Una rayita
Armando Ríos Ruiz viernes 3, Abr 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
Cuando dicen que el Presidente no está en sus cabales, no hay más remedio que creerlo, ante los desplantes fuera de la realidad que hace visibles y permanece inalterable, como si realmente hubiera hecho una gracia. Desde luego, si este ejercicio se hace sin la reserva de disculparlo de todo y de aplaudirle todo, hasta los dislates garrafales, que en un mandatario son más notorios.
Juan Bosco Abascal, quien cuenta con cinco doctorados −uno en psiquiatría y uno de tantos observadores−, señala que “padece cinco enfermedades que merman la objetividad de las decisiones que se toman desde el gobierno” y que una de las más notorias a través de los años es la esquizofrenia, ya que no toma en cuenta la realidad como es, sino como la imagina.
También tiene una personalidad paranoide, razón por la que culpa a otros de lo que ocurre en el país. Nunca asume su responsabilidad, además de atacar e insultar a quienes no se someten a él. Es oligofrénico. Es decir, de pensamiento lento con bajo nivel de coeficiente intelectual que compite con un alumno de quinto grado.
Otros rasgos son la dislalia y la disartria, que se traducen como incompetente para conjugar sujeto, verbo y complemento.
Para otros, padece el síndrome adámico, que consiste en culpar a los demás de lo que hace. El hombre de la Creación culpa a Eva de haberle ofrecido la fruta y comerla. A su vez, ella culpa a la serpiente de ofrecérsela, cuando Dios les pregunta sobre la desobediencia.
No sabemos si sus cercanos no le hacen saber opiniones como las anteriores o simplemente no las lee, porque cuando hace señalamientos de culpas –o de otro tipo−, no repara en que achaca a otros sus propios procederes.
Todo viene a colación por lo ocurrido hace dos días, cuando nuestro mandatario pidió a los “conservadores” una tregua de un mes o “bajarle una rayita a los ataques y enfrentar la pandemia con unidad”. Se comportó como la señora que pide auxilio mientras asesta una tunda severa al marido o a otra persona, con la acusación de una acción en su contra.
Dijo en su acostumbrada conferencia que lo que han querido sus enemigos es alentar la división y la polarización en la sociedad, cosa que no han podido llevar a efecto y volvió al ataque a los corruptos, injustos y llenos de privilegios.
¿No fue él quien, desde que asumió la Presidencia, comenzó a disparar sin cansancio, una retahíla de calificativos en contra de todos los fantasmas que ve sólo él, como “fifís”, conservadores, neoliberales contra sus benditos “chairos” y otros, con los que se puede escribir una página completa?
Dijo que “aunque han querido los conservadores alentar la división, polarizar, no han podido, ni podrán”. Llamo a la unidad a los conservadores, con la frase de Vicente Guerrero: “la patria es primero”, que ya le bajen una rayita, porque está la campaña en medios, en redes, desbordada. Abruman, fastidian, se hacen daño, porque están perdiendo cada vez más credibilidad”.
¿No es acaso el Presidente quien pierde credibilidad todos los días a pasos agigantados? En las últimas encuestas, está debajo de 50 por ciento en las preferencias, de acuerdo con diferentes empresas encuestadoras. Mitofsky, entre otras, dio ayer 48.2. GEA lo pone aún más abajo.
¿Y quién, con una inteligencia normal, está dispuesto a creerle, después de más de un año de mentir a diestro y siniestro? ¿De decir una cosa hoy y desdecirse mañana? Como lo que ocurre con la pandemia, de la que ha sostenido que no hay tal y ha alentado a no observar las conductas adecuadas.
Ahora pide cooperación a los empresarios, mientras se niega a cooperar con ellos. Ha dicho reiteradamente que no está dispuesto a condonar impuestos, porque eso se hacía en el pasado, mientras los obliga a pagar sueldos sin que los empleados trabajen. Está bien. Pero justo es que también reciban ayuda para evitar quiebras que serán inevitables. ¿Quién actúa fuera de la realidad?