Falsos profetas
Ramón Zurita Sahagún miércoles 27, Nov 2019De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Hay personajes políticos que consiguen su crecimiento exponencial por sus participaciones, sus propuestas congruentes, sus debates, su acercamiento con la ciudadanía y existen otros que solo lo logran por los ascensos que les otorgan sus padrinos y que finalmente los posicionan en la antesala del éxito.
Unos y otros cruzan por rutas distintas, aunque finalmente su propósito es el mismo, alcanzar las posiciones políticas anheladas, donde la mayoría de los políticos incumplen con sus propósitos y promesas, razón que los condena al fracaso, sin importar la ruta seguida.
Los experimentos han sido muchos y de todo tipo. Algunas veces logran enderezar de alguna manera los fracasos del pasado, mediante el cambio de partido ganador, aunque a la siguiente, regularmente, sucede lo mismo y los cambios quedan inconclusos. En otras se regresa a votar por el partido expulsado poco tiempo antes y resulta ser más de lo mismo.
En Nuevo León se presentó un fenómeno inédito, apoyar a un candidato independiente a gobernador y el resultado fue un fiasco, tan grande como los anteriores, con un mandatario repudiado y con intentos de separarlo del cargo.
Hay gobernantes que llegan a serlo, años después de su primer intento y se esperaban grandes cosas, resultando mediocres o hasta relevados del cargo por ineptos, indecisos, abúlicos y hasta rapaces.
Hasta ahora no existe un solo método que haya mostrado confiabilidad para los partidos, mucho menos para los electores y que redunde en beneficios para la población.
Los partidos ensayan sus estrategias, mediante la selección de sus candidatos por voto directo de sus militantes, de sus cofradías, abierto a la ciudadanía, de sus consejos y el resultado es el mismo.
En ocasiones presentan personajes con gran bagaje y buena reputación, que son reprobados en las urnas, al no conectar con la población que los rechaza, dando su sufragio a otro con menores blasones.
Así es la democracia, aunque algunos no coincidan con ella y simplemente acuden a votar por el más guapo(a), simpático (a), dicharachero (a) o al que le encuentran atributos que les llaman la atención.
Hace casi cincuenta años, el entonces secretario de Agricultura, Óscar Brauer Herrera, detonó una frase que sigue impactando en el ánimo electoral, aunque los tiempos hayan cambiado: los campesinos están organizados para votar, no para sembrar.
En la actualidad, los diversos sectores y los ciudadanos en general no analizamos los contenidos de las ofertas electorales, si acaso, simplemente el expediente de los candidatos de uno y otro partido, de acuerdo a las simpatías que despierten.
Durante 2021, 14 estados del país irán a las urnas para elegir a sus nuevos gobernantes, ocasión que podrían aprovechar para ahondar en los candidatos que sean propuestos y obligarlos a que cumplan con sus ofertas electorales y no dejarse llevar por la bella sonrisa o el carisma de ella o él que iluminará los espectaculares, anuncios de TV o los mensajes que por radio envíen.
Lo sucedido con personajes como Roberto Borge, César Duarte, Javier Duarte, Guillermo Padrés y ahora Francisco Vega de Lamadrid, entre otros, debe ser un grito de alerta para el razonamiento del voto ciudadano futuro.