Caprichitos de poder
Freddy Sánchez jueves 5, Sep 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“El que manda, manda, y si se equivoca, vuelve a mandar”.
Con ese ánimo de omnipotencia, suelen actuar en el poder, quienes lo ejercen a placer, incluso apenas trepados en un ladrillo colocado a unos centímetros arriba del suelo raso.
De modo que si los vigilantes de un torniquete pueden actuar a sus anchas (facilitando u obstruyendo el paso de cuanta persona les simpatice o antipatice), lo más grave de esta situación es que, a más tiempo en el ejercicio de ese poder, más prepotentes pueden llegar a ser sus ejercitantes, sintiéndose “intocables” e inamovibles en el puesto que ocupan.
Por ello, es que, lo sucedido en la Cámara de Diputados (antes y después de la renuncia de Muñoz Ledo a la mesa directiva), amerita hacer hincapié en el necesario cultivo de la sana práctica de la alternancia en el poder, en los tiempos legales que la democracia convenga y estipule.
Ni más ni menos de lo que, previa y legalmente, sea debidamente acordado.
En ese aspecto, cabe mencionar que lo importante sobre la permanencia de los individuos en el ejercicio del poder, (en este caso de carácter legislativo), es que aquel que tenga la facultad de ejercerlo, lo pueda hacer con libertad, sabedor de que tendrá que afrontar las consecuencias de sus actos.
Y para tal fin, fijar tiempos específicos para la práctica de los cargos, no sólo es indispensable, sino primordial en aras de que nadie eluda su responsabilidad pretendiendo extender los tiempos previstos formalmente para el cumplimiento de sus obligaciones.
Ahora, que en caso de ser conveniente la prolongación de un mandato o por el contrario hacerlo más corto, la racionalidad obliga a la búsqueda de nuevos acuerdos.
De ser menester, naturalmente, con la debida adecuación de las leyes, a fin de que cualquier clase de cambios de forma o de tiempo se acuerde para los ejercicios de poder futuros y no presentes, en puestos de carácter político electoral o administrativos.
Y es que la no retroactividad en la aplicación de las leyes, en materia de ampliación o reducción de los periodos de cualquier mandato (salvo casos de excepción que lo justifiquen por el bien común), es la fórmula más apropiada para evitar excesos y abusos de poder.
Así que aquellos que en la Cámara de Diputados y en cualquier otra posición de mando, pretendan con su poder ningunear a los demás, impulsando cambios legales a modo de favorecer sus intereses personales, no deberían pasar por alto la sentencia bíblica que advierte: “con la vara que midas serás medido”.
Y menos esa otra acerca de que: “el que a hierro mata, a hierro muere”.
De tal suerte que los integrantes de Morena, hoy por hoy “todopoderosos” en cuestiones legislativas, más que usar su fuerza para controlar los órganos de dirección, debería hacerlo en apoyo a los cambios legislativos que realmente favorezcan el mejor desempeño del gobierno en turno.
Por muchos años, a falta de suficiente mayoría en los recintos legislativos, los jefes del Ejecutivo, anteriores a Andrés Manuel, tuvieron una capacidad de maniobra limitada, lo que en la actualidad es diferente, gracias al apoyo electoral para Morena, lo que se tradujo en dotar a este nuevo instituto político de un poder que ningún otro partido había tenido en las cámaras legislativas en los últimos seis sexenios.
Lo que, seguramente, tuvo la intención de dotar a los “morenistas” de la capacidad actora para promover los cambios legislativos que fueran necesarios en respaldo a las acciones a realizar por el Presidente.
Y no para alentar entre personajes cercanos a Andrés Manuel, los afanes insanos de una obsesiva búsqueda y conservación del poder por el poder mismo. Algo que en definitiva está más que lejos de procurar el bienestar de la gente, siendo más bien una deplorable conducta proveniente de los caprichitos del poder.