Periodistas y la 4T
Armando Ríos Ruiz viernes 24, Abr 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
Hace unos días circuló un video de una de las conferencias presidenciales, en el que una reportera anunció dos preguntas, una de ellas relacionada con el Ejército, pero como no había nadie de esa institución, haría la segunda. El Presidente anunció que estaba él. Que la hiciera, pues es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas. La periodista dijo: “mejor no. Gracias”. Esbozó una sonrisa y prefirió hacer el otro cuestionamiento.
Obviamente, soslayó la respuesta ofrecida, porque necesitaba una contestación certera, de un conocedor, de una persona instruida en cuestiones de las fuerzas armadas y no una que con toda seguridad no le serviría, porque era evidente que no satisfaría su necesidad profesional.
El estilo comenzó a perfilarse desde el principio. El único capaz de responder cualquier duda, del tema de que se trate, por científico que sea, es él.
Desde antes de iniciar su ejercicio presidencial, cuando ya sentía que los aires del triunfo electoral acariciaban su faz y el sentimiento de ganador comenzaba a inflamar su ego, inició también un desacuerdo con quienes le hacían entrevistas en virtud de que se había convertido en noticia más importante que nunca. Pretendía corregir las preguntas. Las rechazaba. Entablaba pleitos con notoria molestia, porque las interrogantes no eran las que deseaba.
Una vez que asumió el poder comenzó a dictar calificativos para los columnistas, principalmente y para algunos diarios. Sus matutinas servían para descalificar, con nombre y apellido, a medios y a sus representantes. La Prensa recibió adjetivos como chayotera, fifí, prensa vendida, prensa neoliberal, prensa conservadora y una retahíla bastante larga de desacreditaciones que no han parado un instante, hasta hoy.
Lo anterior, a pesar de declarar en múltiples ocasiones que es respetuoso de la libertad de expresión y de que ¡jamás!, ha ofendido al gremio. Como si la gente no supiera o imaginara con bastante puntería, que solicitó a empresas dedicadas a la información, el despido de sus colaboradores, por cierto de gran valía por su cultura y por su inteligencia. Ejemplos, sobran.
De tanto repetir sus insultos, se convirtió en maestro de sus admiradores a ultranza, al grado de que ahora, no es posible decir periodista delante de ellos, porque en automático agregan la palabra “chayotero”, cuando ayer no tenían la más remota idea de lo que significa el término en el argot del periodismo.
No le gustan los profesionales de la información. Hace ver que no sirven para nada, porque publican cosas que no son de su agrado. Pero el periodismo no es para aplaudir mentiras, desatinos, dislexias ni actitudes gubernamentales que a todas luces son errores que encaminan al país a su destrucción. En lugar de criticarlos debería escucharlos, para evitar las pifias en que incurre todos los días. Podrían ser sus consejeros más certeros, si les prestara oídos.
Lejos de eso se erige en un hombre tan sabio como el pueblo que votó por él y al mismo que desea mantener a su lado mediante pagos mensuales y bimestrales, para evitar un posible descalabro en futuras elecciones.
Cualquier mexicano con dos dedos de frente, prefiere leer a los últimos citados en una mañanera. Prefiere al director de Excelsior, a los articulistas de Reforma, a los analistas de muchos otros medios a quienes les correspondieron denuestos, por la simple razón de que realmente informan, orientan y forman opinión sin tener que proferir ditirambos sólo por estar en la gracia del que manda.
Citó a conocedores. A profesionales. Nadie, en su sano juicio, sería capaz de compararlos con los modernos periodistas erigidos en campeones de la información de las redes sociales, que aparecieron por todos lados y que dedican su espacio a la lisonja, a la adulación, al halago marrullero al Presidente. No creo que sea gratis.
¿Qué pueden informar periodistas de la talla de uno que se hace llamar El Chapucero? ¿Otro que se apellida Serrano y muchos más que se han adueñado de espacios en la Internet, que nada tienen de periodistas y que más bien representan una vergüenza para el gremio y una deshonra para la profesión, iguales que los que acuden a las matutinas a hacer preguntas cómodas?