Turismo, una ilusión
¬ Augusto Corro miércoles 2, Mar 2011Punto por Punto
Augusto Corro
- Difícil entender a autoridades
- Turismo, afectado por narcos
- Balaceras, secuestros y violencia
De plano, es muy difícil entender las acciones de las autoridades, que por un lado promueven el turismo y por el otro lo ahuyentan con una guerra estéril contra el narcotráfico. No será fácil convencer a los paseantes a que visiten México donde les aguardan sorpresas fatales. Aunque, hay que decirlo, existen amantes del peligro que, con sobrado interés, podrían recorrer las zonas calientes, donde los asesinatos son el pan de cada día.
Las autoridades federales buscan involucrar a todos los gobiernos estatales a convenios que permitan el desarrollo del turismo. Revitalizar la industria sin chimeneas es de gran importancia para nuestro país, aunque es posible que la idea central es la de mejorar la imagen de México en el exterior.
Los polos de desarrollo turísticos mexicanos se cuentan con los dedos de las manos y esos no necesitan promociones: se encuentran en las playas bañadas por el Caribe. Los demás lugares con ciertos atractivos para ser visitados carecen de la estructura turística para brindar comodidad y confort al visitante. Sin embargo, son centros de recreo de temporada que con publicidad o sin ella, la gente acude a descansar.
Por ejemplo, Cancún es la mejor imagen de México en Europa. Quienes llegan a descansar a esas playas caribeñas, desechan cualquier idea de realizar excusiones hacia el interior de México. Entonces, lo importante es cuidar lo que ya tiene prestigio y, claro, apoyar el resurgimiento de nuevos centros turísticos, aunque a la delincuencia organizada y a los gobernadores no les interesa.
En Oaxaca, el ex gobernador, Ulises Ruiz Ortiz, se empeñó en alejar al turismo nacional y extranjero. Su dictadura provocaba manifestaciones de descontento en la sociedad que terminaban en represiones sangrientas. No hubo paz y menos turismo. La tradicional Guelaguetza estuvo a punto de desaparecer por la lucha del sátrapa contra una sociedad cansada de injusticias. Y el nuevo gobernador, Gabino Cué, sigue los mismos pasos de su antecesor. Su tibieza como mandatario ya logró un enfrentamiento entre la fuerza pública y profesores y appistas descontentos. Ninguna promoción servirá para borrar las imágenes de la represión y del total abuso de poder de los gobernadores.
A la represión y al abuso del poder debe sumársele la ineptitud. En este caso, Guerrero es el ejemplo. El gobernador Zeferino Torreblanca no pudo salvar a su entidad de la invasión de narcotraficantes. Ahora, la llamada Perla del Pacífico -Acapulco- es una franquicia más de los cárteles de la droga. La ola sangrienta no termina de bañar ese puerto, en otros tiempos punto de referencia obligado para turistas extranjeros y nacionales. En estos tiempos, los vacacionistas capitalinos son los que acuden a nadar en las aguas fétidas acapulqueñas.
Michoacán se encuentra en las mismas o peores condiciones. Convertida en otra franquicia del crimen organizado, ese estado, muy bello, con su gente cálida y amable, padece los estragos de una guerra de todos contra todos, ante la impotencia de las autoridades que no saben dónde quedó la paz y la tranquilidad. Sus bosques de mariposas monarcas se convirtieron en zona de secuestros. Recorrer algunas de las ciudades michoacanas conlleva riesgos que nadie quiere correr.
De Chihuahua, Tamaulipas y Nuevo León, mejor ni hablar. La política desatinada del gobierno federal panista tiene a esos estados en situaciones graves. Los gobernadores no tienen la capacidad para gobernar y los problemas son gigantescos. No saben cómo derrotar vencer al monstruo de las mil cabezas del narcotráfico. Ciudad Juárez, Monterrey y demás ciudades fronterizas con sus miles de muertos no representan ninguna opción para ninguna clase de turismo. A ningún visitante le gustaría encontrarse, inesperadamente, en el fuego cruzado de los delincuentes o en los bloqueos de avenidas.
Las autoridades estadunidenses se encuentran empeñadas en echarle lodo a México. Siempre que pueden aconsejan a sus connacionales a no visitar estados donde suponen que la violencia es la que predomina. Pocas son las entidades que se escapan de ese señalamiento. El mensaje de temporada va dirigido a los norteamericanos jóvenes que vienen a las playas mexicanas a disfrutar la primavera. Pronto sabremos si esas campañas contra México surten efecto.
Por lo pronto, según las estadísticas, “el narco mata al año a 40 estadunidenses. De los mil 17 estadunidenses que han muerto en México entre 2004 y junio de 2010, más de 25 por ciento falleció a consecuencia de la violencia ligada al narcotráfico” (Excelsior, 1 de marzo de 2011). Si a lo anterior se suman más de 35 mil muertos, por las mismas causas, no se necesitan muchos argumentos para entender que pisar el suelo mexicano es enfrentarse a un gran riesgo.
Es positiva la campaña del gobierno federal panistas de promover el turismo, aunque la idea caiga en el vacío de la indolencia y de la ineptitud. Hace unos cuantos días, el estado de San Luis Potosí gozaba de paz y tranquilidad. De la noche a la mañana apareció en los medios como una entidad insegura, peligrosa y no apta para el turismo. En una de sus carreteras fue asesinado un policía norteamericano: Jaime Zapata. El asesino, Julio Zapata “El Piolín”, fue capturado a los pocos días, pero el mal ya estaba hecho. Por un tiempo, o para siempre, se relacionará a San Luis Potosí como sitio poco propicio para vacacionar.
No deja de ser un sueño, una ilusión, que México ocupe uno de los primeros lugares mundiales en lo que a turismo se refiere, aunque las condiciones son adversas, poco favorables para lograrlo. Es importante poner los pies sobre la tierra y analizar el problema lejos del populismo y la demagogia. Lo importante es ganar la guerra a la delincuencia organizada y luego proyectar los programas de un México mejor. Mientras, se tejerá en el vacío, porque los lugares para descansar tienen que encontrarse muy lejos de donde ocurren las balaceras, los secuestros y las extorsiones.