Felicidad³
¬ Edgar Gómez Flores lunes 23, Sep 2019Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
El pasado mes de agosto después de las protestas en la Ciudad de México por un grupo de mujeres asociadas a movimientos feministas, Andrés Manuel López Obrador señaló que el pueblo de México se encontraba “feliz, feliz, feliz.
A partir de ahí, esta frase ha desatado diversos comentarios. Por un lado, quienes quieren demostrar que esta felicidad es cierta; otros, quienes desean demostrar el descontento social y por último, unos más dubitativos que han llegado al extremo de solicitar, a la Presidencia de la República, toda la información que compruebe el dicho del primer mandatario.
Al respecto, para no ponernos en ninguno de estos tres lados y al contrario, con el deseo de aportar elementos al debate, es importante conocer sobre esa búsqueda incansable del ser humano: la felicidad.
El diccionario de la Real Academia Española señala a la felicidad como el “estado de grata satisfacción espiritual y física”.
Esta definición es útil, al tratar de concatenar los elementos que, como felicidad, plantea Sigmund Freud en su libro: El Malestar en la Cultura.
Freud en resumen se refiere a ésta, como la búsqueda del placer y a su vez la reducción del dolor.
Estos aspectos caminan en sentido contrario; uno hace que el ser humano busque aventurarse en emprendimientos espirituales ambiciosos y otra parte de nosotros nos ancla hacia la seguridad física. Ahora la pregunta es; en dónde nos encontramos los mexicanos; en una felicidad con base en nuestra desempeño espiritual o en nuestra seguridad física.
Empezaré con la segunda; la seguridad física: (1) El 50% de los mexicanos tienen problemas con el qué comer día con día. Esto por su grado de pobreza, (2) Adicionalmente, somos el país más corrupto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y por último (3) del 2009 al 2019 México se ha convertido en uno de los países más violentos del mundo con un monto superior a los 250 mil homicidios. Por lo que, la felicidad vía la seguridad física y la evasión del dolor, como lo plantea Freud, no es alcanzada por los mexicanos.
Nuevamente me empieza a dar vueltas en la cabeza la frase de nuestro presidente… “un pueblo feliz, feliz, feliz”, acompañado de su sonrisa; la cual, no puedo decifrar si es de total convicción o de velado cinismo.
Pero, en esta intención de buscar darle la razón a nuestro ahora “líder moral”, veo una gráfica en la última medición de felicidad que realiza el INEGI e identifico dos picos y una caída. Uno de los picos, en enero 2015, se refiere a la eliminación de la clave lada de los números telefónicos de nuestro país y por lo tanto en el abaratamiento de las llamadas telefónicas y la caída, en enero 2017, se debe al aumento del precio de las gasolinas en el sexenio anterior. Y, por último, otro punto de inflexión creciente es julio 2018, donde Andrés Manuel gana las elecciones de México, con un crecimiento marginal en el mes de enero 2019.
Es por esto que, como es obvio, el mayor ingreso o el menor costo es parte fundamental de la felicidad de nuestro país. Además de todo aquello que crea, mantiene o fortalece nuestras relaciones interpersonales. Sobre el efecto AMLO y aquí lo contradigo, sólo es una expectativa de felicidad futura. El pueblo esta feliz, feliz, feliz no porque tenga los satisfactores a la mano; sino porque cree que llegarán.
Aquí radica la peligrosa tesis de nuestro primer mandatario. Si los satisfactores no llegan rápidamente, como él los prometió; esa expectativa vendrá a menos y la felicidad bajará a pasos agigantados. Esto, por el acompañamiento de la frustración.
Por mientras, gocemos de esta gran felicidad con la que cuenta el pueblo de México y recordemos que, no sólo de pan vive el hombre; también vive por el pan que espera llegue mañana.