De Madero a López Obrador
Alberto Vieyra G. jueves 14, Nov 2019De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Al estallar la Revolución Mexicana en 1910, solo el 10%, es decir unos 150 mil mexicanos de la población sabían leer y escribir, mayoritariamente México contaba con una población analfabeta. Solamente los intelectuales y las poderosas oligarquías del dinero podían darse el lujo de comprar y leer periódicos y revistas.
La radio aún no hacía su aparición, sino hasta 1923 la XVE. En ese escenario de un México analfabeto llegaría al poder Francisco I. Madero tras una pequeña revolución de escaramuzas por el norte de México de 6 meses y 10 días que concluyó con la dictadura porfirista de casi 33 años, tras la toma de Ciudad Juárez, a cargo de Pascual Orozco y Pancho Villa. Madero, quien había convocado para el estallido armado para el 20 de noviembre de 1910 no fue capaz de empuñar ni siquiera un 30, 30 era miedoso con ganas, e incluso estuvo a punto de ser fusilado por Villa y Orozco por su monumental miedo para ponerse al frente de las huestes revolucionarias.
Aunque Madero era un burgués terrateniente de Coahuila, era de los conservadores puros que no tenía en su haber escándalos políticos o de familia y gozaba de gran simpatía entre aquella población analfabeta. Ganó las elecciones presidenciales en 1911, pero fue incapaz de cumplir con su principal promesa de campaña electoral de “repartir la tierra entre los jodidos”. Parte de la campaña electoral de Madero se asegura fue sufragada por poderosos intereses norteamericanos que quería apoderarse del petróleo y el revolucionario les quedó mal. Sería a si en la embajada norteamericana en México se gestaría la conspiración para derrocarlo y el artífice principal sería el siniestro embajador gringo en México, Henri Lance Wilson.
Wilson conspiró con los llamados “científicos”, es decir los antiguos terratenientes del porfirismo que son el primer antecedente del PAN al comienzo del siglo XX. El Estado de México estuvo inmerso en la conspiración para derrocar y asesinar a Madero y vicepresidente José María Pino Suárez.
En ese tiempo, los caricaturistas de México ejercerían como nunca a plenitud la libertad de expresión. Madero intentó gobernar con una prensa suelta y muchos comunicadores hicieron cera y pabilo de un régimen que ya en el poder se dedicó a dividir a los mexicanos, igualito como hoy ocurre con Andrés Manuel López Obrador.
Madero denostaba a los revolucionarios, a muchos de los cuales les dio la espalda. A Emiliano Zapata le llamó: “charrito monta perros”, por el solo hecho de exigirle que cumpliera su promesa de reparto de la tierra.
El caricaturista Rafael Lillo fue uno de los más mordaces contra el régimen maderista, pero también a su caída contribuyeron plumas como la de Manuel Payno, A. García Cubas, Manuel Caballero, Salvador Díaz Mirón, Justo Sierra, Guillermo Prieto, Ireneo Paz, Manuel Gutiérrez Nájera y otros de no menos importantes.
Poco más de un siglo después, Andrés Manuel López Obrador lleva a cabo una rabiosa guerra contra la prensa mexicana que lo critica y a la que sus peje-chairos y propagandistas a sueldo no bajan de “corrupta”, “prensa sacaría” y “golpista”.
Hace un par de semanas, AMLO desataría en redes sociales una guerra sin cuartel contra periodistas y la prensa y de la cuál acusó al hijo de Felipe Calderón y al ex titular de la SEP, Aurelio Nuño, “quienes habrían usado robots cibernéticos. mediante una cuenta llamada “Tumbaburros”, pero resultó que especialistasen cibernéticos, al investigar las cuentas de los personajes aludidos, se encontraron con que jamás salió un solo correo de sus cuentas durante esos días y en cambio, se detectaron infinidad de “cuentas fantasmas”, presuntamente de chairos al servicio de AMLO que al día siguiente borraron sus cuentas, la mayoría con cobardes seudónimos.
AMLO ha chocado con el Ejército y con la prensa, y a cuyos sectores ha puesto en la mira, en donde se estaría gestando un golpe de Estado. ¡Qué peligroso señalamiento presidencial! Aunque horas después le sacó al parche y dijo que “no hay condiciones para un golpe de Estado”, como ocurrió con Madero.