Elección federal de 2021, ¿fin de un ciclo?
Francisco Rodríguez miércoles 28, Ago 2019Índice político
Francisco Rodríguez
Sin faltar a la verdad, las licencias que se conceden a los escribidores alcanzan para mucho. Sin temor a equívoco puede decirse que el sistema actual de partidos políticos en México fue visualizado, sin conocerlo, por dos genios, uno en la cinta de plata y otro en el bolero de origen caribeño que hoy disputamos como patrimonio humano.
Orson Welles, en «Mr. Arkadin» pone en su personaje la fábula griega atribuida a Esopo del escorpión y la ranita, donde aquél exhibe sin piedad su naturaleza aguijoneando de muerte al batracio por el único «delito» de ayudarlo a cruzar el río sobre sus lomos. No fue de mala fe, fue sólo por ser fiel a su naturaleza.
Agustín Lara, el músico poeta que también sin conocer la península ibérica compuso la Suite Española, dijo a la mujer prohibida : «La vida, la caprichosa vida, convirtió en un mercado tu frágil corazón, y tu te vendes, quién pudiera comprarte, quién pudiera pagarte un minuto de amor..» Ambos atinaron a la distancia.
Y sí, los dos retrataron la esencia de nuestro sistema de partidos. Condiciones inequitativas de competencia, oficialización de preferencias, monopolios de la información política estatal, actitudes excluyentes y discriminatorias de intolerancia política ostentosamente manipuladas en busca del poder los han desacreditado de antemano.
Desproporción en los montos de financiamiento para los partidos oficiales sobre los de la oposición, acceso preferente a los medios masivos de comunicación, información adelantada de decisiones políticas cruciales de los altos mandos, han sido definitivos para ganar elecciones.
Desde el punto de vista ideológico la distorsión del papel de los partidos políticos en los fenómenos de corrupción de las naciones, con efectos negativos hacia el cuerpo social, sin responsabilidad de obligaciones y consecuencias, por encima de la ley.
Y aunque el reclamo mundial en la ciencia política y en las legislaciones electorales de competencia es aminorar la concentración del poder en los partidos mayoritarios y en sus coaliciones para procurar que se fortalezcan los sistemas representativos, mientras no exista otra manera de competir, ellos son la única vía de acceso.
En México, desde 1977 los partidos políticos tienen el remoquete de «entidades de interés público». Pero resulta que son verdaderos monstruos paraestatales a fondo perdido, en donde pierden el presupuesto nacional, más los contribuyentes cautivos.
Porque, albarda sobre aparejo, el partido dominante, una vez triunfante, debe someterse a los designios de una oligarquía cada vez más estructurada, más vertical. En México todo mundo se somete a ella. Desde el primer mandatario hasta el último síndico de ayuntamiento.
Todos ofrecen su reino, a cambio de unos minutos con buen maquillaje en las pantallas chicas. Mientras el régimen presidencial mexicano no sea políticamente responsable –junto con todo el gabinete– ante el Congreso, la política será cada vez más judicializada. La fuente de todo sigue siendo nuestro bolsillo.
Seguirá la danza de los millones y del juego de espejos, contando voto por voto, casilla por casilla en elecciones más manoseadas que los naipes de un velorio de pueblo. Las elecciones serán las cobijas que tapen a todos, no importa de qué partido sean.
Peor cuando el vendaval electoral de julio del 2018 sepultó a todos los partidos existentes. No hay como rescatarlos e incluso ellos se resisten a modernizarse y democratizarse. Después de la tormenta las cosas van de mal en peor. Los triunfantes de Morena fueron las primeras víctimas del triunfo arrasador.
Y es que la elección interna del partido de AMLO se ha vuelto un boomerang. Las preferencias y los dineros de las becas de los jóvenes desempleados son la caja grande para apoyar sin recato a la esposa de Arturo Alcalde Justiniani, el cacique de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social. Lamentable, pero cierto. Así no se puede llegar a ninguna conciliación.
En el gran perdedor, el PRI, su jefe real, Carlos Salinas de Gortari se equivocó dos veces en la designación de quien sustituiría a su sobrina carnal. Alito resultó más vivillo desde chiquillo, cual se esperaba. Osorio Chong, quien iba a fungir como monigote en el cacicazgo tricolor es hoy, de facto, un indiciado en las estafas maestras. Así no se puede.
En el frente del PAN, los doctrinarios ya arriaron banderas bajo el mando de un almirantillo de cuarta que cada vez que abre la boca la cajetea sin remedio. No se le conocen dotes de líder ni de organizador. Está allí por la ascendencia del dinero extraoficial que mueve a los blanquiazules. A falta de pan, tortillas, dicen.
En el exhausto y demolido PRD, Los Chuchos se encuentran a la caza de la perdiz. A la hora de las próximas campañas, la mitad se irá con el PAN en aquellos territorios donde antes fueron aliados de ocasión. La otra mitad es previsible jale con el PRI. «Es su naturaleza», dice Orson Welles.
El Partido del Trabajo ya no se halla como aliado incómodo de Morena. Es despreciado en todos los ámbitos del poder oficial. Ni chicha ni limonada. Deberá seguir la misma suerte que los saldos del Partido Encuentro Social, a la vera de alguna alma piadosa. Aunque éste último sea defenestrado, corren parejo en pos de la chuleta.
El Panal, otro muerto en vida con registros estatales, deberá por fuerza someterse a los designios de Morena, hasta donde el cuerpo aguante. El otro vector del partido magisterial todavía está en ciernes, y habrá que esperar a ver que salte o no la vara. La mitad del Movimiento Ciudadano se entenderá con el PAN, la otra mitad con quien se apiade.
El 50% del Partido Verde se irá con Morena, al retumbar de los tambores chiapanecos y tabasqueños. La otra mitad, la de Manuel Velasco y coasociados, jalará como siempre con el mejor posicionado, en términos de sus finanzas.
Y el que de plano no llegará a concretarse es el de Margarita y Felipe Calderón, políticamente divorciados entre ellos y ambos con la ciudadanía que les guarda muchas cuentas por cobrar.
El PRI y el PAN se convierten en los partidos bisagra, no para hacer mayoría, sino para subsistir entre la chiquillada. Pero de algo no hay duda: el nuevo PRI de Alito, con Morena, esperando el destape del 2023. Así es la vida de caprichosa. Hay que cotizar en el catálogo de los 500 diputados. El pedacero del PES y del Panal, rumbo al mercado de retazos de Morena, PAN y PRI.
Así, más que una elección, promete ser una carnicería o una cena de negros. Todos van a estar peleándose huesos, gorditos, pepenas, asaduras, chanfainas y hasta pelos, pues de todo cabe en esas pailas obradoras. Como a partir del 2021 se permite la reelección legislativa, todos querrán participar, aunque sea en el cabús.
La elección intermedia decidirá también 15 gubernaturas esparcidas en todo el territorio nacional. Es el escaparate del sexenio, y un termómetro inevitable que reflejará el nivel de decepción pública sobre la Cuarta Transformación. Dos meses antes, la revocación de mandato, donde no puede perder ni un niño de teta, bueno, ya veremos hasta dónde llegan las estulticias.
Entre ventas de placer y aguijonazos de escorpión, esto parece ser la necropsia de un régimen que falleció antes de nacer.
Falta saber quién levantará el cadáver.
Y quién le dará cristiana sepultura. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: La más reciente encuesta de Indemerc –empresa seria de Vicente Licona Galdi y Vicente Licona Cortés– levantada vía telefónica, apunta que el partido que goza de la mayoría indiscutible de la preferencia o aprobación del segmento entrevistado, es Morena, con un 43.6% de la intención del voto para diputado federal en la próxima elección de 2021, preguntándole por partido, sin mencionar nombres de candidatos. Que le sigue el PAN con 16.8% y luego el PRI con el 14.9%. Del mismo se revela a través del estudio que la aprobación del Presidente se compone de la siguiente manera: El 42.2% lo aprueba mucho. El 34.8% lo aprueba algo. El 23% lo desaprueba. El 12.6% lo desaprueba mucho. Y el 10.4% lo desaprueba algo. En síntesis, si hoy fueran las elecciones del 2021 se repetiría la aplanadora de Morena en 2018. Indemerc, por cierto, fue la empresa que más exacto seguimiento dio a AMLO en su campaña presidencial y la única que acertó en las cifras que le dieron el triunfo. + + + Un amasijo sin forma es Futuro 21, la organización que aspira a quedarse con el registro del PRD, donde lo mismo conviven los desprestigiados Chuchos, que el elitista Quadri o la madracista Beatriz Pagés. Los futuristas, peor, huelen al rancio humor de quienes sólo buscan prebendas políticas sin importar la ideología o el proyecto político. La sinrazón es la forma que encontraron para ser oposición.
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