Separatismo, no
Freddy Sánchez jueves 14, Nov 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La doble convocatoria para un congreso nacional que adopte decisiones para la definición del futuro del partido en el poder, debe producir escalofrío, dentro y fuera de Morena.
Por más que al interior del partido del Movimiento de Reconstrucción Nacional haya voluntad y ánimos para saber “de qué cuero salen más correas”, la necedad de insistir en promover una separación de grupos para que por un lado estén los que quieren seguir siendo lo que son y por el otro, se pongan los quieren otra cosa, el resultado será negativo.
Y no sólo para los “morenistas”, neo “morenistas, “pintos o colorados”, o como sea que pudieran denominarse los que insatisfechos con la unidad del partido, pretendan un “gran reparto de utilidades”, sobre la riqueza política que les heredó Andrés Manuel.
Quien, por cierto, de producirse una notoria escisión en Morena, tendría la opción de apoyar a una de las dos partes o a ninguna y cumplir en este último caso con su advertencia de que de seguirse “descomponiendo” el partido que creó, dejaría de ser uno de sus militantes.
Y esto último, lógicamente, significaría la exposición a una “orfandad paupérrima” para los “morenistas” o “ex morenistas”, de continuar las pullas y afanes de divisionismo a propósito de la renovación de su dirigencia.
Cuesta trabajo creer pues, que tan rápido haya cundido “el cáncer” de la codicia para propiciar un rompimiento de la unidad en el partido en el poder, lo que en el pasado ocurrió exactamente igual como preludio del resquebrajamiento de la capacidad de cohesión partidista en organizaciones que otrora fueron estructuras perfectamente armonizadas y por ende con fortaleza para enfrentar y vencer a sus opositores políticos.
El Partido Revolucionario Institucional como “alma mater” de la conglomeración de intereses ideológicos, políticos y económicos, en un partido político, mantuvo su dominio en territorio nacional durante más de medio siglo, sin padecer quebrantos serios que pusieran en riesgo su estabilidad.
Lo mismo podría decirse del panismo que a partir de su vinculación como grupo con aspiraciones y acciones encaminadas hacia un mismo objetivo, finalmente logró acceder al poder presidencial y antes de que se produjera una ruptura entre sus militantes de renombre, el instituto en cuestión ejerció durante dos sexenios el mando en el poder ejecutivo hasta que otra vez el priismo los desbancó y asumió la presidencia, aunque sólo haya sido para volver a salir del poder con “cajas destempladas” y más desunido que nunca.
Queda claro entonces que un primer paso para la auto aniquilación del poder de los partidos políticos, tiene mucho que ver con su incapacidad de mantenerse unidos y no sujetos a confrontaciones intestinas que más temprano que tarde debilitan su potencial seductor entre el electorado nacional.
Sobre todo porque entre ellos mismos, se señalan con “índice de fuego”, tachándose de malosos, corruptos, inmorales, cínicos o de cosas peores, lo que influye en la opinión pública para repudiarlos a todos, en especial cuando en el ejercicio del poder institucional, le quedan a deber a la gente por sus falsas promesas y deleznables conductas que salen a relucir.
De ahí los riesgos que se corren actualmente en “Morena”, de persistir las disputas entre los que pretenden adjudicarse el derecho a “tomar por asalto” un partido que no sólo no crearon, sino que mucho menos contribuyeron para que se constituyera en la mayor fuerza partidista nacional.
Es por ello, que mal hacen los que en lugar de dar un buen ejemplo de unidad nacional, se ponen a pelear como si quisieran tener solo para si mismos las “rebanadas del pastel” de un partido que por obra y gracia de las circunstancias, adquirió un poder extraordinario que el divisionismo interior puede llevar al traste al incidir en el fraccionamiento de Morena. Lo que podría, además, dar motivo a los connacionales que no están de acuerdo con el nuevo gobierno, a pensar en hacer lo propio promoviendo una o varias divisiones de nuestro país, lo que sería una desgracia para México, y por ello, hay que decirlo sin tapujos: separatismo no.