*¡Mejor, bájenle!
Armando Ríos Ruiz miércoles 22, Abr 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
Pese a la pandemia que azota a todo el planeta, a las bajas que causa dentro y fuera de México, al miedo a contagiarse en el que mucha gente vive, a la zozobra por no saber a ciencia cierta a qué nos enfrentamos y al tedio en que transcurre la cuarentena, el crimen organizado continúa inmerso en una competencia macabra, en eso de quitar vidas.
Ayer, los medios dieron cuenta de que el aislamiento a causa de la emergencia sanitaria y lejos de que la situación propicie una especie de receso o de disminución de los delitos que se cometen, principalmente de asesinatos, marzo registró la cifra más alta de homicidios dolosos en lo que va del presente sexenio, con 3 mil difuntos.
Anteayer, 19 de abril, fue un día especial en ese rubro, con 105 crímenes en un solo día, el peor desde diciembre de 2018 hasta hoy. Pero ya deberíamos habernos acostumbrado que en este ejercicio gubernamental, esa será la divisa diaria, ya que a ninguna autoridad causa ni sorpresa ni pena ni congoja ni asombro.
Además, es clara muestra de que la estrategia planteada por el Presidente para acabar con la delincuencia, que más bien molesta por lo insípida, por donde se le vea, no tiene un átomo de eficacia. La situación amenaza convertirse en la peor de la historia de nuestro país. Seguramente ganaremos otro campeonato mundial, como ya lo tenemos en ruido, en contaminación y en otros renglones.
Lo anterior se debe, sin duda, a los conservadores y a los neoliberales. Imagino que se pasan el tiempo azuzando a los delincuentes a matarse entre sí por cualquier causa y que estos, al fin peritas en dulce, no oponen ningún obstáculo y obedecen sin chistar, sabedores que no tienen más remedio que hacer lo que esos seres siniestros les ordenan.
Pero además, los miembros de algunos cárteles de la droga, como el del Golfo, Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa, encabezados por los hijos de El Chapo, han salido a las calles sin ninguna preocupación, a repartir despensas y otros apoyos a la población necesitada, como una aportación a causa de las carencias acentuadas por el virus mortal.
Para vergüenza del gobierno, que por el contrario, anunció el abandono a su suerte a las mini, pequeñas y medianas empresas, surge un auxilio ni siquiera paralelo, sino único e inesperado, ideado por criminales que sin ningún rubor, sin ningún aviso, sin anuencia de las autoridades, se dedican a suministrar ayuda que debe significar un gran alivio en los momentos que se viven.
Sin embargo, no todo está perdido. Nuestro mandatario ya lamentó que en medio de la situación de emergencia que vivimos, los homicidios continúen a la alza. Una cosa es lamentar y otra es actuar, como lo haría cualquier mandatario de cualquier país, que seguramente utilizaría las fuerzas policíacas a su disposición y hasta al Ejército, para combatir semejante mal, que en México crece todos los días porque estamos hundidos en una dejadez total.
Dice, como sorprendido por los sucesos criminales: “ni siquiera porque existe esta situación del coronavirus se han calmado”, como si esas personas tuvieran obligación de dejar de hacer lo que hacen siempre, cuando se trata de una forma de ganar dinero y hacer riqueza, además de cumplir compromisos con otros similares del país vecino, que pagan bien.
Agrega: “Mejor, bájenle y piensen en sus familias y en ustedes”. Y en lo que quiere parecerse a una homilía dominical insiste: “si me están escuchando o me están viendo, hay que tener amor a la vida, es lo más sublime, una bendición”.
Por lo pronto, se olvidó de las recetas pregonadas a lo largo del sexenio, como aquello de dar abrazos o de acusar a esos señores de la droga con sus mamacitas o con sus abuelitas, en las que tanto evidenció confianza extrema. Ahora, la tónica es pedir “que le bajen”.