Piso parejo
Freddy Sánchez martes 26, Nov 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Quién podría atreverse a objetar la plena igualdad de derechos entre hombres y mujeres en territorio nacional. El más mínimo desprecio a la equidad de género daría lugar a un sonoro grito colectivo de desaprobación.
Una reacción fustigadora estaría padeciendo el que se muestre incluso de alguna forma irrespetuoso al dirigirse a las damas, como fue el caso del panista, Diego Fernández de Ceballos, quien se refirió a las mujeres como “el viejerío” y después se vio obligado a ofrecer mil disculpas.
Y es que el repudio hacia aquel dicho, fue casi tan unánime, como la estruendosa repulsión que provocó un cantante español al comentar torpemente que las mexicanas eras mujeres “bigotonas”.
De modo entonces que a las señoras y señoritas de nuestro país, todo el amor y todo el respeto, porque eso es lo decente y en cuanto a sus aspiraciones de igualdad de oportunidades y derechos frente al sexo masculino, ni duda cabe que les asiste la razón.
Justificaciones sobran
Porque si bien hace tiempo se llegó a decir que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, actualmente es otra la realidad, debiendo decirse que a la par de un hombre productivo y proveedor, hay una mujer que hace lo mismo y a veces mejor.
En ese aspecto, la lucha de las mujeres para lograr ser reconocidas, no ha sido fácil. Menosprecios y desprecios los han enfrentado cotidianamente en su afán por desempeñarse en actividades profesionales similares a los hombres, asumiendo la doble tarea de salir a trabajar y seguir a cargo del manejo de sus hogares, cuidando a sus hijos y personas de la tercera edad.
Es cierto, naturalmente, que conforme las damas incursionaron en quehaceres otrora en exclusiva masculinos, sus consortes o parejas asumieron funciones hogareñas, en forma compartida o inclusive totalmente, lo que se resolvió en apariencia de común acuerdo, siendo el caso de que la esposa o compañera lograra un empleo mejor remunerado.
En base a lo anterior, es de mencionar que las mujeres han logrado en la intimidad de sus vidas familiares, recibir el apoyo requerido para desempeñarse en lo que sus habilidades intelectuales se los permitan, pero en contraparte, es un hecho innegable que muchas féminas no son ni reconocidas ni recompensadas en concordancia con lo que saben y lo que hacen.
Y por ello, lógicamente, cualquier medida institucional que conlleve a la práctica de apoyos especiales para las mujeres, debe ser vista como algo necesario para alentar el esfuerzo productivo femenino.
Hombres y mujeres en este país, deben gozar de idénticos derechos para elegir la profesión o actividad a la que quieran dedicarse, contando con las aptitudes y el estudio necesario para su desempeño. Por lo tanto, lo que tantas veces se dice, de que a igual puesto es de pagar similar salario, es lo menos que se puede garantizar a las damas en sus tareas productivas.
Ahora que, por otra parte, saludable sería para la igualdad de género y la tranquilidad ciudadana, que los de ambos sexos al solicitar y pretender conservar un empleo acreditaran sus capacidades de carácter intelectual, físico y mental.
Porque, si bien la diferencia de sexo no tiene porque ser un impedimento para el desempeño de cualquier profesión o actividad, es indispensable que quienes aspiren a esa oportunidad, (hombres o mujeres), demuestren que no representarán ningún riesgo para los demás, al hacerse cargo de alguna función, especialmente en empleos de índole institucional y política.
El emparejamiento de derechos y obligaciones entre damas y varones debe ser el propósito de una política pública encaminada a dar por abolida toda forma de discriminación, abuso físico o moral e inclusive menosprecio para uno u otro sexo en cualquier actividad social, lo que ciertamente en el trato para hombres y mujeres tenga como objetivo la imperiosa necesidad de poner en piso parejo.