El futuro fatídico
¬ Edgar Gómez Flores lunes 2, Mar 2020Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Escucho a Andrés Manuel López Obrador hablar del presidente chileno Salvador Allende, quien en 1973 fue derrocado por el golpe militar encabezado por el general Augusto Pinochet. Al respecto, esta analogía histórica que, de manera forzada, el presidente pretende acomodar a su cuarta transformación, me genera dos cuestionamientos. La primera es; ¿el primer mandatario pretende, en el siglo XXI, instaurar un régimen socialista como el del presidente Allende? y la segunda es si ¿nuestro presidente en verdad quiere llevar a México a una revolución social y económica o solamente busca aparecer como un mártir de nuestra historia?
Ahondaré sobre esta segunda pregunta. El Presidente viola diversas reglas de poder que lo deberían ayudar a administrar y mantener el mismo, así como la popularidad con la que actualmente cuenta. Él abre flancos a diestra y siniestra. Le es igual pelearse con empresarios, con padres de hijos enfermos de cáncer, con políticos de oposición, que con mujeres que han padecido violencia social, personal o de algún familiar cercano. Sobre esto, puedo afirmar que nuestro presidente no construye su cuarta transformación, solamente la decretó en su campaña presidencial y ahora, todos los que no encajen en su discurso o no lleven la cadencia retórica del mismo, son enemigos de la República. Abrir tantos frentes de batalla, seguramente le harán perder la guerra. Sin embargo, parece que el presidente no se preocupa por esto; porque, quizás no esté interesado en implementar una transformación, sino pasar a la historia como quien intentó un cambio radical; pero fue detenido por las fuerzas del mal ultraconservadoras y neoliberales.
La sombra del golpe de Estado, invocada por el presidente días atrás, parece más una aspiración que un temor. Parece más una invocación que una denuncia. Al evaluar sus discursos día con día me parece que su futuro político se centra en tres personajes; uno universal, Jesús de Nazaret, otro de América Latina, Salvador Allende y uno mexicano Francisco I. Madero. Los tres comparten una historia en común, muerieron a manos del poder y su obra quedó inconclusa, la cual fue terminada por sus seguidores, religiosos y políticos, según sea el caso.
Este camino, que sigue la verborrea presidencial, me hacen pensar que nuestro candidato vitalicio prevé y busca un futuro fatídico para su mandato, el cual se magnifica con su histrionismo que tiene como carpa teatral el Palacio Nacional. Hacer grandes enemigos de los molinos de viento o luchar contra las fuerzas del mal, encabezadas por pacientes con escases de medicamentos para el tratamiento del VIH, me dan elementos para saber que la cuarta transformación no llegará. Ni mucho menos un golpe de estado. Esto, porque los ejecutores de un hecho como éste, son vehementes correligionarios de la 4T: El Ejército Mexicano y el Congreso de la Unión.
Con esta realidad, el Presidente de la República debe empezar a tejer su proyecto de nación con un gabinete práctico que sepa cómo impulsar sus políticas públicas: las sociales, las económicas, las políticas, las de salud y medio ambiente. Su transición de mesías a mártir debe salir de su mente. La nación busca claridad en su combate a la corrupción, en el desarrollo económico y la justicia social. Es momento de ejercer sus compromisos como gobierno de izquierda. Jesús de Nazaret, Salvador Allende y Francisco I. Madero tuvieron su realidad histórica y no buscaron su martirio. Éste fue consecuencia de su lucha social y / o política. Hasta Jesús antes de morir invocó: “Elí, Elí, lemá sabactani” (“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)
Dejemos que Andrés Manuel termine su nueva etapa de mártir y esperemos la de primer Mandatario, que tanta falta le hace al país. Caso contrario, la connotación de la 4T pasará de Cuarta Transformación a Cuarta Temporada de una serie de comedia política.