Enfermedad de muerte
Freddy Sánchez martes 3, Mar 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“Ten cuidado con lo que deseas”…
Y más cuidado con lo que temes y no deseas.
Ambas expresiones vienen a cuento a propósito del indeseable y malhadado coronavirus que llegó a México.
Diversas voces de alerta lo anticiparon y fueron repudiadas con aquello de: cállate, ave de mal agüero; eres un profeta del desastre, deja de actuar como agorero fatal o yo cancelo esa idea. En fin, toda clase de manifestaciones para no dejar pasar por la mente la posibilidad de que el mal nos alcanzará, como finalmente nos alcanzó.
Los primeros casos confirmados de contagio se dieron a conocer oficialmente el viernes de la semana anterior.
Y con ello, un amplio informe institucional sobre las distintas acciones a realizar para minimizar la nocividad de este padecimiento altamente contagioso y fatal para un alto porcentaje de las personas que enferman.
Cabe esperar y ojalá así fuera, que las condiciones fisiológicas de quienes vivimos en este país desde hace mucho tiempo, pudieran de algún modo contribuir a una mayor resistencia contra los efectos mortíferos del coronavirus que hizo acto de presencia en el territorio, pero más allá de ese cálculo sustentado en un deseo de buena voluntad mucho más que en una convicción científica, lo verdaderamente importante es que las autoridades se hayan tomado en serio las advertencias de lo que podría pasar y pasó.
Y es que en los siguientes días, semanas y meses, nadie a ciencia cierta puede saber de qué tamaño será la embestida de la infección viral que se yergue sobre la humanidad de quienes habitamos en las ciudades mexicanas, bajo el amago de que un descuido al no detectar a tiempo un caso de la enfermedad contraída para su inmediata atención médica, inevitablemente redundaría en la expansión explosiva del mal.
De ahí la urgencia de que cada una de las instancias institucionales, además de las estrictamente médicas, mantengan una conducta operativa oportuna y sobre todo eficaz.
Todos esos males atribuidos al sector salud oficial, denunciados recientemente, debido al desabasto de medicamentos, insuficiencia de personal de servicio médico, inadecuado funcionamiento de aparatos de apoyo y morosidades concernientes a lo mismo, lógicamente hacen que uno tema secuelas funestas por el coronavirus, pero ante las fatalidades habidas en México, comúnmente ha salido esa enjundiosa casta que hace crecer la bonhomía y solidaridad por el prójimo.
Algo que, justamente, se requiere en su máxima expresión en estos momentos de emergencia médica nacional.
Todos los servicios institucionales, de carácter escolar, prevención social, policía uniformada, apoyo vehicular de emergencia, protección civil, además del personal médico en general, están obligados a entregar su mayor esfuerzo en aras de cuidar la salud de los que pudieran contagiarse y los que se hayan contagiado.
Dos tareas que ameritan un actuar institucional sin regateos, en el que la parte ciudadana, igual tiene que sumarse con el denodado afán de cuidar la salud propia y la de los demás.
La adopción de las medidas precautorias ampliamente difundidas tiene que ser una respuesta ciudadana sin escusa ni pretexto para que el coronavirus haga el menor daño posible entre la población en general.
Ante el más mínimo surgimiento de los síntomas característicos de la enfermedad es menester atenderse de inmediato y advertir a los demás de un potencial riesgo de contagio usando “tapabocas, lo que a todos obliga a guardar la calma y a presentarse a un servicio médico oficial para un diagnóstico oportuno.
Lo más seguro es que haya muchos casos en que se recurra al médico sin estar enfermo de coronavirus, pero extremar precauciones es menos grave que asumir una conducta omisa e indiferente ante la posibilidad del contagio de lo que indudablemente constituye una temible enfermedad de muerte.