Sin freno, la delincuencia
¬ Augusto Corro martes 26, May 2020Punto por punto
Augusto Corro
El gobierno de México no puede abatir la delincuencia que cada día crece incontrolable. No ha cumplido con una de las metas que llevó a Andrés Manuel López Obrador al poder.
Son múltiples las regiones del territorio nacional donde gobiernan los grupos delincuenciales. Se trata de ciudades, estados, donde la seguridad desapareció hace varios sexenios y no se ve cuando regresará la paz.
Ni siquiera la amenaza del coronavirus pudo detener a la delincuencia criminal que todos los días suma asaltos, secuestros y asesinatos. Ayer hablamos de las pesadillas que agobian a los mexicanos, entre ellas se encuentra la “pandemia” de inseguridad.
Diario nos informamos de la competencia delincuencial en entidades como Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Estado de México, Tamaulipas, etc., con tasas de criminalidad en constante crecimiento.
La presencia de la Guardia Nacional (GN) aún no ofrece resultados importantes en la reducción de la violencia. En Guanajuato actúan todas las policías y continúa como una de las entidades más peligrosas.
La realidad que vivimos nos lleva preguntar qué piensan hacer las autoridades cuando la gente regrese a la normalidad. Si en el presente son incapaces de brindar seguridad, los problemas que vienen serán mayúsculos.
Ahí están por ejemplo los ejércitos de desempleados, de gente hambrienta en busca de recursos para conseguir alimentos, etc. ¿Las autoridades ya tienen idea de lo que viene?
El próximo mes de diciembre se vence el tiempo que ofreció el presidente López Obrador para entregar buenas cuentas del combate a la delincuencia. Será imposible que lo cumpla.
La guerra fallida contra la delincuencia organizada empezó en el gobierno del presidente Felipe Calderón. Fue una acción que causó miles de muertos y desaparecidos. La herencia le tocó a la administración de Enrique Peña Nieto. Nada varió.
La misma situación llegó al sexenio actual. No se sabe cuál es la estrategia de las autoridades en la lucha contra la delincuencia organizada, incluidos los cárteles del narcotráfico.
En términos generales no está clara la estrategia del gobierno de López Obrador para frenar la espiral de violencia que azota al país. La política de abrazos en vez de balazos a los delincuentes, pareció una broma de mal gusto.
Se entendió como un gesto de buena voluntad que no funcionó y que dejó resentimientos en miles de familias que exigen justicia por el asesinato de alguno de sus integrantes. De ninguna manera aceptaron el perdón. Rechazaron el borrón y cuenta nueva.
Ante la intensa actividad delincuencial de los narcotraficantes mexicanos, el presidente Trump amenazó con declararlos terroristas. De ocurrir la anterior, México estaría en condiciones hasta de ser invadido por las fuerzas armadas del vecino país.
La amenaza quedó en el aire, en cualquier momento la aplica. Ya saben cómo se las gasta el magnate de la construcción. Mientras en México se espera que el gobierno obradorista demuestre su interés por el regreso a la seguridad.
¿Y qué decir de otra promesa de López Obrador de regresar al Ejército a los cuarteles? Pues que tampoco se cumplió. El Ejército y la Armada ya regresaron a las calles. Con las justificaciones que favorecen al gobierno.
La semana pasada, en una comparecencia virtual ante senadores, Alfonso Durazo, secretario de Seguridad, defendió el decreto presidencial que permite a militares realizar tareas de seguridad pública en México, y aseguró que ello no implica militarizar al país. Tampoco implica darle más atribuciones al Ejército en materia de seguridad pública.
En fin, el discurso del funcionario parecía como una pieza de oratoria sin mayores repercusiones. La población se encuentra harta de tanta violencia; de ver que la impunidad favorece a la delincuencia desatada en un país donde juega un papel importante la ley de la selva.