Oaxaca: se acabó el encanto democrático
Roberto Vizcaíno jueves 17, Feb 2011Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- Ayer, para ratificar que ya no lo apoyan, todos ellos salieron por miles a las calles de la ciudad de Oaxaca a fin de repudiar a Gabino y acusarlo de encabezar un gobierno represor, como antes lo hacían con Ulises Ruiz
Iban a encabezar la transformación democrática, social y económica de Oaxaca juntos.
Entonces Gabino Cué, la APPO, los maestros de la sección 22 y buena parte de los estudiantes de la Universidad Benito Juárez eran los aliados perfectos, al menos así lo parecían en los mítines de la larga campaña de 210 hacia la gubernatura del estado.
El ex priísta -a quien no pocos señalan desde hace al menos 10 años o más como un pelele del ex gobernador Diódoro Carrasco-, contaba además con el bono popular no sólo de la alianza del PAN, PRD, PT y Convergencia que fue refrendado en julio pasado por voto de la mayoría de los oaxaqueños, sino por el apoyo de Andrés Manuel López Obrador, con quien recorrió la mayoría de los 570 municipios del estado.
Gabino se refería entonces al excandidato presidencial y ex jefe de gobierno del DF como “presidente legítimo de México”. Y éste lo cobijaba con su discurso lleno de alabanzas personales y promesas democráticas, y de cambio.
Cué, decía Andrés Manuel, iba a ser quien desde la gubernatura de Oaxaca no sólo acabara con el largo cacicazgo priísta, sino quien diera fin a las injusticias, la pobreza y la marginación.
Indicaba AMLO que Gabino llevaría a Oaxaca un sistema de bienestar y satisfactores como el aplicado bajo los perredistas en el Distrito Federal, con becas para todos los estudiantes desde primaria a niveles superiores de entre 500 y 700 pesos mensuales; la entrega de uniformes y zapatos a cada uno de ellos y un transporte masivo como el Metro con un costo de 2 pesos por viaje.
Decía entonces el de Macuspana que su ahijado Cué era un aspirante confiable, que no era como otros a quienes el poder convierte en enemigos del pueblo.
“Esos inteligentes a quienes el poder atonta y que luego, con poder, se vuelven locos”, enfatizaba.
No, para nada, Gabino -aseguraba López Obrador-, era de esos pocos aspirantes al poder con principios e ideales.
Tan convencido estaba López Obrador de darle su apoyo y aval a Gabino, que hablaba entonces hasta de irse a vivir a Oaxaca. Para trabajar desde ahí por el cambio, decía.
Pero vino la alianza PRD-PAN-PT y de Convergencia que se denominó Unidos por la Paz y el Progreso y Cué comenzó a aparecer en sus mítines con el presidente del PRD, Jesús Ortega; con el del PAN, César Nava; con el coordinador del DIA, Manuel Camacho y otros personajes inadmisibles para el ex jefe de gobierno del DF, mientras López Obrador desaparecía del escenario oaxaqueño, y aparecía más por el Estado de México ahora para lanzar de nuevo primero a Yeidckol Polevnsky y después a Alejandro Encinas.
En el cierre de campaña no se volvió a hablar del presidente legítimo y en cambio predominó el discurso aliancista de Ortega, Camacho, Nava y sus otros compañeros de viaje electoral.
Ahí Gabino prometió ser la garantía de la transformación y el cambio en Oaxaca. Todavía con el lenguaje lopezobradorista dijo:
“Yo les digo que nosotros no los vamos a traicionar, porque yo no soy un ambicioso vulgar… no estamos buscando el poder por el poder, sino el poder para servir a la gente… no encabezaré un gobierno que reprima a su pueblo”.
Abajo, los miles de oaxaqueños que acudieron al evento, entre ellos mi querido amigo Pereyra, enloquecieron al imaginar el paraíso que les esperaba con Gabino una vez que llegara a la silla que entonces todavía ocupaba ese diablo llamado Ulises Ruiz.
Los oaxaqueños, encantados por la perspectiva de vivir pronto su inminente ingreso al primer mundo, al bienestar pleno y al cambio democrático que les representaba Cué, no repararon que AMLO se había alejado del estado y que ya no hablaba de irse a vivir a Oaxaca.
Y Gabino Cué ganó las elecciones en julio de 2010.
Y luego, en septiembre, apareció junto a su odiado enemigo Ulises Ruiz quien lo introdujo en la Cámara de Diputados en la ciudad de México, para conversar con los legisladores sobre las partidas del presupuesto para Oaxaca, esas que le tocaría administrar a partir de enero de 2011.
Partidas que sólo serían posibles de lograr con el apoyo de la mayoría de los diputados priístas, predominantes en esta legislatura.
Solo, Gabino regresó un mes más tarde. Y sorpresivamente comenzó su visita en la oficina de Francisco Rojas, el coordinador de los 236 diputados del tricolor, quien luego lo acompañó a conversar con el priísta mexiquense Luis Videgaray, presidente de la Comisión de Presupuesto.
No pocos se peguntaron por qué Gabino no inició la negociación del presupuesto para su primer tramo de gobierno en Oaxaca con doña Josefina Vázquez Mota, coordinadora de los 141 diputados del PAN o con Alejandro Encinas, líder de los 68 perredistas, los dos partidos fundamentales de la alianza que lo llevaron al poder.
Los suspicaces adelantaron que el evidente apoyo presupuestal de los priístas en San Lázaro dejaba ver que Cué ya había pactado con Ulises una “tersa” toma del poder en Oaxaca.
Rodeado de aliancistas cercanos a Ortega, Nava y Camacho, y cobijado por los priístas en San Lázaro, Gabino Cué parecía no extrañar la presencia de su padrino López Obrador.
El último agravio hacia el presidente legítimo, se lo hizo el gobernador electo días antes de tomar posesión en diciembre.
Fue cosa pública que Gabino le mandó a López Obrador una invitación igual que la que hizo llegar a Los Pinos para convocar a Felipe Calderón a su toma de posesión.
AMLO, que se sepa, ni siquiera contestó. Nadie asistió en su representación a la ceremonia en que su ¿ex ahijado? Gabino apareció acompañado por el secretario de Gobernación José Francisco Blake Mora, quien llevó la representación del presidente Felipe Calderón.
Diciembre y enero aparecieron en los medios declaraciones respecto de que iría a fondo en la revisión de gastos de su antecesor, y de que ahora sí habría justicia en Oaxaca. Pero la integración de su gabinete decía claramente que los intereses predominantes de su gobierno eran con el PRI. No hubo explicación para la ratificación de Candelaria Chiñas, quien había sido la procuradora del gobierno de Ulises Ruiz.
En fin, así llegó el lunes 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad en que Gabino fue visitado por el presidente del Senado y coordinador de los senadores del PRI, el sonorense Manlio Fabio Beltrones para, al día siguiente, el martes 15, aparecer por primera vez al lado del presidente Felipe Calderón en un acto en que ambos se declaración públicamente su amistad y convicción de trabajar juntos.
Afuera, en las plazas y calles de la ciudad de Oaxaca se concentraban una parte importante de los 70 mil maestros que integran la aguerrida sección 22 del magisterio, grupos de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y otros.
Eran los viejos y fundamentales aliados de Cué, con y para quienes quienes prometió gobernar.
Pero también estaban los contingentes bien pertrechados de la Policía Federal y cerca agrupaciones del Ejército y la Marina.
Y se dio el enfrentamiento. Más de 7 horas duró el combate.
Hoy no existe más el idilio democrático aquel que hizo triunfar a Gabino. Este habla de que ahora los maestros de la 22, los de la APPO y sus otros ex compañeros están bajo el control de los “viejos dinosaurios que no terminan de irse”, para indicar así que sus exaliados que todavía hasta hace meses combatieron a Ulises y a los priístas, ahora están bajo las ordenes de éstos.
Ayer, para ratificar que ya no lo apoyan todos ellos salieron por miles a las calles de la ciudad de Oaxaca a fin de repudiarlo y acusarlo de encabezar un gobierno represor, como antes lo hacían con Ulises Ruiz.
¿Es apenas el inicio de una nueva crisis en Oaxaca?
Lo más probable es que sí. En este texto están narrados los elementos de traición y abandono de alianzas y promesas que lo justificarían, por más que mi amigo Pereyra considere que son exageraciones y que por el contrario Gabino sigue siendo una promesa de desarrollo democrático, bienestar y congruencia, el cual no corre ningún peligro.