El crimen sí paga
Freddy Sánchez jueves 21, May 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
¡La delincuencia que viene!…
Y no hablemos de todos los que podrían engrosar las filas de los que están dedicados a delinquir, sino un mínimo porcentaje de los que se pudieran animar a tomar esa decisión, obligados por las circunstancias.
Un millón de habitantes de México, sólo por mencionar a menos del tres por ciento de los ninguneados y excluidos del amparo oficial, al no contar con apoyo económico institucional a su disposición, a pesar de haber perdido su empleo o habiendo tenido que cerrar su pequeño negocio.
Y por esa razón, sintiéndose francamente desesperados al no tener medios lícitos para subsistir, podrían verse obligados a optar por hacer lo que sea para allegar a sus familias el sustento requerido.
Algo que siendo un presagio que ojalá careciera de sustento, por desgracia no parece que así sea, si consideramos que en México no solamente requería el respaldo del gobierno, el setenta por ciento de la población, sino también buena parte de ese restante treinta por ciento con un sinnúmero de personas honestas y trabajadoras que han caído en el desamparo.
Porque, no sea crea por favor, que en lo que sería un poco más de un tercio de la población, ninguno amerita ser socorrido institucionalmente, porque una “extraordinaria fuerza moral”, lo dejó a salvo de padecer los estragos del coronavirus y la demoledora embestida económica que provocó la quiebra de miles y miles de negocios y puso en las calles a cientos de miles de desempleados.
Tampoco sería correcto suponer, naturalmente, que todos y cada uno de los que pertenecen al mencionado treinta por ciento de habitantes, previamente a la crisis, gozaban de una posición de alta solvencia para atender sus necesidades, por tener puestos altamente ejecutivos o pequeños negocios sumamente lucrativos como para permitirles atesorar jugosos ahorros capaces de ayudarlos a resistir sin sobresaltos una y muchas más debacles económicas por venir.
Y por supuesto, que igual no se trata en su mayoría de ricos de abolengo, descendientes de hasta la tercera o cuarta generación de un acaudalado multimillonario que por azares de los habituales trinquetes de la política los haya amparado de por vida, y por lo tanto, en ese caso estar convertidos en despreocupados y dichosos entenados de la corrupción pública y privada practicada por décadas en territorio nacional.
Quizás muchos, (ni modo de ignorarlo), sean personas al servicio de influyentes del poder público o adinerados hombres de negocios, que tienen de sobra para pagar bien a los que les sirven y cuidan las espaldas.
Claro que en ese porcentaje del treinta por ciento referido, sería un error no mencionar que, obviamente, están los acaudalados practicantes de la delincuencia organizada, al mando de sus “ejércitos” de “trabajadores”, posiblemente bien pagados, pero aún si estos últimos sumaran cientos de miles, la otra parte de los que no fueron incorporados a los programas de apoyo económico oficial, lejos está de tener una situación económica sin estrecheces.
Bajo esta perspectiva, es imperativo hacer mención que motejar a quienes no lo son, como si fueran adinerados de postín, lógicamente propicia que la gente que no recibe apoyo económico oficial , se vea en la tentación e incluso en la necesidad de delinquir por su cuenta o “afiliarse” a una de tantas organizaciones criminales que operan en México y ofrecen una amplia oferta de actividades ilícitas.
Que no se hagan los sorprendidos entonces, los que debiendo incorporar a toda la gente que lo necesite a los programas institucionales de apoyo económico, por falta de sensibilidad no lo hicieron, pudiendo detonar con su insensatez un crecimiento de las actividades delictivas y de la cantidad de personas dedicadas al robo con violencia, la extorsión, el secuestro y demás opciones criminales en el mercado delictivo.
Ese que el sentido común obligaría a no tomar con opción de vida, pensando lo contrario de que: el crimen sí paga.