Sheinbaum, un año
Armando Ríos Ruiz viernes 20, Dic 2019Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
Un amigo periodista con quien jugaba dominó algunas veces, regañaba ásperamente a su compañero, cuando éste soltaba una jugada equivocada. “Es que yo pensé…” defendió en una ocasión el último y mi amigo le espetó automáticamente, sin dejarlo terminar la frase: “No pienses. De eso me encargo yo. Tu nomás tira fichas”.
A la distancia me recuerda a muchos políticos modernos, que actualmente ocupan cargos importantes en el gobierno, lo mismo que a los seguidores de la 4T, que discuten las bondades de la nueva forma de hacer política, la certeza de operación de un solo hombre, el tino en las decisiones presidenciales que les provoca una emoción inocultable y cosas muy hermosas que experimentan ahora, con quien dirige el destino de México.
Los fanáticos, ciudadanos comunes, con quienes no es recomendable abordar discusiones políticas, repiten mecánicamente: “eres conservador”, ante el hecho de que alguien manifieste no estar de acuerdo con el Primer Mandatario.
Existe una especie de catecismo no escrito, sino que se repite todos los días desde la más alta esfera gubernamental, que contiene esos dichos que los simpatizantes han aprendido de memoria, para asignarlos a los adversarios. Por ejemplo: Periodista, igual a “chayotero”. No de acuerdo con su corriente, igual a “fifí”, neoliberal o conservador.
Otras expresiones consentidas son mafia del poder, despeñadero, señoritingo, etc. y palabras que hasta hoy han escapado a la acción repetitiva en automático, son camaján, “pirruris”, cucar y más, quizá porque quien las impone no las usa con frecuencia.
Los funcionarios incurren en la misma vocación de imitación. Claudia Sheinbaum no necesita pensar mucho para decir que las fallas que enfrenta el gobierno de la Ciudad de México fueron heredadas por el ejercicio anterior –no por los anteriores, en plural, porque antes estuvo allí Marcelo Ebrard—. No necesita el mínimo ingenio para machacar lo mismo que su jefe.
Hace unos días rindió su primer informe por un año de trabajo, en el que exaltó los logros obtenidos gracias a su cerebro inteligente y a su mano firme. Pero como se acostumbra en estos casos, omitió un sinnúmero de fallas que, a pesar de las que también tuvo el anterior, se dispararon curiosamente en este período.
Algo que mantiene en zozobra a los habitantes del país, pero indiscutiblemente a los de la ciudad de México, es la inseguridad que se ha desbordado como nunca. Los mismos policías no se explican tener órdenes de no enfrentar a la delincuencia. Lo que hace pensar que quiere una enorme ciudad en donde la gente pacífica sea finalmente sustituida por los criminales. Como jamás, los robos de todo género, extorsiones, abusos y asesinatos de mujeres, secuestros y otros, se dispararon ante la mirada impávida de la funcionaria. Este año logró incrustar en la mente de la ciudadanía, una imagen suya de absoluta ineficiencia.
Es notorio que no hay capacidad para resolver los múltiples y enormes problemas que invaden la capital de la República y que por esa razón, se multiplicarán para acentuar la tristeza y preocupación de quienes vivimos aquí.
Lo indiscutiblemente bueno para la señora es que existe quien piensa por ella. Debe serle muy cómodo no preocuparse por resolver los problemas inmensos que se amontonan y sólo repetir que si los hay, es porque vienen del pasado. Sólo falta que requiera a los anteriores para poner soluciones al desorden que dejaron a su paso. No hemos escuchado a mandatarios de otros países decir que todo lo que ocurre es culpa de los anteriores. Es una expresión exclusiva de México.