El “perdonavidas” sigue destruyendo al país
Francisco Rodríguez lunes 17, Feb 2020Índice político
Francisco Rodríguez
Reconocidos analistas de la actualidad mexicana opinan que el nuevo sistema político –esperemos que sea breve– se está construyendo sobre cimientos de ignorancia, odio, miedo, intolerancia y codicia. Abajo de eso, una total impunidad de los grupos delincuenciales y una gran displicencia hacia la ley, lo que puede llevar a una dictadura de caricatura, en el peor de los casos.
Frente a ellos, poderosos grupos perjudicados que esperan la oportunidad para tomar parte decisiva en las acciones. Demasiados intereses que tienen en juego la supervivencia o el aplastamiento y no pueden quedarse en el azoro ni en la pasividad. Es demasiado lo que está en juego. Pasa por encima de los intereses mediáticos y populistas de la Cuarta Transformación… que resultó una transformación de cuarta.
Hasta ahora existe una gran inconformidad entre la ciudadanía pensante, que se refleja cotidianamente en encuestas que no se han dado a conocer, pero que marcan ya un declive irreversible de la popularidad del Caudillo y de sus modos y maneras de ejercicio del poder omnímodo. Es un rumor sordo, denso, vergonzoso, nacido de observar los dislates cotidianos.
Todo el mundo sabe que las deudas fiscales de los empresarios mexicanos ascienden a varios billones de pesos. Dinero fraudulento que es indispensable para apoyar los programas presupuestales de cualquier régimen. Dinero nuestro que fue devuelto indebidamente a las manos de la oligarquía neoliberal, hoy posesionada del pandero.
Dinero fraudulento que ha sido transferido a descomunales inversiones hoteleras e inmobiliarias a suelo español y a paraísos fiscales del extranjero. Dinero fraudulento que forma, junto con el monto arrojado del millón de barriles diarios de crudo que se sustrae por esa pandilla, el muro infranqueable de las pesquisas nacionales. Fiel testimonio de la vergüenza nacional.
La única respuesta es la acción, lo saben todos. Urge una solución inmediata a los casos pendientes de resolver en la tan trillada lucha contra la corrupción, tópese donde se tope. Es ya una cuestión de Estado antes de que la opinión pública muerda miles de anzuelos envenenados. Antes de regresar a la violencia civil.
Antes de agarrarnos a pedradas, la solución vital pasa por encima de nuestras cabezas y no puede aceptar remilgo alguno. La población pide que de una vez por todas pasen a la báscula los que merezcan el juicio público. Ha sido demasiado esperar. El bono de la credibilidad, acotado, se está desvaneciendo.
No cabe ni el grito de auxilio. Tal parece que los oídos del primer círculo gubernamental están tapiados a cal y canto. Tal parece que este régimen puede pasar a la historia como el del enano del tapanco, a puro grito y sombrerazo, pero sin resultado concretos. Es una pena que ya ha trascendido a nivel mundial.
En los datos de procuración y aplicación de la justicia, la joya de la corona del elector mexicano, los datos duros arrojan resultados de risa loca: sólo hay tres pelagatos, tres paganos recluidos por defraudación fiscal, mientras el sesenta por ciento de las averiguaciones procesales están mal hechas o fracasaron porque fueron de consigna.
Y han sido demasiadas las amenazas, las advertencias insulsas de cacería fiscal de brujas, las pontificaciones sin sustancia, la verborrea demagógica de derecha que postergó las reivindicaciones ofrecidas y acabó por instalar un establecimiento mediocre, vengativo, soberbio, resentido, inane.
Después de que se prometió en campaña la solución de todos los males sociales, el triunfo de un magnetismo que llevaría al país a las mismas puertas del paraíso equitativo, descubrimos que el portador de esas palabras era simplemente un merolico, un estafador que se ha burlado de los deseos y de las expectativas de todo un pueblo.
México es actualmente un tianguis popular en donde sigue anunciándose con altavoces el producto ñoño de un charlatán de feria que ya vendió lo que traía y lo peor es que lo que trae en la otra maleta amenaza con borrarnos del mapa. Quiere destruir todo lo conseguido y dejarnos a todos en la cuarta pregunta.
Sus interlocutores, por miedo los que están adentro y por ignorancia los que están afuera, quieren más.
Ahora que el ajuste de cuentas con el pasado inmediato se llevó entre las patas lo único que quedaba, que ya vimos al individuo que habla mucho y mal para encantar incautos, el que ha dejado el camino un país sin salida, sin ideas y sin aspiraciones, hemos perdido lo mejor, a cambio de nada, así fuera lo peor.
Ahora que ya no sabemos adónde vamos y nadie quiere ir, ahora que perdimos el ritmo y el rumbo, es momento de no dejarnos sorprender por un hiperactivo resentido y eufórico que tampoco sabe quién es, ni de lo que todavía puede ser capaz, si nos dejamos. Una nación destrozada exige cuentas y tiene con qué hacerlo.
En lugar de constatar avances, nuevas reglas, manotazos sobre la mesa, ejercicios ágiles de impartición de justicia, programas, proyectos ejecutivos de obras, compromisos de intención para las mismas, presupuestos comprometidos, cuartos de guerra técnicos y políticos, jalones de orejas, definición de objetivos, vemos un semáforo de pare – siga que no tiene fin ni sentido.
Si queríamos saber cuál era la pasta, el contenido orgánico de una nueva manera de ejercer el poder, alejada de la corrupción, del odio y de la ignorancia, superar a los anteriores, castigar a los deturpadores del interés público y recuperar la identidad nacional a través de un nuevo gobierno, ya encontramos la respuesta: “caca”.
Para encubrir a los corruptos, se les ocurre “pasarles la charola” con el superior objetivo de salvar la ocurrencia de la rifa del avión presidencial. A cambio de impunidad absoluta, procesal, fiscal. En lugar de convocarlos a la inversión productiva, a colaborar en serio a la creación de empleos y a detener el naufragio del país, en la mente del Caudillo…
… sólo existe la necesidad de que lo ayuden a salvar sus escollos mentales, sus dislates, sus ocurrencias sin freno. Por veinte millones de pesos cada uno, recibirán su charola de buena conducta y su patente de corso, para ser inmunes a cualquier reclamo social, a cualquier citatorio judicial, a cualquier sospecha de la justicia. Son y serán unos leales a la Cuarta Transformación, por el hecho de solidarizarse con la estulticia del Paladín.
¿Y siempre empeñó su palabra contra el corporativismo? Lo practica de una manera soez e impune. En su mente descontrolada tiene el misal del sursum corda, el “cordero de dios que quita los pecados del mundo”, con tan sólo ganar adeptos forzados para sus insensateces.
Él los perdona, para el resto del sexenio, aunque nunca jamás pueda nadie reclamarles o pedirles que ejerzan una mínima función empresarial en beneficio colectivo.
Ellos siempre contestarán: ya nos perdonó el Caudillo. Estamos exonerados de polvo y paja. El país que se vaya a la mierda. Total, de eso se trata.
El afán destructivo es irrefrenable.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: No sólo el “chequesote” de 2 mil millones de pesos debió ser reintegrado al patrimonio de trabajadores y empresarios que cotizan en el Infonavit de donde fueron birlados, en lugar de ser enviados al fantasmagórico Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado donde se perderán esos recursos en fantasías del Caudillo y corruptelas que no se han acabado, ahora también se sabe que el “sablazo” que el Presidente Andrés Manuel López Obrador le propinó a un grupo de empresarios al pedir dinero para un sorteo de la Lotería Nacional podría ser violatorio de la Ley General de Responsabilidades Administrativas, dado que la Ley prohíbe a todos los servidores públicos, incluido el Presidente, solicitar dádivas para beneficio personal o de terceros. Dicha ley, que forma parte del entramado del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), también obliga a las personas morales a seguir una política de integridad. Y mientras, en el The New York Times se publica que “en el fondo, la rifa del avión ha terminado siendo un proyecto confuso y muy engorroso. Requiere cambiar la ley, necesita exonerar los impuestos, precisa evaluar y analizar el tema operacional… Pero sobre todo, ya en esta última etapa, propone un premio de lotería que ningún ganador puede cobrar. El propio López Obrador ha advertido que quien gane el avión no recibirá realmente el avión. Mientras todo es cada vez menos comprensible, el presidente asegura que, al final, el dinero recogido será usado para dotar de camas e insumos a los hospitales del país. Juegos de azar para financiar la salud pública. Nuevamente, la política no se expresa y se concreta en acciones directas, en la gerencia pública, sino en el imaginario, en la construcción de una narrativa épica y emocional. El avión presidencial es la representación del ‘mal’. Fue comprado durante el gobierno del expresidente Felipe Calderón y es el símbolo del lujo y la corrupción de ‘las mafias del poder’. Por eso AMLO inició esta batalla en contra del ‘enemigo del pueblo’. Sin embargo, en el camino, no ha tenido éxito. Y esta guerra comienza ya a ser costosa e inútil. El Estado mexicano no logró conseguir un comprador. Ni siquiera bajándole el precio al máximo…”
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