Confianza en la Cuarta Transformación, esa cosa rara que ya no existe
Francisco Rodríguez lunes 11, Nov 2019Índice político
Francisco Rodríguez
Hasta Mao Tse-tung, el ícono de la izquierda, llegó a señalar que él podía prescindir del ejército y de los alimentos, pero jamás de la confianza. Y aquí, por lo que se ha visto hasta ahora, para el régimen de la Cuarta Transformación la confianza es algo desechable. Se ha dedicado durante año y medio a destruirla a montañazos. En todas las regiones, sectores, clases, rubros y con todas sus medidas.
La confianza de la población en este momento se ubica, igual que el crecimiento económico, la fidelidad militar, los stocks de granos alimentarios, el nivel de las exportaciones de productos manufacturados, en un nivel de cero, o por abajo de él, y tiende a decrecer, igual que todos esos indicadores que hacen la suma de una Nación.
Al destrozar los niveles de la confianza, el aparato no puede sostenerse en casi nada, y esto es precisamente lo que alarma dentro y fuera de nuestras fronteras, con vecinos, socios o adversarios. El Fondo Monetario Internacional ya de la voz de alarma, igual que la calificadora madre, la Morgan Stanley.
El primero, tramitó la solicitud de una línea de crédito flexible para los Fernández en Argentina por un billón y medio de pesos, en lugar de haberlo suscrito con México. Es la cantidad que debíamos tener para toda contingencia, sobre todo para importar los alimentos que requeriremos el año próximo de seguir las cosas como van.
El desgraciado manejo de Pemex, el agujero negro de Dos Bocas, el terrorismo fiscal y las evidencias de un Estado doblado por los carteles, hizo que el FMI perdiera toda capacidad de crédito –confianza, pues— hacia nuestro país, sepultado bajo balas de grueso calibre y bajo una montaña de ridículos y despropósitos de todos los segmentos de su población económicamente activa.
Los Fernández – Kirschner, muy experimentados, se adelantaron a los financieros tenochca y ganaron el campo. La visita reciente a México del presidente electo de Argentina fue sólo un distractor. El daño ya había sido hecho, aunque Alberto Fernández se haya rasgado las vestiduras en público y hubiera pedido el apoyo de la Cuarta Transformación ante Nueva York.
Puede ser que el Fondo Monetario Internacional reconsidere su posición, finamente es la fiduciaria de una canasta de divisas comprometidas con la fortaleza del dólar y con la supervivencia del Imperio, sólo que será bajo otras condiciones, otros costos, otras obligaciones, otros plazos y otros miramientos.
La segunda, la agencia de colocaciones y de bolsa más influyente de los Estados Unidos, ya no pudo más con el paquete. A unos días del culiacanazo y a horas de la tragedia LeBarón, el banco de los Morgan Stanley recomendó tomar todas las ganancias de las empresas en el país, apostar por la devaluación y alejarse del peso, moneda sentenciada.
La economía mexicana, en picada, gracias a un presidente y a un régimen fallido y reventado. Y si las dos entidades que nos monitorean más de cerca opinan en contra de una posible recuperación, las cosas por acá en el rancho grande no andan muy boyantes.
La confianza, esa que hemos convertido en el quinto jinete del apocalipsis, anda a todo galope hacia el precipicio. Junto a la peste, esas enfermedades del sureste potencializadas por la brucelosis vacuna de las reses traídas de contrabando desde Centroamérica…
… la guerra, infernal del narco que ya se convirtió en guerra civil, el hambre, desatada en varias regiones geográficas del país por la falta de granos esenciales para la alimentación, y la muerte, su inseparable compañera, la invitada puntual de los malos gobiernos y fundamentalmente del estado de Malestar.
Pero la confianza, la que da vida al país, se perdió en sólo once meses de pesadilla. Hacia todos lados está extraviada. Ese retintín de “por el bien de todos, primero los pobres”, está pegando precisamente en la línea de flotación de los más pobres entre todos.
No hay un gobierno en el mundo que, so pretexto de luchar contra la pobreza, abata los índices de empleo, los estándares de salud, de seguridad, de vivienda y de alimentación como lo está haciendo todos los días la Cuarta Transformación del país.
Luchando a brazo partido contra la inversión, contra la construcción, contra las factorías manufactureras y contra todo lo que traiga dinero, como si el dinero fuera el gran enemigo a vencer. Como si se tratara de venezualizar al país y convertir a todos de la noche a la mañana en pobres. Un gobierno pobre con población miserable es el objetivo superior de la desdichada aventura morenista.
La desconfianza pegó en las estructuras militares, desde que la invención de la Guardia Nacional consumió todos los activos, pertrechos de defensa, armas, vehículos, mandos, en función de un fantasmón que, está visto, no sirve para nada. Desde que se escogió a un entorchado de tercer talón para ungirlo general secretario de la Defensa Nacional pasando por encima de todos los rangos y de todas las experiencias del Ejército.
Los mandos del nuevo Ejército pasan las de Caín, degluten aceite, pelean con la lengua, para exponer en “las mañaneras” los datos en línea de las tragedias y de los fracasos. No hay prestancia ni ideas, no parecen ni son. Parecen monitos de feria, en medio de escenarios dantescos.
La confianza ha dejado de cobijar las buenas voluntades de la población vulnerable al ver que ni las ayudas sociales llegan a sus bolsillos. Al ver que no hay límite para la demagogia, no hay fronteras para los ridículos, no hay sentido ni razón para la supervivencia del Estado ni para ellos. El fracaso absoluto hace presa de la esperanza.
La confianza en el nuevo régimen empezó a dar señales de fatiga cuando el pueblo malició que había un Pacto de Impunidad, complicidad e inmunidad en favor de los grandes delincuentes de la patria, cuando observó impávida que la justicia campeaba ancha y ajena en contra de los intereses superiores de la Nación.
La confianza se convirtió en el Quinto Jinete cuando la población, gracias a una filtración de altos mandos del Ejército, se enteró de que la aprehensión de Ovidio Guzmán se había frustrado porque el malandrín tenía en su poder videos reveladores del chantaje económico a próceres de la Cuarta Transformación, incluidos todos.
La confianza como tal, ya no existe. Es lo más caro del mundo, porque no se puede comprar. Es como un vidrio que se ha hecho pedazos y ya no puede recobrar su forma original. Se ganó a duras penas, se perdió en tan sólo once meses.
Un país no puede ir a ningún lugar sin la confianza.
Menos sin armas y sin alimentos.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: En el recuento semanal que don Miguel Ramírez envía desde Torreón, Coahuila, hoy destaca: “Los partidos políticos, los grupos empresariales y la prensa escort, por más que intentaron ser contrapeso del gobierno de López Obrador, no lo lograron; pero la violencia y la inseguridad que existen en todo el país desde hace bastantes años y que aumentaron considerablemente en fechas recientes ya pueden considerarse verdaderos enemigos de AMLO. La aprehensión-liberación de un hijo del Chapo y la masacre de algunos miembros de la familia LeBarón, son hechos inexplicables. El primero, por la torpeza con que se realizó, y el segundo, por la saña y salvajismo que caracterizaron el ataque a los mormones. Podrá parecer exageración, pero estos dos hechos se ven sumamente raros, como si su verdadera motivación fuera crearle problemas a López Obrador, para afectar el apoyo que la sociedad le da… Continúo el desacuerdo entre AMLO y los medios de comunicación. Se presentó en nuestro país una misión internacional que vino a conocer la violencia que sufren los periodistas y la estigmatización con que, según este grupo, el gobierno los marca. En el periodismo, al igual que en cualquier profesión, existe personal que realiza su trabajo con calidad buena y excelente, pero también mala y pésima, que es lo que hacen las lacras que pululan en los medios de comunicación. Son los textoservidores, como bien los ha clasificado Francisco Rodríguez, y que aún no dejan de llorar por la falta de los 60 mil millones de pesos que durante su sexenio Peña Nieto les otorgó para mantenerlos sosegados. No recuerdo haber visto ninguna mínima autocrítica por parte de ellos. Siguen considerándose limpios, puros y castos. No está de más leer el libro de Enrique Serna, El vendedor de silencio, para darnos cuenta de hasta dónde pueden llegar algunos de los periodistas mexicanos.”
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