El paro nacional feminista
Freddy Sánchez jueves 27, Feb 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Misandria o misoginia. Ni una cosa ni la otra, porque el respeto y consideración entre ambos géneros, es indispensable para la armonía en la familia, en el trabajo y en la vida en general.
Por ello, indiscutiblemente, cualquier acción protegida por la ley como es el derecho a expresar un sentimiento de molestia y de dolor, cuando algo mortifica el alma, no pude ser objeto de censura alguna.
¿Quien se atreve a decirle a su madre, a su esposa o a sus hijas, que carecen de razón si pretenden gozar de plena libertad para andar de un lugar a otro, en un trabajo o en otro, sin tener que estar expuestas al abuso, el menosprecio, la discriminación y sobre todo a una barbarie animal que se atreva a golpearlas, lesionarlas e incluso hasta matarlas?.
Baste mencionar lo que sería una reacción absolutamente natural de indignación y el deseo de desquite, que sin lugar a dudas sentiría cualesquier hombre que fuera notificado de los agravios contra la integridad de las mujeres de su casa. Salvo aquel misógino incurable, no podría haber representante del sexo masculino que actuara con indiferencia o disimulo en una circunstancia de esta naturaleza en detrimento del bienestar de alguien cercano a sus sentimientos efectivos.
Nadie entonces, con el más elemental respeto por las mujeres, puede manifestarse realmente contario a las acciones que se deban de tomar en defensa de la vida y los derechos feministas.
En vez de ello, es obligatorio sumarse a las expresiones de quienes han reclamado ser objeto de respeto a sus derechos más elementales, aun cuando uno pueda censurar reacciones violentas cuando se trata de exigir a las autoridades medidas más eficaces contra las agresiones sistemáticas que sufren las damas en este país.
Cabe aclarar, naturalmente, que entre los hombres igual suelen ocurrir malos tratos, agresiones físicas y sicológicas provenientes de una misandria que es tan deplorable como la misoginia y por lo mismo tales comportamientos no deberían ser adoptados en contra ni de las mujeres ni de los hombres.
Buena oportunidad la que plantea pues, el paro nacional de mujeres, a fin de reflexionar en el deber de sumarse a todo aquello que contribuya a crear un mejor ambiente social, familiar y de trabajo para las damas y los hombres injustamente maltratados.
Ahora que en el caso específico de las féminas, sin duda es menester que las autoridades dialoguen con los grupos que representan al feminismo inconforme para que de común acuerdo se busquen soluciones en favor de los derechos de las damas en cuanto a todo lo que legal y moralmente les corresponde en condiciones de absoluta igualdad con el sexo opuesto.
Porque de plano ya basta de querer ver menos a una mujer, desde una postura machista fuera de razón y francamente insostenible en los tiempos que corren.
El poder legislativo, ejecutivo y judicial, las empresas y en general los círculos de convivencia y asistencia social sea para el propósito que sea, no pueden dejar de adoptar las acciones que favorezcan y garanticen un mejor trato para las mujeres, sin limitación alguna con respecto a los derechos de los hombres, ni siquiera en aquello que la fuerza masculina pudiera suponer y gozar de exclusividad.
Si una mujer demanda hacer lo que cualquier hombre en una u otra actividad, estando capacitada para ello y no poniendo en riesgo su propia integridad física, que lo haga y punto. Incluso en asuntos de la fe y espiritualidad, por qué no.
Y por cuanto a su seguridad se refiere, concretamente en lo que tiene que ver con la violencia intrafamiliar y laboral, además claro está de tratar a toda costa de poner un hasta aquí a la monstruosidad de los feminicidios, es preciso rediseñar los protocolos de seguridad y proceder a reformas legales que ofrezcan mayor índice de protección feminista, en materia de prevención, investigación y castigo penal en caso de abusos y ataques en su contra.
Porque, de no lograrse algo así, absurdo sería el paro nacional feminista.