Pueblo feliz, feliz, feliz…
Armando Ríos Ruiz lunes 1, Jun 2020Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Mientras una parte considerable de mexicanos vive atemorizada por el virus que amenaza con expandirse cada día más aún; las incesantes acciones de criminales que se mueven en todo el territorio nacional y las inacciones de la autoridad, que permite todo lo reprobable cometido por los funcionarios públicos y por la delincuencia, muchos ciudadanos incursionan en buscar salidas dignas por su cuenta, que empiezan a convencer a los más indiferentes.
Periodistas, empresarios, personas comunes, han comenzado a escuchar el llamado de mujeres y hombres que han vislumbrado un gobierno incapaz, influido a todas horas por un prurito que lo obliga a mantener una actitud belicosa, que busca con mucho afán la manera de someter a los mexicanos con propuestas incómodas todos los días, para hacerle sentir el peso de su poder.
Esos ciudadanos han levantado la voz para decir ¡ya basta! Y ésta ha corrido como un trueno, con la virtud de despertar a los adormecidos para ponerse también en guardia y exigir, ya no el cumplimiento de promesas hechas en campaña, sino la dimisión del que manda, porque se vislumbra con claridad que encamina sus pasos y los de todo el país, a metas reprobadas por el sentir de los mexicanos, para imponerles doctrinas arcaicas, vacías y abusivas.
Algunos correligionarios incrustados también en los ámbitos del poder se han atrevido a decir que no es tiempo de protestar y han condenado este derecho, con el consejo de esperar a depositar el voto en las urnas, en donde muchos se han atrevido a adivinar lo que podría ocurrir: el fraude que ya debe estar diseñado, porque lo que se nota desde lejos, es una inmensa rabia, un estratosférico resentimiento y una enorme sed de venganza.
El fraude sería la mejor arma para el desquite, habida cuenta de que el Presidente afirma que ha sido víctima de ese recurso que suelen practicar los que mandan. ¿Por qué no dar al enemigo sopa de su propio chocolate, muy merecido porque lo orillaron a apoderarse de Paseo de la Reforma y a hacer desde allí todo el daño posible a los habitantes de la Ciudad de México?
Hoy, la gente no confía en las urnas, porque convocaría a elecciones un político lleno de resentimientos. Tampoco desea que, de lograr su renuncia a la Primera Magistratura, sea en un momento en que la ley le permita nombrar al sucesor para convertirse en el poder tras en trono. Se niega asimismo, a esperar que un correligionario sea el sustituto. No confía, a secas, en nadie incrustado en el gobierno actual.
Ha advertido ya que, tanto el Ejecutivo, como los funcionarios que lo ayudan, son incompetentes y hacen al pie de la letra lo que ordena el jefe, aunque se trate de lo más perjudicial. Algunos hasta inventan estrategias incómodas que desean elevar a iniciativas, para que el Congreso las apruebe, siempre en contra de los que viven en este país. Hay quienes piensan que son utilizados para exponerlas y ver primero cómo reaccionan los gobernados.
Pero el sábado pasado se escucharon muchas voces en 30 estados de la República y en 72 ciudades, que medios pagados trataron de minimizar. Afortunadamente existen otros vehículos de comunicación muy utilizados ahora y más creíbles, que informaron en tiempo real y con escenas que cualquiera pudo ver y aquilatar. Estas, a su vez, motivaron a los desmotivados, que seguramente habrán de sumarse en la siguiente oportunidad.
Los rostros de los organizadores lo dijeron todo sin necesidad de expresar palabras. Se veían satisfechos por el éxito alcanzado. También convencidos de que los mexicanos se sacudieron el estado de letargo en que vivían, para sumarse a otros movimientos en el futuro inmediato.
La idea expuesta por un senador, de esperar a que lleguen los tiempos electorales, no prosperará. Los mexicanos ejercerán acciones más contundentes, porque sienten que ese es el camino efectivo.