Imitación stalinista
¬ Mauro Benites G. jueves 21, May 2020Municiones
Mauro Benites G.
Con el manifiesto de marras signado por el presidente nacional de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, se quiso distraer a la opinión publica. El presidente “patito” de los morenos se equivocó. Este documento fuera de toda realidad constitucional, autorizaría al Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) para que fuera el síndico o supervisor del activo de cada hogar mexicano. Convirtiendo al Inegi en la KGB mexicana y la propuesta en indigna acción stalinista.
Este pobre diablo, sufriendo la tragedia de haber perdido la base de su fanatismo, incapaz de entender lo que ocurrió en la Unión Soviética de todo su amor y dolidos por el inexorable destino han salido diciendo que Gorbachov es un traidor que hundió el comunismo de acuerdo con el occidente y si todavía no lo califican de agente de la CIA es porque su torpeza no ha llegado a lo ridículo, a lo grotesco.
Solamente tratan, en su desamparo, de explicar lo que para ellos es inexplicable: durante el trayecto histórico de setenta años que duró el horror, varios hombres muy notables por su inteligencia y su cultura estuvieron en el imperio y, vueltos a occidente, o desde el imperio mismo dijeron lo que pasaba. Pero no quisieron leerlos; en cuanto detectaban la primera crítica, la sombra siquiera de una duda, los descartaban, los olvidaban o, más de acuerdo con sus naturalezas, los satanizaban, los maldecían, los clasificaban entre las filas del enemigo.
Bertrand Russell, Andre Gide, Panait Istrati, Fernando de los Ríos, Arthur Koestler, extranjeros que penetraron en el inmenso espacio, en la infinita cárcel, nos explicaron, a quienes queríamos saber, de lo que se trataba. Fueron insultados, odiados, despreciados y solamente su talento, demasiado fuerte y poderoso impidió que existieran inéditos, aunque el mar de insultos causa, todavía, escalofríos.
Después aparecieron, primero tímidamente, los rusos que sacaban de la horrible prisión parte de sus memorias: Pasternak, Evtuchenko, el deslumbramiento de Solzhenitsyn, tal vez el hombre mas valiente del mundo moderno. Otros lo condenaron como agente del imperialismo y cuando fue distinguido por el premio Nobel, los del bando calificador escandinavo de la izquierda, los que le dieron el premio a García Márquez, creyeron identificarlo: Era un esbirro de Estados Unidos, un asalariado de la CIA.
Lo grotesco de tal calificación se escapa a los calificadores porque ellos son grotescos, son torpes, trágicos, ignorantes. Archipiélago Gulag fue el libro que anunció la aparición de un reformador. Era irremediable que ese libro produjera tal hombre. La quiebra necesitaba un síndico.
El inmenso fracaso, más grande que el territorio ocupado por la cárcel, un enterrador, porque la putrefacción de un cadáver de tal magnitud hubiera ahogado al mundo. Y todo viene de un enorme equívoco (como puede verse aquí todo es desmesurado). De mi dicen que abuso de los calificativos, pero en este caso no los encuentro suficientemente ajustados al monstruoso caso.
Se dice que el socialismo fue traicionado por Gorbachov, como si un hombre fuera el mismo Dios, o por lo menos el diablo, para cambiar la vida de “las masas”, que tanto gustaba citar a los ingenuos útiles; se dice, y ello es más torpe todavía, que en la URSS fracasó el marxismo, como si en Rusia hubiera habido marxismo alguna vez. Yo escribo para que se me entienda, no para que se me crea dueño de una sabiduría hermética. Por algo en las universidades ya casi no se estudia marxismo, lo que es una entelequia, si no administración de empresas. Ha sonado la hora del desprestigio definitivo de esos pedantes en el poder. De esa imitación ignorante, absurda, surgió este manifiesto absurdo y el más pernicioso de los mitos mexicanos con AMLO.