El doblepensar de la transformación
¬ Edgar Gómez Flores lunes 30, Sep 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
La obsesión por concer el futuro es una actividad humana que tiene como fin dar certidumbre a nuestra vida.
Siempre queremos saber qué pasará con nuestra salud, nuestra economía y la de nuestros seres cercanos.
Así, tomamos diversos elementos que nos apoyan en esta obsesión; la historia, la literatura y el comportamiento de otros países. En el caso de la política, la cual tiene implicaciones en la economía y en nuestras vidas personales, cuenta con muchas historias ya contadas y ya vividas sobre lo que hace un gobernante en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, en el caso de la “nueva transformación mexicana”, al querer buscar una referencia cercana, me es difícil encontrar un modelo similar. Un país con una fuerte planta industrial (la economía número 15 del mundo) con una presencia internacional importante en su economía y una historia milenaria optó por un gobierno de izquierda que le prometió crecimiento económico, seguridad y erradicar la corrupción, la cual se había enquistado en cada rincón de la sociedad mexicana. En este primer año, esto no se ha podido lograr.
Esta Cuarta Transformación no se ha resaltado por sus logros económicos, o por solucionar el problema de seguridad que sigue aquejando a nuestro país, o porque los programas sociales (principal eje de este gobierno) lleguen oportunamente a las manos adecuadas. Esta nueva era se ha caracterizado por lograr un crecimiento “cero”, por apoyar a un gobernador (Baja California) que quiere ilegalmente ampliar su mandato, por solicitar una disculpa (tardía e innecesaria) al Gobierno de España, entre otras desagradables ocurrencias.
El discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador y de sus seguidores presenta ambivalencias que solo me permiten encontrar analogía con la neolengua, planteada así por George Orwell en su libro 1984 escrita 35 años antes (1949). En esta neolengua, aparece una palabra que cuenta con toda una tesis para mantener a un estado totalitario en el poder: “el doblepensar” el cual significa que para mantener a un gobierno en el poder de forma eterna debe tener un discurso doble, es decir, uno que vaya siguiendo la realidad: ayer era bueno buscar el crecimiento económico, una vez que no se lograr este crecimiento se deshecha y ahora se cambia por la distribución de la riqueza. Antes se satanizaba al ejército en las calles, una vez que se mantiene en éstas, se justifica con su bondad. Es decir, se tienen argumentos para pasar de un lado a otro; sin problema alguno.
En 1984, se llega a tal extremo del doblepensar que se concentran en los Ministerios creados para gobernar: El Ministerio de la Paz, el cual se ocupa de la guerra, el Ministerio de la Verdad el cual se ocupa de administrar las mentiras y darle viabilidad al doblepensar, el Ministerio de la Abundancia que trabaja en mantener la pobreza en un nivel mínimo pero sustentable; es decir que le dé de comer a la gente lo necesario, para mantenerlo trabajando, pero sin riesgo de rebelión y por último, el Ministerio del Amor, el cual administra la tortura.
Una vez encontrada esta analogía, pude satisfacer mi búsqueda de un orden en el discurso de la transformación. Ahora puedo entender el Estado Laico presentado por el presidente a través de los evangelistas, el gobierno sin corrupción que adjudica dos terceras partes de los contratos sin licitación y un presidente que no pretende reelegirse, pero que se obsesiona por una ratificación de mandato.
Espero esta analogía no pretenda mantener al Ministerio del Bienestar para administrar la pobreza o la Guardia Nacional para servir de muro fronterizo con Centroamérica.
George Orwell planteó su libro 35 años antes de lo que vislumbraba, nosotros en esta Cuarta Transformación quizá nos tendremos que esperar a ver sus intenciones en el año 2053. Mientras tanto admiremos un doblepensar puesto en práctica. El resultado… estará por verse.