La hambruna, ¿imposible de erradicar?
Luis Muñoz martes 19, Nov 2019Segunda vuelta
Luis Muñoz
Los gobiernos del mundo deben reflexionar sobre uno de los problemas que aquejan a la humanidad: La hambruna.
Los datos más recientes indican que el número de personas que padecen hambre en el mundo continúa en aumento. En 2017 se llegó a 821 millones de individuos en esas condiciones, en 2018 se superó la cifra y este año la tendencia se mantiene al alza.
México también enfrenta este fenómeno. Se dice que el 23.3% (27 millones) de la población vive en pobreza alimentaria y el 12.5% sufre desnutrición crónica.
A nivel global, a casi mil millones de personas (de 7 mil 500 millones que pueblan la tierra) y que viven con menos de 1,25 dólares al día, les resulta cada vez más complicado conseguir alimentos.
Se trata de un fenómeno en el que por más que los gobiernos digan que “avanzan” en esta lucha, la verdad es que la llevan perdida.
La realidad es que ni los esfuerzos ni los recursos económicos han resultado suficientes para mitigar el sufrimiento de millones de seres humanos a lo largo y ancho del planeta.
Se sabe que la pobreza es uno de los factores importantes que provocan la hambruna, pero no el único. El cambio climático también influye.
Según Ayuda en acción, cada vez un mayor número de personas deben desplazarse de sus lugares de origen porque la tierra en donde siempre han vivido se ha convertido en estéril. La escasez de agua es cada vez más acuciante y la desertificación avanza expulsando a las poblaciones.
Naciones Unidas señala que hay ya alrededor de 250 millones de personas afectadas por este fenómeno y habla ya de la existencia de “refugiados climáticos”. La escasez de tierra fértil también hace que exista mucha mayor competencia por ella, siendo las grandes empresas agroalimentarias las que tienen mayores opciones de acaparar la tierra y producir alimentos orientados al mercado internacional.
El escritor Augusto Monterroso dice en una de sus obras (a propósito de la hambruna) que… “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”; esto es lo que le pasa exactamente a las millones de personas con el hambre en el mundo, que todos los días se acuestan con el hambre y cuando despiertan, el hambre sigue allí, a su lado.
Las guerras y conflictos armados también producen enormes desplazamientos de población. A diario vemos y oímos en las noticias que miles de personas huyen de estas situaciones: viven su particular “operación salida”.
Las ONG y las agencias internacionales de desarrollo trabajan para asegurar la alimentación de estos colectivos. En las guerras se produce el abandono de la producción agrícola, la confiscación de tierras, la destrucción de los almacenes, la contaminación de los pozos, se bloquean las redes de comunicación y se utiliza el hambre como arma de guerra.
Un hecho que no se puede ignorar, a todas luces censurable, es el desperdicio de los alimentos.
Un tercio de los que se producen acaban en el bote de la basura; es otra de las paradojas del hambre en el mundo y de la mala distribución del mercado de los alimentos. Este desperdicio de comida produce 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, una huella de carbono solo un poco menor que la que producen países como Estados Unidos o China.
¿Cuáles podrían ser las posibles soluciones a este fenómeno?
Estudiosos del tema han reconocido que para frenar el hambre en el mundo, todas las soluciones podrían parecer pocas.
“Si lo hacemos solos, nada podemos hacer”, admiten. Pero ni se unen esfuerzos, la cosa sería distinta. Se podría empezar porque cada persona cambiamos algunas de nuestras prácticas y así “podremos ir caminando hacia un futuro en el que nadie pase hambre en el mundo.
Organismos internaciones hacen un llamamiento para implementar y ampliar las intervenciones dirigidas a garantizar el acceso a alimentos nutritivos y romper el ciclo inter-generacional de la malnutrición.
Las políticas deben prestar especial atención a los grupos más vulnerables a las consecuencias negativas de un acceso inadecuado a los alimentos: lactantes, niños menores de cinco años, niños en edad escolar, muchachas adolescentes y mujeres.
Allí está el reto.