Se festeja la crisis
Armando Ríos Ruiz viernes 17, Abr 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
Nuestro gobierno ha transformado en costumbre festejar los actos que lo han convertido en siervo sumiso de Estados Unidos. En septiembre del año pasado, Trump declaró que usaba a México para proteger su frontera, después de que nuestro Presidente se comprometió a endurecer su política migratoria con efectivos de la Guardia Nacional.
Reaccionó de esa manera ante las amenazas del gobierno del norte, de implementar un arancel escalonado en todos los productos mexicanos, de 5 a 25 por ciento, que se hubiera traducido en un terrible golpe para nuestra economía tambaleante, que hoy está en la antesala de la crisis más severa de su historia, a causa de la pandemia que azota a todo el mundo.
En aquella ocasión, luego de que el canciller Marcelo Ebrard anunció como un triunfo extraordinario la cancelación de la aplicación de aranceles y se determinó la conversión de la Guardia nacional en un cuerpo dedicado a impedir la entrada de migrantes centroamericanos, con todo y la violación flagrante de derechos humanos, celebraron en grande con una fiesta inolvidable, en Tijuana.
De alguna manera, el mandatario estadounidense cumplía su promesa en campaña, de construir un muro a lo largo de La frontera con nuestro país sin gastar un centavo. La valla se hizo realidad con soldados mexicanos, que originalmente servirían para tareas diferentes.
En los tiempos recientes, se especula que la demanda de petróleo mundial ronda los 100 millones de barriles diarios. El precio del energético se desplomó a niveles ínfimos, luego de un enfrentamiento entre los principales países productores, Arabia Saudita y Rusia, inmersos en recortes de producción sistemáticos, para regular el precio y ganar cuota de mercado.
Para lograr un repunte en los precios, la OPEP ideó reducir la producción en casi 10 millones de barriles diarios. Invitó a México a secundar el proyecto con 400 mil barriles, pero sorprendió cuando la secretaria de Energía, Rocío Nahle, los dejó con un palmo de narices, actitud vista por los expertos como grave error.
El organismo internacional insistió en la participación mexicana y puso un plazo, transcurrido el cual, hubiera continuado haciéndolo a un lado. Finalmente, ni siquiera pertenece a la organización y de todas formas, no hubiera afectado en nada el plan. Pero sí se hubiera perdido una oportunidad –se perdió la mayor parte− de recomponer la tan menguada economía mexicana, una vez estabilizados los precios en los 40 dólares por barril que se calculan.
De inmediato, el Presidente felicitó a la interlocutora por ni siquiera decir no, sino por levantarse y abandonar la reunión virtual. No obstante, el mandatario de Estados Unidos corrió al rescate de México, reconocido de esta manera por nuestras autoridades, con lo que tácitamente se acepta que se cometió una pifia, al rechazar la oportunidad de resarcir su economía por la nivelación del precio.
Ahora ha quedado en deuda con Estados Unidos, porque ese fue el trato. No es posible negarlo. Trump estableció que su “nuevo amigo” aceptó pagarle cuando estuviera en condiciones. Ya sabemos cómo se comportan los patrones, principalmente cuando se trata de obtener ventaja. Eso de que recibimos un trato histórico, nunca visto, es para chairos.
Ahora bien: resulta que los países miembros de la OPEP, liderados por los árabes y por Rusia, principalmente, ya vislumbraron que los 9.7 millones de barriles menos para lograr la estabilización de precios en el nivel que desean, son pocos y han comenzado a discutir sobre la posibilidad de reducir la producción hasta en 20 millones de barriles diarios.
¿Qué hará México ante este nuevo panorama? ¿Pedirle al buen Trump, que ayuda nuevamente? Seguro, ni el mandatario ni la OPEP estarían dispuestos a aceptar una intervención similar. Nuestra economía se encuentra pues a punto del colapso. Los costos de extracción del hidrocarburo son exageradamente altos y nuestra producción no llega a los dos millones de barriles diarios.