La gran catástrofe
Freddy Sánchez martes 24, Mar 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La verdad empezará a develarse irremisiblemente en cualquier momento para dar a conocer las consecuencias sobre las secuelas de la abominable presencia del Covid-19 en México. Atrás quedarán los presagios eufemísticos y los que exageraron las dimensiones fatales de la tragedia.
Se sabrá pronto que tan buen tino tuvo el análisis técnico y científico que dicen haber hecho las autoridades del sector salud, a fin de recomendar acciones de prevención sobre los contagios para que estos no fueran más de los inevitables, pero si muchos menos y con ello aminorar los daños por muertes, mediante lo que, según la postura oficial estuvo sustentado en un plan de acción institucional bien calculado, adecuadamente organizado y debidamente competente.
El controvertido ejemplo de la escuela en la que sería preferible dejar que mueran más niños y no menos antes de cerrarla, que al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell le significó innumerables críticas, (porque muchos entendieron de una manera lo que quizás él hubiera querido hacer entender de otra), a fin de cuentas será justamente lo que dará cuenta sobre la oportuna o tardía actuación de las autoridades frente a los estragos, (menores o más grandes), que se susciten por la pandemia.
De modo que si no mueren menos de los que sería deseable que murieran, pero se salvan más de morir, debido a que se supo intervenir oportunamente y hacer lo indispensable, ya lo estaremos viendo con el paso de los días y semanas por venir.
Y es obvio que dependiendo del número total de muertes que lleguen a ocurrir, y el tiempo que deba pasar para que los contagios colectivos dejen de seguir siendo causa de emergencia social, dará la pauta para juzgar el buen o mal desempeño de las autoridades médicas, que antes que ninguna otra, se convirtieron en las principales responsables de definir la estrategia de qué hacer y no hacer, de cuándo y cómo hacerlo y mediante qué técnicas, procedimientos y herramientas para tratar de que la pandemia en su tránsito mortífero por la nación, no causara estragos mayores y un más funesto dolor social.
Es de desear por lo tanto, que los que tomaron la batuta en cuestiones de salud para darle la cara a la letal presencia en el país del Covid-19, hayan tenido la inteligencia para nutrir sus juicios y planes de acción, con la información que en verdad se considere la más apropiada en estos casos, porque a fin de cuentas lo fundamental es que lo realizado y por realizar favorezca la preservación de la vida de la mayoría y provoque el menos número de bajas mortales.
Hagamos votos porque así sea, recurriendo gustosos (llegado el momento de hacerlo), a reconocer la buena mira oficial para enfrentar en materia de salud pública la crisis que estamos viviendo en su primera etapa y que habremos de vivir en las que están por llegar ante todos esos vaticinios de que lo verdaderamente inquietante y probablemente trágico sucederá en las siguientes semanas.
Un tiempo por venir, en el que se podrá constatar la eficacia o mala planeación y ejecución de las acciones médicas institucionales, que naturalmente, no son las únicas que habrán de estar sujetas a la observación social, puesto que en lo económico para la protección del bienestar familiar, igual tuvieron que adoptarse medidas previsoras, que eviten las terribles consecuencias que tendría no poner en marcha un programa emergente de apoyo económico en favor de los millones de afectados por la suspensión de actividades económicas.
Ese otro aspecto, tan grave como las afectaciones en la salud de la gente, (por la presencia del virus mortal que agobia a la humanidad entera), dio lugar al encierro domiciliario obligado, negocios inactivos y con esto último una crisis de financiamiento para la subsistencia familiar, haciendo indispensable la ayuda institucional en el mundo, lo que naturalmente, se tiene que hacer México.
De eso dependerá que las secuelas en la salud y en la economía de la gente, sean menos devastadoras, en vez de todo lo contrario, si los actos oficiales incurren en una lamentable falta de sensibilidad social y eso se traduce en la espantosa tragedia de una gran catástrofe.