Los Estados de América Latina
¬ Edgar Gómez Flores lunes 21, Oct 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Eventos paralelos, distintas causas y distintos efectos. Así vivimos en esta América Latina una nueva realidad y nuevo orden que intenta encontrar un cauce. Sin embargo, mucho me temo que ese cause se transforme en un remolino que, en un ciclo más, nos ponga en el mismo lugar.
Entre otros, me refiero a los acontecimientos de Ecuador de la semana pasada, donde el presidente Lenin Moreno intentó eliminar los subsidios a los combustibles y en un parpadear de ojos, el movimiento indígena ecuatoriano tomó las calles y en contra del toque de queda en la ciudad de Quito, logró revertir la decisión económica y con esto debilitar el mandato del anterior vicepresidente del gobierno de Rafael Correa.
Como si el sistema político latinoamericano fuera un organismo engranado, el presidente chileno Sebastián Piñera propuso el alza del metro de Santiago, el más caro de la región (1.2 dólares americanos el pasaje) y con esto, iniciaron las manifestaciones ciudadanas en la capital andina. Al igual que en Ecuador, se decretó un toque de queda en las ciudades de Santiago y Valparaiso. Sin embargo, la movilización ciudadana, en un acto de confrontación, salió a las calles y destrozo 78 estaciones del metro de Santiago, quemó el edificio de la empresa eléctrica italiana ENEL y realizó distintos actos vandálicos que concluyeron con la reversión del alza en el metro y un gobierno de derecha desprestigiado.
Y si esto nos parece poco, nos queda esperar las repercusiones de las elecciones presidenciales en Bolivia (ayer) y Argentina (27 de octubre), países que, como todo América Latina, no han encontrado un camino hacia el desarrollo y la igualdad. Con oligarquías que se acomodan rápidamente a los “nuevos gobiernos” se generan de inmediato reglas de operación que permiten a estos grupos económicos cerrar acuerdos con los protagonistas políticos y consolidar estas mancuernas que soslayan la realidad de una población que, si bien le va, tiene trabajo mal retribuido. En el caso de Argentina se presenta a su elección presidencial con una moneda que ha pasado de 20 a 60 pesos en un año y quizás en vísperas de un nuevo corralito.
En el caso de México, con un Gobierno de izquierda, elegido de manera abrumante el 1 de julio del 2018, el pasado jueves, la autodenominada Cuarta Transformación vivió un momento de ingobernabilidad en la ciudad de Culiacán, Sinaloa; tierra del cartel que encabezó Joaquín “El Chapo” Guzmán. Fue la recién creada Guardia Nacional, guiada por el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, quien realizó un operativo para arrestar a Ovidio Guzmán, hijo de “el Chapo” y buscar extraditarlo de inmediato con los vecinos del norte. Sin embargo, después de las múltiples versiones escuchadas de parte del gobierno mexicano, entendimos que la reacción desmedida del cártel de Sinaloa hicieron que los militares y marinos claudicaran y entregaran de nueva cuenta al afamado delincuente. En este caso, en comparación con las naciones hermanas del sur, son otras causas, otros enemigos y otra ideología de gobierno. Pero un resultado común, un estado debilitado, un estado que permite ver su bajo nivel de planeación y su poca sensibilidad al comunicar en un ambiente de crisis.
Los gobiernos de América Latina dejan ver, sean de derecha o de izquierda, que son ineficientes, insensibles al dolor social y peor aún, presentan un discurso ajeno a la realidad, algunas veces mintiendo y otras veces con verdades a medias.
Así empezamos otra semana con una Santiago de Chile, un Quito, Ecuador, un Culiacán. Sinaloa humeando por actos vandálicos de criminales o de ciudadanos que quieren ser escuchados. Esperemos las reacciones en la Paz, Bolivia y en Buenos Aires, Argentina. Parece un toque de guerra ante gobiernos que se acostumbraron a gobernar desde los escritorios. Por el momento, esperemos si algunos de los actores importantes de estos lamentables hechos tienen vergüenza mínima y presentan la renuncia a sus cargos.