A enmendar el error de Culiacán
¬ Augusto Corro martes 29, Oct 2019Punto por punto
Augusto Corro
Lo positivo de los errores es que queda la experiencia para no repetirlos, claro, si se quiere y si realmente se busca sacar provecho la lección.
El 17 de octubre el gobierno cometió fallas desastrosas en la captura de Ovidio Guzmán, hijo del capo Joaquín Guzmán (a) El Chapo.
Se trató de un operativo que, según las versiones del hecho, los representantes de la ley fueron rebasados en organización por parte de sus adversarios.
La verdad sobre la captura frustrada de Ovidio Guzmán será conocida por el público en la presente semana. Así lo informó el propio presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
El operativo para la captura del presunto delincuente empezó alrededor de las 2 de la tarde y terminó cuatro horas después.
La gente del Cártel de Sinaloa actuó con una acción organizada como no se había visto, con bloqueos, amenazas, terrorismo que pudo derivar una tragedia de incalculables dimensiones.
Las fuerzas del orden (Ejército y policías) fueron rebasadas se optó por dejar en libertad al capo capturado, ante las amenazas de violencia de los delincuentes.
En la refriega 50 reos se fugaron de la cárcel, un soldado murió, nueve quedaron heridos; los sicarios se llevaron a sus muertos y heridos.
A la fuerza pública se le complicó la situación porque perdió tiempo valioso al esperar una orden de cateo que nunca llegó. Grave error.
Así pues, conoceremos la crónica de un hecho que evidenció la falta de organización de los representantes de la ley; y la preparación adecuada para enfrentar al narcotráfico en los terrenos donde manda. Ya lo comentaremos.
El Crimen Capitalino
En la Ciudad de México el crimen organizado siempre estuvo presente aunque lo negaran las autoridades.
Los delincuentes tienen el campo propicio para sus actividades que van desde los asaltos, la extorsión, los secuestros y la producción y tráfico de drogas.
Unirse a los criminales o enfrentarlos son dos opciones de las autoridades. En tiempos recientes, la policía decidió actuar en contubernio con los maleantes.
Cualquier autoridad que hubiera decidido luchar contra la delincuencia tendría que empezar con sus policías.
En un sinnúmero de ocasiones se comprobó que los propios uniformados eran los protectores de toda clase de criminales, incluidos los narcos.
En la última acción en Tepito una vez más quedó al descubierto que policías de diferentes jerarquías protegían a los capos de la droga.
El pasado martes, en la madrugada, en la vecindad de Peralvillo 33, colonia Morelos, se realizó un operativo en el que fueron capturados 31 presuntos delincuentes. De estos, 27 fueron puestos en libertad.
En el cateo a vecindades ubicadas en los dominios de Oscar “N” (a) “El Lunares” líder de la Unión Tepito se decomisó droga y armas. También fueron localizados dos laboratorios para producir metanfetaminas.
Además se encontró un altar de santería rodeado de por lo menos 55 cráneos humanos, máscaras demoniacas, etc.
Y quizás lo más importante de ese operativo fue constatar que la policía era cómplice de la delincuencia.
A pesar de que también se registraron errores en las carpetas de investigación que a la postre dejaron en libertad a 27 personas, la realidad es que ya urgía que las autoridades se encargaran de combatir la plaga del narcotráfico en la Ciudad de México.
El jefe de la policía, Omar García Harfuch, tiene en sus manos la posibilidad de acabar con la delincuencia y la inseguridad. Quizás el operativo de Tepito no resultó como lo hubiera deseado, pero no debe olvidar que hay más adversarios que combatir y vencer para que regrese la paz que hace tiempo que perdieron los capitalinos.
“El Jefe Diego” y sus millones
El llamado “Jefe”, Diego Fernández de Cevallos, se encuentra muy satisfecho y contento. Logró que el alcalde de su terruño le perdonara una deuda millonaria de pesos.
En lugar de pagar 984 millones de pesos solo desembolso 12 millones de pesos.
El excandidato presidencial panista debía tal cantidad porque no pagaba el predial de un rancho desde 1993.
El alcalde de Colón, Querétaro, Alejandro Ochoa Valencia, le perdonó 971.8 millones de pesos que adeudaba.
Dijo el presidente municipal que no se trató de una condonación de impuestos, sino que la deuda se redujo porque en la solución del caso se apegaron a la ley.