El Día del Presidente
Alberto Vieyra G. miércoles 28, Ago 2019De pe a pa
Alberto Vieyra G.
¿No que “el pueblo bueno y sabio, es primero”? ¿Por qué AMLO perdió la oportunidad de oro para reanudar en la Cámara de Diputados ante una soberanía que representa al pueblo de México, su primer informe presidencial como lo mandata el 69 constitucional?
¿Por qué el desprecio a ese “pueblo bueno y sabio”? ¿A qué le tiene miedo, el señor Presidente? ¿Será porque “sus datos”, no cuadran con la realidad en un México macabro y con una desastrosa economía que está en ceros? ¿Por qué optar por un informe fifí en Palacio Nacional y ante la crema, la nata y el jocoque del neoliberalismo económico y sus aplaudidores, del partido Morena?
Estas y más interrogantes me formulan mis tres lectores y radioescuchas.
Y con gusto doy respuesta, aunque debería de ser AMLO quién desde el soliloquio de Palacio quien debería responderlas.
Pero, como sé que no lo hará, es fácil deducir que AMLO no quiere poner fin al Día del Presidente de la República o del emperador y como sabe que el horno no esta para bollos, no rendirá ante la Cámara de Diputados el estado que guarda la administración pública federal por puritito miedo a que el Palacio Legislativo de San Lázaro se convierta en un herradero, y finalmente porque AMLO es solamente un siniestro publicista de sí mismo y no un político ortodoxo y docto en ciencia política.
Recordaré que el 1 de septiembre de 1988, Porfirio Muñoz Ledo entonces senador distritence, por el Frente Democrático Nacional (FDN) y el diputado californiano Gustavo Almaraz Montaño apodado el borrego cimarrón, convirtieron a la Cámara de Diputados en un infierno, en los momentos en los que Miguel de la Madrid Hurtado hablaba maravillas de las elecciones presidenciales de ese año, en las que el priísta Carlos Salinas usurparía el poder tras un monstruoso fraude electoral y que según los sabios daba el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Manuel Bartlett Díaz, de origen Tabasqueño, sería el artífice de la célebre caída del sistema de cómputo de la entonces Comisión Federal Electoral. Hoy, Bartlett sirve al régimen Lopezobradorista como director de la CFE.
Ante la escandalera Porfirio Muñoz Ledo tuvo que abandonar ese aciago día, el Palacio Legislativo de San Lázaro al intentar preguntar a Miguel de la Madrid, sobre el fraude electoral. Ese día fue el principio del fin del Día del Presidente y desde entonces la máxima ceremonia de la liturgia de la política mexicana se reduce a la entrega del documento que el Ejecutivo manda al Poder Legislativo y las cuentas alegres, sus datos y sus números los rinde en Palacio Nacional con todo el oropel de una ceremonia imperial.
No es difícil suponer que haya sido precisamente Porfirio Muñoz Ledo quien le haya recomendado al Presidente de la República que mejor no se metiera en terreno barrido y que el informe fifí lo rindiera desde la comodidad de Palacio Nacional.
Pero haiga sido como haiga sido, el llamado mesías de Macuspana perdió la oportunidad de oro de llevar a cabo ante el Congreso de la Unión y para todo “el pueblo bueno y sabio”, un informe presidencial no faraónico, pero sí republicano y con toda la solemnidad; un informe sin confeti, sin matracas, sin interminables vallas humanas y sin besamanos; sí un informe austero y humilde. Pero me pregunto: ¿Conocerá la humildad el señor presidente?…
Lo que sí sabemos es que AMLO está molesto con el Congreso, pues a pesar que en la Cámara de Diputados cuenta con una mayoría calificada, el Senado de la República se ha convertido en un verdadero contrapeso capaz de congelar su sueño dorado, la revocación de mandato y a ese presidente imperial no le gustan los contrapesos porque él es el poder unipersonal, el poder que se debe ostentar como en las tiranías y las dictaduras, un solo hombre.