Reforma educativa bajo presión
Ángel Soriano miércoles 25, Sep 2019Desde el portal
Ángel Soriano
Diversos sectores de la sociedad han manifestado su inconformidad por lo que consideran trato privilegiado a la disidencia magisterial, al concedérseles todo lo que exigen sin garantizar que su postulado se cumplirá a satisfacción de los educandos, que es el principal objetivo en una sociedad como la nuestra y como las muchas en el mundo.
Y pese a que el Ejecutivo Federal y la Cámara de Diputados han aprobado las leyes secundarias de la reforma educativa, el sector magisterial disidente no confía en que el Senado haga lo propio, por lo cual desde temprana hora instalaron un plantón con las clásicas casas de campaña tendiente a presionar a los legisladores para que aprueben las leyes referidas.
No obstante que se nota buena disponibilidad para aceptar sus exigencias, los maestros se muestran agresivos y exigentes, causan malestar en los habitantes a los que le alteran sus actividades cotidianas y, como acostumbran, bajo presión pretenden obtener lo que consideran sus conquistas logradas de la misma manera.
La educación, en un país civilizado, no debe ser motivo de presión ni de prácticas primitivas, pues para ello existen los canales institucionales y la disposición de diálogo, de no represión ni persecución a la disidencia, por lo que no hay motivos para recurrir a otros instrumentos que de antemano están descalificados.
Lo que interesa a pueblo es garantizar que sus hijos tengan una educación a la altura de las circunstancias.
Sin embargo, como se ha visto, la disidencia no repara en que hay cambios, que ya no debe recurrirse a los métodos del pasado, en que había que actuar con intransigencia e incluso con violencia para hacerse escuchar.
Hoy, quienes en el pasado actuaron con métodos de presión, se encuentran en el poder o son perdonados o se les ofrece disculpas por los terribles sistemas de represión puestos en práctica en el pasado.
Si las nuevas generaciones resultan sacrificadas por la continuidad de las mismas prácticas educativas, en las que se privilegia la fuerza política, electoral o los controles sindicales para imponer condiciones, es suficiente para que los maestros cuando menos ahora cumplan con su función de ejercer su apostolado con lo que han conquistado.
Los legisladores, bajo presión, otorgan las concesiones solicitadas y no se les exige nada a cambio, que sería una educación de calidad, del cumplimiento de sus tareas encomendadas, y de preparar a las nuevas generaciones para los retos presentes y venideros.
Parece que para la disidencia magisterial continuamos como en el pasado, en el que la falta de diálogo y compromiso hizo posible el estancamiento del nivel educativo de nuestro país que hoy lamentamos.
Enorme reto tienen los legisladores si es que actúan bajo un criterio responsable y de compromiso social, pero será fácil si es que sólo siguen líneas ya trazadas de otorgar todo al magisterio sin que éstos se comprometan a impulsar un cambio verdadero en beneficio de las presentes y futuras generaciones de mexicanos.
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