Puro cuento
Freddy Sánchez jueves 29, Ago 2019Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Entre lo ingenioso y creativo y lo petulantemente fatuo deambula la costumbre de ponerle nombre a las instituciones.
Larga ha sido la tradición es ese aspecto, (dando sorpresas sexenio a sexenio), con denominaciones oficiales en algunos casos, dejando constancia de gran sentido común, pero en otros, la verdad, provocando asombro, estupefacción e incluso hilaridad colectiva.
Ejemplos de nombres institucionales sobradamente conocidos son: las secretarías de la Defensa Nacional, Educación Pública, del Trabajo y Hacienda y Crédito Público, el Instituto Nacional del Fondo de Vivienda paralos Trabajadores (Infonavit), la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, y los institutos del Seguro Social y el de Seguridad Social para los Trabajadores del Estado, (ISSSTE), entre otros.
Con nombres originales, múltiples organismos públicos y privados sobreviven cada nuevo régimen a la moda denominativa del quehacer oficial, en tanto que como es natural algunas dependencias repentinamente cambian de nombre, (no siempre para mejorar, sino empeorando su desempeño operativo), mientras que nuevas instancias oficiales saltan a la esfera pública con algún nombre que busca impactar a la sociedad.
Así que por nombres y más nombres para las dependencias de gobierno, no paramos. Los más de estos, regularmente preñados de un rebuscamiento chocante que mucho enuncia y poco dice, aunque los hay con la manifiesta intención de crear una expectativa social sumamente placentera como si se tratara del descubrimiento de una isla de consuelo en un océano de dolor.
Algo parecido al deseo de dar a luz un nombre institucional de lustrosa memoria en el porvenir de los tiempos.
Tal es el caso del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado.
Y es que su simple mención produce una sensación de extraordinario regocijo al igual que lo haría ver llegar a un dadivoso San Nicolás en la Nochebuena.
El nombre pues, dado al instituto de nueva creación, es esperanzador.
A la vez, obviamente, un compromiso colosal para la llamada “Cuarta Transformación”.
La que lo sería sin duda, si entre otras cosas positivas para el bienestar colectivo, lograra devolverle a los mexicanos lo robado de tiempo atrás, a causa de todas las raterías producto del abuso del poder entre altos personajes de la vida pública y privada de México.
Hacer que tantísimos caudales mal habidos en bienes materiales, mobiliarios e inmobiliarios, joyas, dinero, oro y plata como parte de inmensas fortunas de la codicia y corrupción, en verdad pudieran pasar a la hacienda pública para el beneficio comunitario, lógicamente dejaría constancia por primera vez en la historia nacional de que una institución recién creada estaría haciendo honor a su nombre.
¡El Instituto para devolver al Pueblo lo Robado!…
Una herramienta sexenal que desde su surgimiento propicia la ilusión entre mucha gente de que pronto habrá de llegar el día en que las arcas nacionales rebosen de recursos disponibles sin tener que seguir esperando eternamente que lo ricos se cansen de ganar dinero para que comience a fluir la riqueza hacia los de abajo como alguna vez aseguró que ocurriría, el ex presidente Salinas de Gortari, vilipendiado con o sin razón desde que abandonó el cargo.
¿Será él entonces alguno de los que tendrán que devolverle al pueblo, lo que muchos creen que acumuló indebidamente durante su gestión?.
Cuántos ex funcionarios de pasadas administraciones sexenales, qué políticos y grandes empresarios de nuevo y viejo cuño, figurarán en la lista de los candidatos a devolverle a la sociedad lo que se llevaron, mediante negocios corruptos y abusos de poder para enriquecerse hasta el hartazgo.
De ser cierta tanta belleza, el nuevo instituto tendría la sublime misión de entregar al pueblo las riquezas ilícitas, sin importar que la llamada mafia del poder se enfurezca y haga hasta lo indecible para que el propósito oficial de la recuperación de lo robado sea puro cuento.