El humor como crítica o catalizador social
Opinión lunes 13, Ene 2020De la carpa a las letras
Arturo Arellano
En tiempos de conflictos bélicos y guerras, ya sea mundiales o internas, cuyos provocadores suelen ser siempre los altos mandatarios de las naciones. El humor hace presencia con mayor fuerza, nace como recurso de los marginados para criticar las decisiones de quienes nos llevan a la destrucción o bien también para olvidarnos un poco de la misma tragedia.
Durante la Revolución Mexicana, fue la caricatura política protagonista de una fuerte crítica contra el gobierno y el mundo, un sinfín de cómicos, caricaturistas, escritores, payasos, artistas, han puesto su trabajo al servicio de la sociedad. Sin embargo, en nuestra actualidad, es difícil poderse reír de algo, cuando un país se consume entre las llamas, en medio de la indiferencia de otras naciones que dan prioridad a los enfrentamientos bélicos, cuando un niño de apenas 11 años de edad atenta contra su profesora de la escuela para después quitarse la vida, cuando nadie tiene respeto por la naturaleza, ni por los valores cívicos y éticos, que tantas generaciones defendieron.
No quiero usar mis palabras, porque ¿quién soy yo para decir lo que está bien o mal?, pero pondré a continuación, la primera parte de un discurso en el que creo y viene del más grande de todos en la comedia internacional, el señor Charles Chaplin, al final de su obra maestra “El gran dictador”, en la que hace referencia a la Segunda Guerra Mundial y que lastimosamente continúa con una vigencia aterradora.
“Lo siento, pero yo no quiero ser emperador; ése no es mi oficio. No quiero gobernar, ni conquistar a nadie, sino ayudar a todos si fuera posible. Judíos y gentiles, blancos o negros.
Tenemos que ayudarnos unos a otros. Los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos. La Tierra es rica y puede alimentar a todos los seres.
El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas. Ha levantado barreras de odio. Nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy de prisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco.
Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta. Se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana. Exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.
Ahora mismo mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños. Víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes.
A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará. Y caerán los dictadores. Y el poder que le quitaron al pueblo, se le reintegrará al pueblo. Y así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá”. En la siguiente entrega de “La Carpa” concluiré la transcripción de este maravilloso discurso y les contaré de aquellos que en esto se inspiraron para tomar la nariz y los zapatones como defensa entre la guerra.