La nostalgia de la esperanza
¬ Edgar Gómez Flores martes 3, Dic 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
A un año del inicio del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador existe una gran tentación de ocupar las cifras que parecen lapidarias contra su proyecto, autodenominado “la Cuarta Transformación”. Las cifras de crecimiento con un “cero” por ciento, la determinación de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) de ser éste el país que encabeza la desigualdad en la región y la determinación de encontrarnos en el año más violento, desde que se guarda registro de este indicador, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) son un ejemplo. Sin embargo, no lo haré por empatía con sus simpatizantes.
Las cifras son dolorosas en la realidad, para quien ha sido víctima de un secuestro, del asesinato de un familiar, del asalto, o simplemente del desempleo. Pero, por ahora haré un ejercicio de evaluación desde la esperanza de su base social. La cual todavía no ha tenido un desencuentro con la realidad. Y no hablo de su base política, quien seguramente ha encontrado o encontrará su espacio por propia mano.
Las personas (mínimo el 53% de los votantes) el 1 de julio 2018, esperaron un gobierno volcado con todas sus capacidades, y su vocación de izquierda, en formar una estructura programática, presupuestal e intelectual sobre la educación, la cultura y la salud. Para de ahí crear un programa de inversión que permitiera acompañar el crecimiento económico. Esto pudiera parecer presuncioso para un ciudadano común que mantiene niveles educativos y económicos bajos (41% en pobreza, según cifras de la Cepal). Pero, se puede traducir de manera sencilla, cuando el trabajador común mexicano, de campo o de ciudad, quiere otorgar una educación útil y aspiracional a sus hijos, quiere tener un centro de salud cercano y quiere tener un camino rural, urbano o un transporte público que lo acerque al lugar donde se encuentran lo benefactores: la comida, el empleo o el agua. Sin embargo, el gobierno de la “transformación” ha sido tacaño con el pretexto del combate a la corrupción, ha sido ineficiente en el gasto público y también ha sido, en términos prácticos, ineficaz para articular políticas públicas multifactoriales.
En este primer año, los pobres no han recibido los apoyos prometidos (se siguen estructurando los programas) y la clase media ve, ahora con claridad, que el proyecto de combate a la pobreza no tiene como fin erradicarla, sino usarla electoralmente (su primera prueba se verá en la revocación de mandato en marzo 2022). Tampoco se han creado las instituciones que permitan dar sostenibilidad a un gobierno volcado hacia la gente y en contraste, se tambalean el Instituto Nacional Electoral (INE), la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), y el Instituto de Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), todos fundamentales en el desarrollo de la joven democracia mexicana.
Lo bueno, para el primer mandatario, para su equipo y para el país, es que la esperanza se mantiene. Esto, porque la clase alta siempre tiene opciones, aún fuera de México; la clase media vivió 2019 con parte de sus ahorros y la clase baja, la cual seguramente no ha visto el beneficio de las tres previas transformaciones, espera que su futuro mejore con un apoyo social o con un empleo productivo que se genere. El problema será articular una economía en un entorno inestable internacionalmente, con un presidente de Estados Unidos de América más cercano a su reelección, lo que le hará incrementar su cólera hacia los mexicanos, para gusto de sus votantes y, nacionalmente, con un país politizado hacia los buenos y malos, los conservadores y los más conservadores; trataremos de crear un camino común donde nuestras diferencias queden únicamente en nuestras charlas de café. Caso contrario, veré caras desencajadas viendo hacia el horizonte en vísperas de una quinta transformación que nos regrese la esperanza una vez más.