Auténtica reciprocidad
Freddy Sánchez martes 10, Dic 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Por favor, señores: nada de que “flojitos y cooperando”…
El gobierno de México tiene que “ponerse las pilas” para conseguir un buen trato con Estados Unidos, en materia de persecución contra los cárteles de la droga, en ambos países.
Porque lo primero a reconocer es la alta presencia criminal de las organizaciones dedicadas al tráfico de estupefacientes, (sumadas a otras actividades sangrientas), con efectos nocivos para la salud de los dos pueblos.
Y es que si bien, nuestro mayor problema es la violencia asesina, eso no quita que Allende el Bravo y sus habitantes igual sufren las secuelas funestas de la proliferación indiscriminada en el consumo de sustancias altamente mortíferas.
Por eso, ambos gobiernos tienen la obligación no sólo legal, sino moral, de ir al rescate de sus conciudadanos, expuestos a caer abatidos por la balas asesinas de los criminales o bien como resultado de sus adicciones si se quiere menos violentas en el corto plazo, pero igualmente asesinas.
Por muchas razones, México y Estados Unidos deben cerrar filas y tratar de aplacar el crecimiento exponencial de los cárteles de las drogas, lo que se ha convertido en una amenaza para la estabilidad económica y el control político multinacional.
Baste decir que a estas horas, los grupos dedicados a la consumación de hechos delictivos a gran escala, no sólo limitados al tráfico de enervantes, sino abarcando distintas ramas como el contrabando, la falsificación, trata de blancas, tráfico de órganos, entre otras conductas criminales, obtienen de sus “negocios negros” cantidades tales de ganancia que eso les ha otorgado la condición de superpotencias económicas con evidentes afanes de manipulación política en distintas partes del mundo donde se esmeran cada vez con más sofisticación a preservar y acrecentar sus emporios de riqueza.
Y por lo mismo, el cercamiento y la debilitación de estas organizaciones hace necesario un acuerdo multinacional para empatar medidas de acción institucional que brinden mejores resultados y no como ha sido a lo largo de los últimos lustros, que casi invariablemente los esfuerzos se traducen en inútiles despliegues aparatosos y muy caros que ni siquiera trastocan las estructuras operativas del crimen organizado.
En ese sentido pues, la mutua ayuda que Estados Unidos y México acuerden ciertamente podrá incrementar las posibilidades de efectividad en nuestro territorio para “pegarles” a los grupos delictivos donde realmente “le duela”.
Un intercambio de información financiera, con datos confidenciales sobre los nexos de los capos con personajes de la vida privada que se dedican al “blanqueo” de fortunas mal habidas, la develación de identidades de políticos, altos mandos policiacos y militares, además de figuras del espectáculo y los deportes, y cualquier otra persona con influencias y capacidad de torcer la “vara se la justicia” a favor de mafiosos, inequívocamente permitirá una mejor acción de autoridades para desarticular el poder económico de las mafias, dondequiera que esto se esté dando.
Claro que no hay que pecar de ingenuos suponiendo que la “podredumbre” que suele esconderse a un lado o dentro de los propios gobiernos dedicados a combatir la delincuencia, desparecerá con un solo acuerdo bilateral.
Eso dependerá de que de lo expuesto como propósito de acción se corrobore en los hechos, por lo que es menester que sin tratar de obtener ganancias exclusivamente propias en esta lucha, los dos gobiernos reconozcan la imperiosa necesidad de una cooperación total, sin afanes autoritarios, prepotentes ni ventajosos, sino por el contrario procurando actuar en busca de beneficios comunes en la lucha contra las organizaciones criminales, lo que demanda entre ambos países: auténtica reciprocidad.