Despilfarro institucional
Freddy Sánchez jueves 23, Ene 2020Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Las marchas contra la inseguridad y las protestas por los embotellamientos han servido para lo mismo: muy poco o absolutamente nada, según se quiera ver ante la tácita perpetuación de estos males sociales.
Lo cual, evidentemente, ya ni vergüenza causa a diversas autoridades con el encargo de hallar soluciones eficaces para dicha problemática dual.
Y es que no de ahora, sino desde hace varios sexenios, se realizan marchas y más marchas ante tantos crímenes y más crímenes, del mismo modo que se planean y ejecutan disímbolas acciones viales y continúan los embotellamientos y más embotellamientos.
Dos asignaturas pendientes de resolver, a falta de medidas que realmente representen un medio de acabar con estos lastres, en vez únicamente de usarlos como pretexto para la realización continua de erogaciones de dinero público, en todo tipo de planes y proyectos con sus respectivos programas ejecutivos y acciones que los acompañan, significando un gasto multimillonario en las distintas administraciones gubernamentales, invariablemente concluyentes con el funesto “ saldo rojo” de haber gastado prácticamente a “tontas y a locas”, en los rubros de vialidad y seguridad.
Como en el caso de aquella barbaridad de haber contratado los servicios del señor Giuliani pagándole con aportaciones supuestamente privadas cuatro y medio millones de dólares por su propuesta de “tolerancia cero”, basada en la aplicación de máxima severidad contra toda conducta antisocial, desde la rotura de un vidrio, siendo que en la práctica casi nada de lo recomendado se aplicó.
Y si lo del señor Giuliani, en realidad no significó gasto oficial alguno, no cabe duda que en la contratación de otros de estrategas, consultores, asesores y demás supuestos expertos en el tema, el gobierno ha dedicado mucho dinero que bien podría considerarse como mal invertido.
De hecho, eso mismo se puede pesar de una buena parte de lo destinado para el equipamiento tecnológico, la compra de trasportación aérea y terrestre, instalaciones altamente sofisticadas con dispositivos “inteligentes”, armamento, toda la gama de instrumentos para la protección y seguridad de los agentes del orden, entre otras compras en aras de hacer más eficaz la tarea de combatir a la delincuencia, con resultados deplorablemente “pobres” en varios sexenios.
Y por lo que al presente se refiere, si bien subsiste la esperanza de que tal desperdicio de recursos cambie y realmente lo que se gaste en esos menesteres, sirva al elevado deseo social de que la seguridad se recobre para la sana convivencia de la sociedad, por desgracia hasta la fecha, a más de un año de la nueva administración sigue sin hacerse sentir el cambio largamente esperado. Por el contrario, lamentablemente, la incidencia delictiva parece ir en constante aumento.
Nada exagerado sería decir entonces, que se gasta mucho en cuestiones de seguridad, las marchas de protesta continúan y poco cambia.
Lo mismo púes, que sucede con los embotellamientos, que no disminuyen sino que cada vez son más caóticos, a pesar de “los segundos pisos”, las nuevas rutas para los “metrobuses”, la renovación de vehículos del trasporte público, incluida la adecuación de sistema del tren ligero, trabajos de reparación en el Metro, además de planes, políticas y acciones diversas en el tema de la vialidad, con gastos multimillonarios, a decir verdad, francamente inútiles, puesto que es mucho más lo que se gasta que lo que se resuelve.
De manera que en materia de uso de recursos oficiales en aras de combatir al crimen organizado y devolverle a este país un clima de seguridad al igual que lo que concierne a la voluntad oficial de hacer menos insoportables los embotellamientos vehiculares, dos cuestiones hay que mencionar enfáticamente.
Y es que lo que se hizo en el pasado y por lo visto se sigue haciendo en el presente, dista de ser lo estrictamente necesario y apropiado y esto redunda en que dichos problemas sigan sin resolverse, a pesar de un recurrente y descomunal despilfarro institucional.