Política suicida
Freddy Sánchez jueves 26, Mar 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Dos cuestiones se antojan indispensables para evitar un colapso económico, tras la pandemia: plantar los pies en la tierra y no jugar al equilibrista.
Y ésto, obviamente, debe llevar a las políticas institucionales del momento a adaptarse a las circunstancias que se están viviendo, dando apoyo de distinta índole a los que lo requieran para no verse arrasados por la crisis económica.
Porque, aparte de la prioridad nacional de salvar vidas, es preciso poner a salvo para el corto y mediano plazo la continuación de la vida económica nacional, basada fundamentalmente en las microactividades.
Y es que sin el otorgamiento de estímulos para que los afectados puedan paliar “la tormenta”, por el cierre obligado de sus actividades, lo inevitable será que millones de coterráneos sufran de una crisis mucho más grave y más difícil de resolver, si previamente, no se toman las acciones debidas para ayudarlos a superar la escasez de ingresos durante el tiempo que dure la secuela funesta del coronavirus en México.
Y por lo que toca a la recuperación de la economía a media y gran escala, lo procedente será modificar el criterio de qué hacer frente a los inversionistas nacionales y extranjeros, que por el momento se muestran cautelosos en extremo y se resisten a confiar en proyectos de inversión a largo plazo.
El antecedente de la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, que por lo visto sigue siendo la “piedrita en el zapato” que desagrada a los que aspiran a invertir en el país, aparentemente reactivóo su mala influencia, a causa de la noticia de la suspensión de la construcción de una cervecería en Baja California.
Otra vez, por “la magia” de las encuestas populares, en un santiamén se decidió que la gente no quiere dicha empresa en su tierra, y “pin, pon, papas”, se decidió “el adiós” a una magna obra que representó hasta el momento de votar por su suspensión definitiva, una erogación multimillonaria, que al percibir como otra pérdida del sector empresarial, a causa de lo mismo que provocó la cancelación del nuevo aeropuerto en la capital del país, los afectados pusieron “el grito en el cielo”, incitando el respaldo de la representación empresarial en el país, a fin de declarar una decidida oposición a lo se está catalogando como otro un golpe “duro y a la cabeza” de un macroproyecto de inversión privada en actividades de negocios en el territorio nacional.
Y aunque, la vía jurídica y legal está abierta y posiblemente, al igual que sucedió con el nuevo aeropuerto, se termine indemnizando a los inversionistas afectados, si la cervecería no se construye más, lo que quedará en el ambiente como un “pésimo sabor de boca” entre los futuros inversionistas potenciales es que, por una u otra razón, si se animan a invertir podrían estar a merced de las encuestas de opinión a mano alzada entre unos cuantos, pudiéndose meter fácilmente “mano negra” a favor o en contra de cualquier inversión.
Así que frenar a medio camino cualquier proyecto empresarial, que cuenta con todos los permisos requeridos por la ley, definitivamente no es la mejor forma de alentar las inversiones en México.
En ese sentido, vale la pena señalar que lo que hace falta en la actualidad, es justamente capital privado para invertir y enfrentar las secuelas del coronavirus, a mediano y largo plazos, porque es evidente que los efectos dañinos para la economía en general, distraerán tanto dinero público en dotar de apoyos a los necesitados, que prácticamente las grandes inversiones dependerán de la voluntad participativa del sector privado.
Y para alentar dichas afluencias de capital, es menester que se demuestre que las inversiones no corren riesgos de quiebras ni descapitalización por decisiones surgidas de encuestas populares, cuando que ya se aprobaron con antelación todos permisos necesarios para un proyecto constructivo.
En ese tenor, hay que manifestar lógicamente que las inversiones, con meros afanes corruptos, de ningún modo deben recibir la autorización legal requerida por más que las respalden grandes capitales, pero tampoco continuar por la ruta de afectar a los inversionistas, porque golpear irracionalmente y a cada rato a los que confían en invertir en México podría traducirse en materia económica en una política suicida.