En boca propia…
Armando Ríos Ruiz viernes 1, May 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
Los funcionarios de la 4T tienen que cacarear sus pretendidas o supuestas hazañas, victorias, glorias; ya que afuera no se escucha siquiera el mínimo reconocimiento. Deberían aumentar el chayote a los incondicionales que van a las conferencias matutinas a hacer las preguntas recomendadas por el insigne jefe de Prensa y a los que en las redes sociales se dedican a buscar y a cazar columnas que critican a su Presidente, para dizque desvirtuarlas con calificativos que sólo dejan ver su pobreza de materia gris.
Los chairos no tienen ni siquiera eso: la iniciativa de pregonar que sus dioses han hecho bien alguna tarea. Algún jefe tiene la obligación de dictarles línea, porque no son capaces de pensar por sí mismos. ¿O es que de todas formas no hay nada que pueda ser vitoreado, porque también los funcionarios carecen de lo que se llama inteligencia?
En una ocasión, el Presidente propuso a una reportera que le preguntara sobre cuestiones castrenses. No hacía falta un militar. Él se bastaba. Por eso era el jefe de las Fuerzas Armadas. Sabe absolutamente de todo porque es el genio que sus incondicionales dicen que es y el científico que el deplorable adulador John Ackerman, ve en su figura.
El adulado acepta complacido porque está ávido de lisonjas. No da las gracias porque sabe en sus adentros, que efectivamente es genio y científico. En el que se lo dice ha operado el milagro de descubrirlo y está obligado a decirlo. También siente complacencia en ser escuchado.
Hace unos días, la también científica Claudia Sheinbaum −parece que abundan los científicos−, jefa de gobierno, expresó que la pandemia pudo ser cuatro veces peor en la Ciudad de México. Aseguró que “las medidas de aislamiento que se tomaron en la capital, para evitar que se propague el Covid-19, lograron que no haya sobrecupo en los hospitales pues de no ser así, la situación estaría peor”.
La verdad, si a alguien debe agradecerse por guardarse en sus domicilios −en obediencia, no a los funcionarios, sino a las recomendaciones que desde que se anunció por primera vez la aparición de un virus altamente nocivo, para cuyos efectos no había cura ni hay aún−, es a los ciudadanos, que comenzaron a tomar muy en serio la pandemia y los consejos de la Organización Mundial de la Salud, porque en el descuido y en la desobediencia puede ir la vida.
No obstante, resulta lamentable que sólo un porcentaje menor de la población optó por respetar las restricciones sanitarias. En muchos lugares, es fácil advertir cómo la gente anda en las calles como si nada ocurriera.
Si nuestro mandatario no hubiera aparecido en una conferencia con la invitación a los ciudadanos de salir a realizar compras, de menospreciar la pandemia porque no existe ningún virus maligno, de hacerse de amuletos que evitan que cualquier mal entre en el cuerpo y cause estragos, las infecciones podrían haber sido al revés: cuatro o más veces menores.
Un verdadero científico, el doctor José Narro Robles, dice que los contagios en México pueden ser hasta 30 veces más que lo que señala el héroe del momento, Hugo López-Gatell, próximo a filmar telenovelas y quien ha motivado, inclusive, una asociación de admiradores que debe estar repleta de retrasados mentales o de chairos enamorados.
¿A quién creerle? La pregunta sobra. Es obvio que el funcionario obedece lo que el jefe le recomienda y por eso da cifras mentirosas y amañadas. Su mismo patrón dice que hay espacio suficiente en los hospitales, mientras que en éstos, los mismos médicos recomiendan no pisarlos, porque la invasión puede ser causa de transmisión inminente.
Un doctor amigo, que se desempeña en el Hospital Ángeles, me contestó, cuando le dije que deseaba verlo: Ni se te ocurra. Estamos hasta el tope y es muy riesgoso que te pares por aquí”.
Le recuerdo a la señora el refrán: alabanza en boca propia, es vituperio.