Revisión a fondo
Ramón Zurita Sahagún jueves 21, May 2020De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Cuando lleguemos a la nueva normalidad valdría la pena que el presidente López Obrador se detuviera un poco a revisar todo lo acontecido en los tres meses de reclusión obligada por la pandemia y hasta decida reconvertir algunas de las decisiones adoptadas en ese tiempo.
Sabemos que será difícil que lo haga, aunque la esperanza muera al último y dentro de ese cúmulo de trabajo que le espera para ese lapso, podría enmendar algunas de las cosas que se le critican acremente.
En el aspecto económico definitivamente no habrá variantes sobre lo que se decidió en la contingencia, con todo y la frustración de muchos, especialmente los dirigentes de las cámaras que tanto presionan para que los grandes empresarios reciban apoyo del gobierno federal, mientras otros inician una batalla legal ante el plan energético adoptado por la administración de López Obrador.
Será entonces momento de revisar si fueron eficaces las políticas aplicadas en materia sanitaria y prepararse para posibles casos que pudieran presentarse en el futuro.
El trabajo a realizarse dentro de la nueva normalidad es sumamente arduo y para ello se requiere de personal capacitado que pueda cumplir con las metas que les son asignados y dar un golpe de timón en muchos aspectos.
Uno de ellos sería investigar y procesar, en su caso a todos esos personajes que han sido señalados por lucrar durante, antes y después de la contingencia, al amparo del gobierno federal, con la asignación de contratos para amigos y familiares, de los que hay varios ejemplos.
También limpiar de “floreros” la administración pública, ya que en 18 meses no han mostrado talento alguno para desempeñarse en los cargos que actualmente ocupan.
Es cierto que existen miembros del gabinete con un buen desempeño como el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón; la secretaria del Trabajo, Luis María Alcalde Luján; los secretarios de Defensa, Luis Crescencio Sandoval y de Marina, José Rafael Ojeda; Turismo, Miguel Torruco Marqués y hasta el de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez.
Otros de los que se conoce poco, por lo que no se puede evaluar su trabajo, ya que actúan con discreción, como Román Meyer Falcón, secretario de Desarrollo Agrario; Víctor Manuel Toledo, secretario de Medio Ambiente y la titular de Bienestar, María Luisa Albores.
Algunos que funcionan para muchas tareas, menos para la que deben desempeñar como el caso de Zoé Robledo, director del IMSS y quien enfrentó muchos problemas en la pandemia; Luis Alberto Ramírez, director del ISSSTE, mudo hasta el extremo; Alfonso Durazo Montaño, de Seguridad Pública y la de Cultura, Alejandra Frausto.
Los que muchos consideran como simples adornos que van desde la titular de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; el secretario de Agricultura, Víctor Villalobos; el de Salud, Jorge Alcocer Varela; de Comunicaciones; Javier Jiménez Espriú, el de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, hasta llegar a Irma Erendira Sandoval, de la Función Pública.
Mención aparte merece la tríada energética compuesta por Rocío Nahle, Octavio Romero y Manuel Bartlett, cuya labor merece revisión, en todos los sentidos.
Ayer en la columna hice omisión del nombre del ex Presidente Luis Echeverría Álvarez, quien goza de buena salud y cuenta como ex mandatario surgido del PRI, pero no lo incluimos en razón de su edad (98 años). Echeverría Álvarez cuenta con una fortuna similar a la de Carlos Salinas de Gortari y difícilmente podría hacer algún pronunciamiento, ya que se encuentra aislado desde hace varios años.
Por cierto, el martes murió uno de sus hijos, Álvaro de 71 años.
La presidenta de Bolivia, Jeanine Añez, separó del cargo al Ministro de Salud, Marcelo Navajas, ante el escándalo de la compra de respiradores a precio inflado. Seguramente en México sucedería algo similar, pero como cancelaron la compra no ocurrirá así.