Facinerosos inhumanos
Freddy Sánchez martes 19, Nov 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos requiere cambios, no sólo de dirigentes, sino de propósitos de acción, en aras de mejorar la calidad de sus actos en favor de los demandantes de su intervención al tiempo de “pintar su raya” con la delincuencia organizada.
Eso, justamente, ha sacado a la luz la controversia por el nombramiento de Rosario Piedra Ibarra, militante de Morena, cuya nominación entre los senadores causó “un vendaval” de especulaciones, críticas y resquemores.
El nombramiento en cuestión tuvo inocultables efectos en torno a lo que debe hacer esta comisión, en cumplimento de su elemental misión de intervenir en defensa de quienes se quejen de alguna conducta indebida o ilegal de los servidores públicos en los tres niveles de gobierno.
La trayectoria de esta institución, ciertamente, acredita que sus aciertos han sido mayores que sus fallas, lo que hace necesario que dicha instancia reafirme su condición autónoma, imparcial y eficaz para enfrentar la desatención y los habituales abusos contra la gente en que se suele incurrir, habitualmente, en distintas actividades oficiales.
En ese aspecto, se puede afirmar sin temor a equivocación alguna, que la CNDH representa una opción ciudadana para su defensa, lo que es preciso cuidar y garantizar que no se traduzca en meras prácticas de simulación, sin que en el ánimo de los encargados de la institución prevalezca un interés superior a favor de los que sufren vejaciones a su dignidad y perjuicios contra sus derechos jurídicos por parte de autoridades indiferentes, omisas, incompetentes e incluso cínicamente corruptas.
De ahí que sea menester contar con una comisión nacional para la defensa de los Derechos Humanos, que se distinga por estar del lado de la gente afectada por malos servicios y tratos despóticos o abusivos en instancias gubernamentales.
Y es que cualquier afán de convertir a esta institución en “tapadera” de irregularidades en el ejercicio público, “suavizando” sus resoluciones cuando desde el gobierno se le pudieran dictar consignas en ese sentido, inequívocamente, significará un crimen contra los derechos humanos de la población.
Porque, dados los antecedentes en las relaciones habidas en el pasado entre los ciudadanos y sus distintas autoridades, muchas de las veces, encarnadas en sujetos deshonestos, prepotentes y abusivos, las quejas a resolver por la CNDH son la única forma de poner a salvo de injusticias a los reclamantes de un trato digno y respetuoso al requerir atención a sus necesidades en una u otra área de gobierno.
De ahí que el nombramiento en la presidencia de esta comisión sólo puede incitar a la confianza social en la medida en que logre quedar en “manos confiables” que no despierten suspicacias ni dudas sobre su desempeño al “dar la cara” por los demandantes de una justicia pronta y gratuita, servicios institucionales oportunos y eficaces, además de cuanta atención a sus necesidades plantee ante una autoridad algún ciudadano, sin importar su condición social, credo religioso, estatus económico o afiliación política y partidista.
Un gran reto que tendrá que encarar la nueva titular de la CNDH, Rosario Piedra Ibarra, en especial por las polémicas que causó su nombramiento al dar paso con ello a todo tipo de resquemores.
Así que la comisión no sólo deberá esmerarse en atender a los ciudadanos que se quejen, sino a evitar que sus resoluciones se presten a manipulaciones en contra de la propia sociedad.
Y es que la política de los Derechos Humanos debe garantizar un apoyo puntual a las víctimas de los abusos de la autoridad, pero tener cuidado de no seguir estando al servicio de los intereses del crimen organizado constituido por un sinnúmero de reclamantes de protección de la CNDH, sólo para eludir o mitigar acciones penales en su contra y después seguir actuando sistemáticamente como facinerosos inhumanos.