Del pasmo a la costumbre
Ramón Zurita Sahagún jueves 29, Ago 2019De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Qué pasa en México, país en el que la población parece no conmoverse con nada, se pierde sensibilidad, la piel se pone rugosa y las desgracias provocadas por los crímenes masivos no inciden en su vida diaria.
¿Perdimos nuestra capacidad de asombro o simplemente lo tomamos como un evento cotidiano?
El día en que se conoce la noticia, provoca reacciones de todo tipo, pero rápidamente pasa al olvido y una nueva tragedia del mismo tipo sacude consciencias de la sociedad, pero, aparentemente, no de las autoridades.
Resulta difícil conocer de tantas matanzas y que las autoridades respondan con las ya gastadas palabras del se investigará a fondo, se castigará al o los responsables y meses después siguen sin resultados.
Es cierto que todos estos asesinatos masivos se les cuelga al crimen organizado y que hasta se llega a identificar a la célula o cártel que, presuntamente, lo cometió, pero hasta ahí queda el asunto.
La realidad es que el crimen organizado tiene bajo su poder gran parte del vasto territorio nacional y las autoridades no cuentan con un verdadero plan para enfrentarlos y erradicarlos.
El presidente López Obrador evoca constantemente a su antecesor Felipe Calderón como causante de la actual situación, ya que inició la guerra contra el narco, sin contar con un proyecto definido, pero trece años después el problemas es el mismo, pero agigantado.
Los gobernadores evaden responsabilidades y le endosan el problema al gobierno federal.
En tres décadas y con seis distintos Presidentes de la República, pasamos de ser un país con índices criminales normales, a convertirse en territorio de nadie, donde impera la ley del más fuerte y de quien logra componendas con los personajes del poder político y las fuerzas de seguridad.
Del escándalo propiciado por los muertos del Río Tula (13 personas asesinadas) a los de un bar en Coatzacoalcos ocurrido la noche del martes (26), diversas matanzas se han sucedido en el país, la mayor parte de ellas sin responsables que fuesen condenados por ese grave delito.
Las matanzas colectivas van desde las fosas clandestinas en diversos estados, con decenas de cadáveres sin identificar, pasando por la matanza de San Fernando, la quema del casino Royale de Monterrey, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, son de los más sonados, aunque la “moda” parece ser los ataques en bares de las distintas poblaciones: Minatitlán con 13 muertos; Salamanca aportó 14 muertos en un bar. En Monterrey, una semana después de los comicios presidenciales se produjo un ataque que dejó 15 muertos en seis bares. Los bares de Acapulco son escenario constante de estos ataques, pero Jalisco, Sinaloa, Chihuahua y otros estados más sufren de este constante asedio de la delincuencia, en la que resultan muertos ciudadanos sin vinculación alguna a esos grupos delincuenciales.
En la década de los 40, Gregorio (Goyo) Cárdenas sacudió todo el país al matar a cuatro mujeres, en lo que fue durante décadas uno de los crímenes que más horrorizó a la población nacional, aunque solamente fue el preámbulo de lo que sería una constante 40 años después y que hoy es visto como parte de lo cotidiano, tanto por las autoridades como por la población, que resignada espera con paciencia la decisión de los gobiernos federales y estatales para erradicar esta plaga delincuencial, que sin respeto alguno a la vida, atenta contra adversarios, socios e inocentes, por igual.