¿Y Peña Nieto, cuándo?
Armando Ríos Ruiz miércoles 8, Ene 2020Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
Abogados que han tenido que ver con la defensa de involucrados en diferentes casos de corrupción ejecutados durante el sexenio pasado han coincidido en la necesidad de hacer participar en los diferentes juicios al ex presidente, Enrique Peña Nieto, por considerar que es quién más sabe de los mismos.
Hay muchos indicios de que es quién los consintió, porque su gobierno parece haber funcionado, más que nada, para organizar actos de sus colaboradores que dejaran una derrama muy grande de dinero, que alcanzara para muchos. Desde luego, dejando la tajada más grande para los de arriba. Mientras más responsabilidad, mayor ganancia.
Aunque para muchos, su mente no daba para idear arreglos complicados para la obtención de cantidades mayúsculas, como la llamada “estafa maestra”. Elucubran que para eso se necesitaba una mente pensante como perversa, capaz de idear triangulaciones que ocultaran lo mejor posible, el mecanismo para allegarse de dineros obtenidos de manera malsana.
Su mente daba sólo para aceptar, para consentir esos servicios tan altamente redituables. El verdadero artífice, para muchos, era Luis Videgaray, su secretario de Hacienda al principio de la gestión.
Ahora, la gente se pregunta: ¿hasta cuándo se decidirá el actual gobierno a llamarlo a cuentas?
El año pasado, Javier Coello Trejo, abogado de Emilio Lozoya Austín, se cansó de reclamar la presencia del mandatario, para que diera luz, mucha luz, sobre en el caso Odebretch. Las autoridades hicieron caso omiso a la petición, que deben haber considerado descabellada o atrevida.
Hace unos días, el abogado de Rosario Robles, Julio Hernández Barros, manifestó que será la declaración del ex presidente la que arroje también luz sobre la omisión de la señora, en comunicarle los “presuntos desvíos de recursos en dos dependencias durante su gestión.
Pero no existe voluntad de nadie en este sexenio, para molestarlo mientras gasta lo que quiere, en restaurantes lujosos y en otras diversiones, siempre bien acompañado, en otras latitudes del planeta o en España, en donde tiene una lujosa residencia en un club de golf para personas muy adineradas.
Es intocable cuando tiene mucho qué contar, qué aclarar o qué declarar. Esta situación ha agigantado la sospecha de que, efectivamente, existe un acuerdo de intocabilidad que lo inmuniza contra los actos de justicia.
¿De qué sirve que todos los días se cite el pasado como fuente de todo lo malo que prevalece ahora, porque fue heredado? ¿Qué caso tiene decir todos los días que el diablo, apoderado de la caja de Pandora gobernó tan mal, que aún se padecen sus ruindades?
¿Por qué no mejor actuar y poner en donde deben estar, a esos personajes tan ruines, en lugar de sólo hablar mal de ellos? Un gobierno representa la justicia, el remedio de los males que hayan persistido. Un gobierno contiene autoridades cuya tarea es castigar a quienes se dedicaron sólo a hacer daño muy grande a los países que gobernaron.
Los gobernantes no pueden soslayar esas situaciones. Tienen obligación de actuar. Así como se ha actuado ya en contra de dos personajes, que más bien parecen chivos expiatorios u objetos de venganza, tienen el deber de llamar a cuentas a quienes orquestaron los grandes males.
El ex presidente debe comparecer ante la autoridad, no sólo a atestiguar sobre los casos en entredicho, sino sobre su propia conducta en tantas y tantas situaciones que dejó con un olor muy fuerte de su participación. Junto con él, otros que también despiden el mismo tufo.