Avaricia empresarial
Freddy Sánchez martes 3, Dic 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
El otorgamiento institucional de un premio al hombre más rico de México, y al mismo tiempo, la concesión de un beneficio económico exclusivo para los más pobres de este país, ponen en perspectiva los dos extremos de las grandes diferencias sociales.
Y tal vez por este lamentable contraste social, no todos aplaudieron la premiación oficial para el señor Carlos Slim, como tampoco hubo un inmaculado beneplácito al saber que por decisión de Andrés Manuel a los indígenas se les otorgará la pensión de la tercera edad a los sesenta y cinco años y no como a todos los demás “viejitos” hasta que cumplan los sesenta y ocho años.
De modo que las reacciones por estos hechos, incitan a una reflexión sobre lo que se debe hacer para acortar la brecha entre pobreza y riqueza extrema, sin que necesariamente se tenga que afectar a unos para favorecer a otros.
En ese sentido, lo correcto sería tratar de encontrar el justo medio para moderar la desproporción de la abundancia económica en pocas manos frente a las carencias de la población en general.
Y para conseguirlo, en primer lugar, es imprescindible modificar la errónea tesis de que para disminuir las diferencias sociales, inevitablemente hay que imponer el criterio de que dé más el que más gane.
Algo que, tristemente, a causa de embustes y triquiñuelas, suele convertirse en una mentira sin escrúpulos más que un mito genial.
Y es que gobiernos van y gobiernos vienen y los ricos más ricos no dejan de serlo y los pobres más pobres lo siguen siendo.
Por eso es que casi siempre la “cuerda se rompe por lo más delgado”, dándose sacrificios en distintas capas de la sociedad, sin que los de abajo suban realmente ni los de arriba “se caigan de sus lujosos aposentos”, jamás.
Y bajo esta panorámica nada alentadora, es un absurdo pensar que lo apropiado es “amolar” a unos para que otros estén menos “amolados”. La política de quitarles a los que apenas tienen lo indispensable para vivir, equivale a una tropelía oficial que ni siquiera mejora realmente las condiciones de vida de los connacionales con mayores carencias.
Lo conveniente sería pues, que desde el gobierno se promoviera la norma de dar a todos por igual sin quitar a nadie, tratándose de satisfactores de una vida mejor o quizás deba decirse menos infausta debido a la precariedad imperante entre los grupos sociales, incluida la clase media cada vez mayormente desposeída de condiciones óptimas para una vida decorosa.
De ahí que en cuestión de acciones de gobierno, es necesario evitar incurrir en la injusticia de que a unos sí y a otros no se les favorezca.
Así las cosas, la mejor forma de lograr este propósito exige encauzar el presupuesto para favorecer a los que menos tienen, sin perjudicar a los que apenas disponen de lo básico para medio vivir dignamente, lo cual amerita direccionar el gasto público, para atender por igual las necesidades de toda la población, evitar despilfarros y corruptelas y de ninguna manera quitarles a unos para darles a otros, en función de intereses políticos, sociales o religiosos.
En ese tenor, cobra especial importancia la inversión privada recién acordada, la cual para que sea mayor como sería lo imperiosamente requerido, amerita dar seguridades legales a los inversionistas, recurriendo, a efecto de pactar acuerdos para la realización de negocios con buenas ganancias para los hombres de empresa, siempre que muestren disposición para pagar sin regateos sus impuestos, además de otorgar mejores salarios y al mismo tiempo destinen parte de sus beneficios económicos a contribuir con el mejoramiento en la calidad de vida de todos.
Tal cosa es la que hace falta para llevar a buen puerto “La Cuarta Trasformación”, en aras de garantizar la estabilidad económica y social, a mediano y largo plazo. Y por lo mismo es de desear que cesen los odios que dividen y confrontan, y para que así sea, el gobierno debe promover la concordia nacional para que desaparezca la desconfianza social alentada por el resentimiento derivado entre otras causas de la avaricia empresarial.