No, al extraordinario
Armando Ríos Ruiz miércoles 6, May 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
¿Por qué el Presidente envió una iniciativa al Congreso, para modificar sin restricción el gasto público, para hacer uso del mismo en caso de una emergencia, aprovechando que en este momento, México vive un estado de angustia, como muchos países del mundo, a causa de la pandemia que amenaza con hacerle segunda en la destrucción del país?
Porque ya se quedó sin dinero. Apenas transcurrió un año y ya no hay numerario suficiente para costear sus programas sociales y para ejecutar los prioritarios, como el Tren Maya, Dos Bocas y Santa Lucía, que representan algo así como las obras máximas del inicio de su mandato.
Del inicio, porque ahora que hemos vivido los continuos desatinos en que incurre y su sobrada necedad, causa de incontables males, podemos adivinar que no tardará en idear nuevos gastos multimillonarios en otras obras también inviables, pero que tendrán que llevarse a efecto porque así lo concibe y así lo ordenará. Seguramente “se cansa gansa”, de acuerdo con sus sabias palabras.
Esto obedece a un desconocimiento profundo de los fenómenos económicos que tienen que ver con el país. Sin duda creyó, desde antes de asumir el poder, que México nadaba en dinero y que podría costear sin ningún problema, con la risa siempre en los labios y con la mano en la cintura, todos los gastos que ya tenía en la mente y que echó a andar al tomar posesión.
No contaba con que la mina de oro que fue Pemex, ya no producía como antes. Ni con que los anteriores presidentes, a quienes siempre cita con las mismas palabras peyorativas, ya se habían encargado de saquear la empresa generosa que transformó en multimillonarios no sólo a los mandatarios, sino también a sus directores y a una cauda inmensa de funcionarios ladrones, lo mismo que a gente bastante menor.
Ahí se dieron cita, durante lustros, muchísimas personas que se transformaron en nuevas ricas y que finalmente acabaron por verle el fondo al depósito de billetes que daba la impresión de no tenerlo. Ahora, con un pésimo manejo de la economía mexicana, comienza a mostrar su escasez absoluta y lo que es peor, su quiebra definitiva.
Hace muchos años se habla del robo de combustible a lo largo de los ductos y por mar, amparados por empleados de la institución, que aún se llevan todo lo que pueden. ¡Mentira que hay freno! Para acabarla de amolar, la presente administración hizo todo lo que pudo para que Carlos Romero Deschamps, líder del Sindicato petrolero, entendiera la urgencia de huir junto con su familia y con sus miles de millones que obtuvo gracias a su inteligente empeño.
Pero la vaca se cansó y se negó a producir más oro negro, mientras las calificadoras de riesgo acabaron por emitir su juicio que parece final, al evaluar los bonos de Pemex como basura. No obstante, nuestro Presidente insiste en rescatar a la paraestatal en una acción que los expertos califican como inútil, porque ya no tiene remedio.
A eso, hay que aunarle la insistencia de construir una refinería −más otras obras- a un precio exorbitante y en momentos en los que habría que pensar mejor en alternativas mucho más baratas, como la que canceló al iniciar el sexenio, que traería energía eólica desde Oaxaca, porque los aparatos afeaban el paisaje.
Por eso, su enorme deseo de manejar a discreción el gasto público. Porque acaba de darse cuenta de que ya no es fácil encontrar otra mina. Desea continuar con las dádivas a gente improductiva. Por cierto acaba de enviar cartas a domicilios que reciben los obsequios bimensuales, en las que les hace saber que pronto recibirán 12 mil pesos para que se ayuden durante la pandemia.
Por lo pronto, su iniciativa no pasó. Armaron una disculpa en la que se utilizó el nombre del héroe del momento, Hugo López-Gatell, quien no estuvo de acuerdo en que se implantara el período extraordinario para aprobarla.