Justicia por propia mano
Armando Ríos Ruiz viernes 7, Feb 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
¿Qué debe hacerse cuando el gobierno de un país abandona a su suerte a sus gobernados? ¿Cuándo demuestra total desinterés por lo que les ocurre y si sus familiares son atacados por hordas de asesinos armados hasta los dientes, simplemente soslaya el caso por no ser considerado lo suficientemente importante para dedicarle algún tiempo?
¿Qué hacer en casos como el anterior, cuando además de restarle la importancia que merece, se agrega burla y se considera que una marcha para demandar justicia o para proponer ideas para mejorar la seguridad, no reviste ningún interés y por lo tanto, no es necesario perder tiempo prestando oídos?
¿Qué puede hacerse para que la autoridad reaccione a favor de las familias que perdieron a sus seres queridos a manos de sicarios que les disparan sin que nadie tenga capacidad para imaginar el motivo, menos cuando las víctimas indefensas, mujeres, niños, se ponen manos arriba en señal de rendición total y aun así son atravesados por balas de grueso calibre?
¿Qué Hacer? Ya vimos que las marchas para llamar la atención, para hacer planteamientos que pueden servir para allanar en alguna medida los ataques de los delincuentes; para hacerse escuchar; para espiar, por lo menos, algo de dolor frente a la más alta autoridad, cuando se expone el caso propio, pueden servir para atraer el odio de otros, que en lugar de sentir alguna pizca de piedad, sienten más bien un desprecio profundo contra los quejosos, por atreverse a molestar a su maestro y guía.
Es obvio que quien demanda justicia porque le asesinaron a un ser querido, desea con vehemencia ser escuchado por quien tiene el poder de ordenar una investigación. Es obvio que desea con toda su alma que las autoridades encargadas de realizar la investigación correspondiente, la hagan sin dilación, sin remilgos, con responsabilidad y con todo el conocimiento del caso.
Es obvio que no desea evasivas o soluciones inventadas. Que no quiere chivos expiatorios ni acciones para que se crea que algo se está haciendo. Quiere resultados. Nada más.
Por esas razones es que la familia LeBarón decidió crear un grupo ciudadano con unos 100 vecinos del lugar que habitan en Sonora. La autoridad no les deja otro camino, que el de organizarse, armarse y hacer frente a la delincuencia que hoy por hoy tiene permiso para asesinar y para otras cosas.
Sólo falta que la autoridad le diga que lo que pretende hacer es ilegal, que por eso hay quien lo haga desde el gobierno, como una vez, hace muchos años, le dijeron a la señora Isabel Miranda de Wallace, cuando inició la cacería de los asesinos de su hijo.
Los que se habían cruzado de brazos mientras tenían la obligación de investigar, se atrevieron a amonestarla por indagar sobre los asesinos de su descendiente; cuando los resultados de la autoridad habían sido totalmente nulos, descuidados y desinteresados, como siempre.
Los LeBarón –y los Sicilia y muchos más—, ya se convencieron de que están solos. Completamente solos en la indagatoria que corresponde a una parte del gobierno realizar y que, como ocurría hace muchos años, no les quedará más remedio que armarse para evitar otra embestida o para rechazar cualquiera otra afrenta. Saben que nadie acudirá a prestarles ayuda.
Ya se convencieron, como se convencieron los indígenas de Chilapa y sus cercanías, que no tienen más recursos humanos que valerse de los niños que ni siquiera han tenido tiempo para jugar, para dedicarse ahora a empuñar armas que sirven para arrebatar la vida de sus semejantes.
Como los niños de Guerrero, los LeBarón también tendrán que tomar el curso intensivo del uso de armas de fuego y de valerse de otras estrategias legales que ya toman en cuenta, para formar su ejército que, de acuerdo con sus planes, puede ser bastante nutrido.