2020, el rumbo
¬ Edgar Gómez Flores lunes 6, Ene 2020Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Las clases bajas de cualquier nación buscan sobrevivir en el día a día, mientras las clases más pudientes buscan acomodarse en la nueva burguesía burocrática con el fin de que el interés de sus capitales sea cumplido, en cuanto a rentabilidad y protección de su patrimonio. Por otro lado, las clases medias solo buscan estabilidad para mantener una rutina de gasto y por ende de vida.
En este sentido, durante el año saliente (2019), estos tres estratos sociales, en nuestro país, no vieron cumplidas sus expectativas económicas. Las clases bajas se quedaron con unos servicios de salud mermados, una educación retomada por los sindicatos magisteriales y sin los apoyos sociales prometidos. Por su parte, las clases altas recibieron el balde de agua fría con la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México que, con un 30% de avance, fue cancelado en su totalidad y, por el contrario, se retomaron caprichosos proyectos multimillonarios con problemas para su ejecución (el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía, etc.). Por último, la clase media resintió el freno de mano puesto a la economía con un crecimiento nulo y la baja del empleo. Estos escenarios ponen a un Gobierno de México frente a su realidad. Faltarán culpables para poder trasladar su responsabilidad: Los conservadores, los empresarios, los partidos de oposición, los neoporfiristas o neoliberales y los “fifís” se han acabado después de un año. Ahora, 2020, es el año de la Cuarta Transformación. Los ciudadanos debemos ver una propuesta clara de seguridad pública, desarrollo económico, relaciones de México con el Mundo y una propuesta seria y no populista de desarrollo sostenible, no solo para este sexenio; sino para las siguientes generaciones.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado que ningún problema le quita el sueño. Esto, sólo puede ser por dos causas: por el cinismo de su frase o porque tiene un diagnóstico claro de la problemática y por consecuencia de las acciones que debe realizar. Espero sinceramente que estemos en el segundo escenario. De ser así, los voceros de la presidencia y de las distintas instituciones públicas deben comunicarnos claramente la estrategia y los resultados que se empiecen a obtener. La época de las posadas navideñas; donde el Primer Mandatario, con los ojos cerrados, con palo en mano, intentaba pegarle a la piñata, ya terminó. Ahora debe quitarse la venda de los ojos y dar golpes certeros a los verdaderos enemigos de México: el crimen organizado, la corrupción en el poder judicial, el desempleo, la pobreza y la percepción de nuestro país en el extranjero.
No me imagino un año 2020 con la misma receta del primer año de la Transformación; donde se enfatizaron las diferencias entre los mexicanos; los del Norte contra los del Sur, o los ricos contra los pobres. El Gobierno y la sociedad no son binomiales, son un mosaico de creencias, de cultura y de decisiones que enriquecen nuestra estructura social. Este nuevo Gobierno debe dejar a un lado las creencias para gobernar con la praxis que le permita lograr sus objetivos que se resumen en un México libre de corrupción, sin pobreza y garante de libertades. Pero también debe sumar a estas metas un México moderno, sustentable (en el plano social y ambiental) y principalmente pacificado, donde el Estado controle de nuevo todo el territorio nacional.
AMLO, su gabinete y los partidos políticos que lo llevaron al poder ya vivieron su novatada en 2019. Pero ésta debe terminar. La búsqueda del poder absoluto debe quedar fuera de la agenda del Gobierno, para concentrarse en retomar el control del territorio, de la seguridad pública, de los índices macroeconómicos y del bienestar de cada mexicano. Así seguramente, como lo menciona el Evangelio según Mateo 6:33 (en este auge de gobernantes cristianos); lo demás, les llegará por añadidura.