Economía
¬ Mauro Benites G. jueves 14, May 2020Municiones
Mauro Benites G.
Andrés Manuel López Obrador no quiere aceptar que los regímenes populistas basados en el terror están condenados al fracaso, ya la historia los enterró, la caída del muro de Berlín y el régimen soviético en el siglo XX lo confirma. Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el Papa Juan Pablo fueron los principales enterradores. Durante más de un siglo se habló de dos economías: la capitalista y la socialista. Lo hecho a lo largo de 50 años en todos los medios de comunicación: fue una mentira: no hay sino una economía, sin ideología posible. Oikos, casas, nomos, ley. Eso es todo. La economía, cuyas mejores exponentes son las amas de casa, enseñan algo tan elemental como lo que sigue: Si tienes 10, no gastes 11, porque te hundirás.
Ronald Reagan sabía eso de sobra cuando llegó a Hollywood por un atajo, siendo un mero comentarista deportivo conocido en una pequeña área del Medio Oeste. Había sido un deportista, mejorando su físico con tesón, pues, aunque no se crea, desde pequeño era debilucho. Un joven bien parecido, eso era todo lo que pedían las películas “B” y Reagan las hizo con honesto esfuerzo, sin lograr nunca un triunfo que tampoco persiguió demasiado. Se interesó, mas bien, por la cuestión fundamental hacendaria de los impuestos: ¿Por qué de cada dólar que ganaba como actor le quitaban 70 centavos los señores del fisco? Se propuso, después de que su exitosa gestión como representante sindical de los actores, le hizo aprender a negociar grandes intereses que lo condujo a la política.
Logro hacer una buena administración estatal, sabía que el mejor gobierno es el que no se ve ni se nota. Había que reducirlo, pues había burócratas de sobra a los que solo importaba su cheque. Bajar los impuestos, bajarlos en gran proporción, seguro de que el estilo de vida estadounidense haría que cuando los ciudadanos tuvieran más dinero por pagar menos impuestos, emplearían ese dinero sensatamente, invirtiéndolo, creando nuevos negocios y nuevos empleos PRODUCTIVOS. Hizo su gran apuesta; que realizó primero en California, como gobernador, y después en Washington, como presidente. Por supuesto tuvo encima la enemiga del Partido Demócrata, una especie de Morena, y el odio de la burocracia, que se defiende a si misma y quiere ser inamovible.
Devolver al pueblo de los Estados Unidos el orgullo de ser norteamericano. Desde la guerra de Vietnam, su gente estaba enferma de dolor y de vergüenza, se había perdido una guerra al otro lado del mundo, ni, mucho menos, renunciar a la grandeza del liderazgo del mundo.
Poner en su justa proporción, especialmente la HUMANA, el gasto social, de ayuda. Reagan se había dado cuenta de que millones de norteamericanos engañaban al gobierno, cobrando un cheque al mes por ayuda social, sin realmente necesitarla o, cuando eran realmente pobres, lo eran porque habían perdido el ímpetu del american way of life. Había millones de personas que estaban fuera del trabajo productivo por falta de confianza en si mismas, por mera flojera, por falta de orgullo en todo caso por falta de dignidad.
En ocho años como presidente de Estados Unidos Ronald Reagan devolvió a los Estados Unidos el orgullo de ser la primera nación en la Tierra; redujo el espantoso déficit; abatió los impuestos en enorme proporción logrando que aumentaran los ingresos del gobierno, porque la gente, tal como lo esperaba, utilizaba el dinero para PRODUCIR. Lógicamente, puso a la economía soviética basada en la esclavitud, de rodillas y obligó al señor Gorbachov implantar la perestroika y el glasnost, que no se le hubiera ocurrido de no enfrentarse a ese inmenso país a un enorme, indescriptible FRACASO por el pecado capital de haber destruido la libertad del comercio, es decir, la economía. Ronald Reagan triunfo así, como ningún otro político del siglo XX. Los izquierdosos que usufructuaron, que usufructúan aquí los medios de comunicación pueden decirle actor, como si fuera un insulto, vaquero, reaccionario viejo. Ronald Reagan regeneró a su país, triunfó en la vida y cambió el curso de la historia humana. No es poco para un vaquero ¿Verdad?