La endeble legalidad en México
¬ Edgar Gómez Flores lunes 4, Nov 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Recuerdo una frase que me llegó en la década de los 90: “El Derecho es la evidencia del fracaso del paraíso”, la escuché de la voz de Ikram Antaki (1948 – 2000) antropóloga y escritora siria que radicó en México en el siglo XX. Esta frase fue lapidaria para entender por qué tanta norma y tantas leyes cubrían el entorno. La imperfección del ser humano al convivir con otros seres humanos, seres vivos y la naturaleza en general, hace que se creen normas que regulen nuestro comportamiento, nuestras ambiciones y nuestros deseos. Esta frase parte de un supuesto fuerte; existió un paraíso. Esto infiere un lugar donde las personas se autorregulaban, un lugar donde, quienes lo habitaban, conocían sus limites sobre aquello que los rodeaba.
El paraíso, es ese lugar utópico donde no deben existir reglas, ni leyes, más que las del sentido común que regulan nuestro actuar. Sin embargo, parafraseando a Ikram Antaki, la humanidad tuvo que crear una teoría de la regulación (el Derecho) al aceptar que el paraíso ha fracasado como modelo de convivencia. Esto se acentuó cuando el hombre dejó de ser nómada y logro controlar la naturaleza y dio como consecuencia la agricultura y la ganadería (Engels, La Familia, la Propiedad Privada y el Estado). En ese momento, el hombre tuvo la capacidad de generar un patrimonio, producto de estas actividades primarias. Fue ahí cuando las personas requirieron un mecanismo de protección hacia sus bienes y sus inventarios, lo que creó a la gran institución que hasta nuestras fechas nos regula y controla “el Estado” el cual, a través de un pacto social, nos quita ciertas libertades para crear un beneficio colectivo. Así se han formado diversos estados y el Estado mexicano no es la excepción.
En esta descripción de un Estado mexicano, impulsor de un Estado de Derecho, identifico que nos gusta experimentar con la legalidad. Estos experimentos han tenido algunas normas aspiracionales, como el acta de independencia donde se señala que esta nueva patria tenía la libertad de constituirse “…del modo que más convenga a su felicidad…” o algunas más puntuales como las constituciones de 1857 y de 1917 (la actual) que describen algunos postulados más precisos sobre los derechos de los mexicanos y también sobres sus obligaciones. Y ¿qué decir? de las leyes que han emanado de estos documentos.
En este marco histórico, nos encontramos en un nuevo “experimento” de la legalidad del Estado mexicano. Identificamos como, desde el poder, se denigra el Estado de Derecho y más allá se hace alarde de esta actitud. Y ejemplos sobran: las consultas populares a mano alzada o, a través de consultas populares amañadas para tomar decisiones de política pública, la forma de engañar al pueblo de Baja California y a la misma Federación para pasar un período de Gobierno de dos a cinco años, por parte del gobernador Jaime Bonilla, el cual ahora nos enteramos tiene el aval de la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Y ¿por qué no recordar el multicitado caso Culiacán?, donde el hijo de uno de los narcotraficantes más buscados de este siglo, Ovidio Guzmán, es liberado sin que exista una persona responsable en el gobierno federal. No se diga por su liberación, sino por la planeación de un operativo fallido que pudo preverse con una estrategia de inteligencia efectiva.
Todo esto me hace pensar que el gobierno de la Cuarta Transformación mexicana tiene como fin experimentar con un nuevo período de legalidad. Sólo me hace falta dilucidar la estrategia, o quizás a la 4T definir el camino a seguir: (1) o se desdeña cínicamente el sistema jurídico actual porque están preparando una nueva propuesta del marco legal que nos rija o (2) consideran que al llegar los “hombres y mujeres bueno(a)s” al poder, México es una especie de paraíso que no requiere un Estado de Derecho para regular las conductas humanas.
Solo nos toca esperar a que el tiempo nos dé evidencia de las respuestas. La eliminación y / o cuestionamiento de instituciones, la ratificación de mandato, la distribución de los recursos sobre el crecimiento económico, entre otros; nos hace pensar que se prepara un nuevo orden legal. Sin embargo, el “fuchi – guácala”, la repartición de la Cartilla Moral por parte de la iglesia evangélica y el no querer imponer la fuerza del Estado sobre el crimen organizado, me permiten pensar, por otro lado, que el poder se regirá por el instinto cristiano. Sólo nos quedará a los mexicanos sufrir o gozar este nuevo experimento legal que esperemos no concluya con una ocurrencia irreversible en el mediano plazo.