¿Dónde está el líder?
Armando Ríos Ruiz viernes 10, Ene 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
El “buenazo” de Carlos Romero Deschamps, ex líder del sindicato Petrolero, presentó su renuncia al cargo en octubre pasado, porque observó que no había ya cooperación entre trabajadores y administración para impulsar los proyectos que permitieran un avance real de Pemex hacia su consolidación.
Prefirió renunciar al liderazgo que antes defendió a punta de balazos de otros que intentaron, tanto incansable como infructuosamente, de sustituirlo, quienes sufrieron intimidaciones primero y luego la presencia de pistoleros enviados por el celoso representante de los trabajadores. Se trataba de un “hueso” al que todavía le sobraba carne jugosa y exquisita que roerle.
No podía permitir que otros le arrebataran su empeño en pelear por dar a Pemex las mejores condiciones de existencia y por velar por la tranquilidad de la clase trabajadora para ponerla a su nivel en todo, desde las ganancias hasta las aspiraciones de figurar reiteradamente en el Congreso de la Unión.
Consentido de diferentes gobiernos durante 26 años, seguramente porque advertían en él un amor inusual a los trabajadores petroleros, no hizo lo que quiso. Obtuvo para sí y para toda la familia lo estrictamente necesario para que se pasearan por todo el mundo; para comprar departamentos y automóviles carísimos y hasta para pasear a la mascota en aviones.
Antes de su renuncia se dijo que efectivamente, había investigación en su contra y de otros familiares, contados su esposa y sus hijos, quienes jamás repararon en exhibir la fortuna incalculable del padre ejemplar, ganada con tibio sudor, gracias a la multitud de negocios que llegaban a su oficina y a las incontables compras que hacía la empresa. Jamás buscó. Todo le llegaba.
Se habló de que había huido del país y respondió desde algún lugar de México, que aún se encontraba aquí y que no se iría. Daba a entender que todo estaba bien y que no había persecución.
Pero un día la hubo y seguramente, como suele ocurrir en casos como éste, alguien lo alertó y entonces puso tierra de por medio. Nadie sabe ahora dónde está y resulta curioso que cuando un político es capturado, el juez se asegura de que no pise la calle ni por asomo, pues podría escapar. Suele recordarse que tienen casas en otros lados y pudieran aprovechar para viajar rumbo a alguna.
En el caso de Romero Deschamps, éste dio confianza de que permanecería en el país, en espera de que la autoridad lo capturara; para evitarle búsquedas desgastantes. Confiaron ciegamente en él, pero algo raro en su personalidad y en su mente responsable y cabal ocurrió: fue mentiroso y tramposo y acabó por fugarse.
Ahora que alguien quiso encontrarlo, no pudo y entonces se supuso que falto a su palabra y se fue. El asunto es que su escapatoria no acaba de ocurrir, sino que ocurrió apenas días después de renunciar al cargo en el sindicato de Pemex. Se sabía, pero se le dio tiempo a que se escondiera lo mejor posible.
Se sabe que tampoco viajó solo. Se llevó a toda la familia: esposa, hijos, hermanos, nueras, cuñados y toda una pléyade de cercanos que participaron del “hueso”, aunque no fuera suyo, pero que se cubría de magia constantemente para alimentar a todos con pepitas de oro.
No fue detenido porque de plano, no quisieron detenerlo. Es imposible que no hayan imaginado la huida de uno de los hombres más corruptos de México, luego de conocerse que se le investigaba a él y a sus familiares. Hubo omisión desmedida y la autoridad no puede alegar nada a su favor.
Parece que tenía componendas con alguien y que finalmente fue avisado para que escapara.
A muchos nos parece increíble que un padre enlode en sus asuntos turbios a la propia familia y luego ésta igualmente, se vea en la necesidad de esconderse, porque el progenitor consintió en que se convirtiera en delincuente.