pedir que el presidente López Obrador se vaya del poder cuando se le debe exigir que cumpla con lo que prometió; un crecimiento del producto interno bruto promedio de 4%, un reordenamiento del gasto social para hacerlo más cercano a un gobierno de izquierda, es decir enfocado a la salud, a la vivienda y en general al mejoramiento de todos los servicios y espacios públicos. Este país no es de color blanco o negro, es multicolor. Por eso tenemos una estructura parlamentaria con diversos distritos electorales que buscan tener representación en el Congreso. Por eso somos una república federal, porque tenemos entidades autónomas con constituciones propias y con parlamentos locales que le dan respuesta local a problemas comunes.
México no debe ser rehén de burócratas y empresarios que únicamente buscan un beneficio económico o de poder para su trascendencia personal. México es legendario, es patrimonio de la humanidad; por su cultura, por su historia, por su comida, por su arquitectura, por su búsqueda de un universo paralelo entre la realidad y la ficción; México es el limbo entre los vivos y los muertos.
No tomemos partido por un pleito que no es nuestro. Fortalecer nuestra democracia es nuestra lucha y esa se fortalece peleando por nuestros derechos, criticando a nuestros gobernantes y poniendo por encima a la sociedad civil sobre las ideas sexenales o aún aquellas transexenales. No necesitamos héroes tabasqueños o pintados de azul o tricolores; necesitamos gente que salga a trabajar, a divertirse y expresar sus sentimientos y aplicar sus conocimientos para convivir de mejor manera. Necesitamos un pueblo feliz; pero evaluado por su gente y no por sus gobernantes. El pleito binomial de buenos y malos es una mala comedia que casi siempre termina en tragedia. Estamos a un paso de no poder dar vuelta atrás. La lucha no es por ganar, es por seguir juntos en este país, disfrutarlo y disfrutarnos.